Los BRICS y sus enemigos declarados

Del 6 al 7 de julio del 2025 transcurrió en Rio de Janeiro la XVII reunión anual del grupo de países denominado BRICS. Estuvieron representados en la misma tanto los miembros considerados como fundadores, los nuevos miembros y los que ostentan la categoría de socios, para un total 21 delegaciones, además de los invitados especiales. De conjunto estos países representan el 51% de la población mundial y el 40% de la creación anual de bienes y servicios a escala global, según la fuente que se consulte.
En la víspera de la realización del cónclave la atención de la opinión pública mundial estaba centrada tanto en el interminable genocidio israelita contra el pueblo palestino, como en la agresión de Tel Aviv a sus vecinos tanto cercanos como remotos, en el caso de Teherán. Desde Washington DC se lanzaban lo mismo nuevas amenazas, que supuestos llamados a la paz para una y otra parte, pero también se dedicaban extensos recursos militares a estigmatizar y a amedrentar a los inmigrantes.
Una buena parte de la prensa corporativa del llamado Occidente apenas dio explicaciones previas sobre el significado del nuevo encuentro de los BRICS, otro grupo la calificó de hecho intrascendente y el resto se adelantó en decir que era una reunión en la que nadie querría enojar a los Estados Unidos. Pero los hechos demostraron que todos estaban equivocados.
Casi desde el surgimiento de los BRICS se ha considerado que este grupo estaría haciendo un aporte trascendente a la nueva arquitectura de las relaciones internacionales, a un momento diferente de mayor respeto y cooperación entre naciones, muchas de ellas que no han sido actores con capacidad de decisión sobre la economía, el comercio, o las relaciones internacionales. Varios observadores han planteado que el grupo no se ha institucionalizado lo suficiente, que existen muchas diferencias de criterios entre los miembros y que algunos, aunque apuestan por lo que llaman multipolaridad, tienen relaciones estrechas con Estados Unidos.
Pero lo cierto es que en las fechas antes señaladas se tuvo conocimiento de una declaración de los allí reunidos que se extendió por 38 cuartillas y recogió 126 párrafos, que reflejaron el consenso alcanzado en una gran variedad de temas de alta importancia en el escenario internacional.
Casi tan importante fue lo dicho en el documento como lo no reflejado en el mismo, pero que apunta a un nuevo tipo de relación entre los seres humanos y sus representantes oficiales. A Brasil correspondió la organización del evento, pero ni este, ni Rusia como antecesor para el 2024, o India como sucesor para el 2026, se dirigieron al resto como hegemones, ni dieron arengas, ni llamaron a los otros a coincidir obligadamente con sus puntos de vista.
Ninguno de los miembros de los BRICS tiene bases militares en los territorios del resto para imponer su voluntad, no amenazan con la aplicación de sanciones, ni cuentan en sus presupuestos con partidas dedicadas a provocar cambios de regímenes económico sociales en otros territorios.
Ni Sudáfrica, ni Emiratos Arabes Unidos, ni Egipto insisten en que sus modelos de desarrollo, su organización social, o sus leyes magnas son ejemplos impolutos de la perfección. Cada cual fue a Rio, como antes se dirigieron a otras capitales, con sus mochilas de imperfecciones tratando con respeto al prójimo.
El Nuevo Banco de Desarrollo con sede en Shanghai, no tiene como propósito principal la concesión de créditos duros para poder expoliar los recursos de los deudores, no preconizan el reinado de los acreedores. Por el contrario, el financiamiento se acompaña con asesoría que permite la utilización correcta de los fondos.
Sin dudas un tipo de cónclave como ese en el mundo de hoy significa una singularidad, como pudiera suceder con encuentros de la CELAC, la OUA, o el G77 mas China. Si, nos estamos refiriendo a aquellas organizaciones multilaterales donde no están presentes ni Estados Unidos, ni las principales potencias coloniales dentro de lo que hoy se denomina Unión Europea.
Quizás lo discutido y lo acordado por los BRICS en esta oportunidad tuvo mayor relevancia por haber ocurrido apenas a horas de distancia de la patética reunión de la OTAN con “Daddy” Trump, momento climático de una relación de vasallaje en la que los gobiernos miembros de la organización militarista terminaron aceptando sin quejas la imposición del 5% de gastos militares en sus presupuestos, que ya carecen de los recursos necesarios para cubrir los programas sociales de sus poblaciones. En muchas ocasiones esos fondos militares estarán dedicados a comprar tecnología obsoleta con el sello Made in USA.
Si estas son verdades absolutas para muchos observadores, para el caso de Cuba lo sucedido en Río tiene un carácter excepcional.
Es la primera vez que una delegación de La Habana asiste en calidad de socio de los BRICS. La aceptación de Cuba en tal calidad fue quizás una sorpresa para muchos, ya que no se trata de un país con grandes recursos económicos, que pueda realizar importantes contribuciones financieras, o que pueda influir en las matrices mundiales del consumo de energía. Pero el hecho histórico es que Cuba, con ese expediente económico poco significativo y cargada de deudas, fue aceptada por aquellos que agradecieron la contribución cubana a su independencia, o al desarrollo de sus recursos sanitarios, o la educación gratuita ofrecida a miles de sus hijos, que en algún momento se beneficiaron de los buenos oficios o la mediación de La Habana para sobrevivir un conflicto local o regional, o que sencillamente recibieron como igual a Cuba cuando aún no se explican la capacidad de sus ciudadanos para resistir, no dejarse vencer y, aún así, ser creativos.
La presencia de la delegación cubana en Río aportó variadas experiencias y emociones, podría decirse incluso que sorpresas. En un ambiente en el que se habla de inversiones, préstamos y proyectos, escuchar decir a la presidenta del Nuevo Banco de Desarrollo, Dilma Rousseff, que se siente en deuda con Cuba, podría parecer una exageración motivacional. Sin embargo, la ex mandataria brasileña conoce perfectamente el valor monetario y humano que tuvo el programa Mais Medicos en su país, ese mismo proyecto que contó con el apoyo de la OMS y de la OPS, que fuera desmovilizado finalmente por un gobierno de turno imitador barato del trumpismo.
Los cubanos leimos en las redes sociales del PM indio Shri Narend Modi su impresión sobre el intercambio sostenido con el presidente Díaz Canel y, más aún, su convicción sobre la cantidad y variedad de iniciativas que se pueden establecer entre dos países de tan diferente escala y orientación política.
Una vez concluidas las sesiones de trabajo del evento anual de los BRICS, leímos o escuchamos análisis sobre sus resultados que reflejaron más las sombras que las claridades. Muchos fueron al detalle de la palabra utilizada para referirse como grupo al genocidio en Gaza, volvieron a preguntarse sobre la aún no acordada membresía venezolana, o consideraron poco significativa la condena a las medidas coercitivas unilaterales.
Pero en medio de esas distracciones se escuchó la detonación de un misil de improperios en inglés: las preocupaciones del diseñador de las gorras MAGA fabricadas en la RP China. Donald Trump amenazaba con nuevos aranceles a todos aquellos que en los BRICS o fuera de ellos se cuestionaran la hegemonía de dólar estadounidense, aún si el interés era simplemente beneficiar las monedas nacionales.
Algo fallaba en el intento de descaracterización del fenómeno BRICS, ¿cómo es que si el encuentro no tenía trascendencia alguna, el emperador se había distraído de su rutina diaria para proferir nuevas amenazas y tratar de imponer el tono que acababa de resultarle útil en su conversación con Bruselas?
Quizás el temor principal de Washington no resida en la capacidad económica y política que logren aglutinar los miembros de los BRICS, sino en la percepción que de estos llegue a tener el resto de mundo. En momentos en que los concilios tanto del G7 como de la Unión Europea sólo alcanzan a comprometer a élites gobernantes cada vez más alejadas de la base social de sus respectivos países, los BRICS aparecen como una opción amigable para las naciones africanas que exigen la retirada de los contingentes militares de las antiguas metrópolis europeas y para otros países que defienden su soberanía con proyectos al menos nacionalistas.
Posiblemente uno de los hechos que más fortalezca a los BRICS es la forma en que estos son atacados desde un país que está cada vez más dividido a lo interno, que reniega de su cultura multinacional, que renuncia de las asociaciones para imponer el vasallaje, que está más interesado que nunca en la conducción de la economía desde la política porque ha dejado de ser productivo y competente, un país que está destruyendo todas y cada una de las reglas y modos de hacer que vendió al mundo como paradigma de lo que alguna vez alguien consideró como una existencia más o menos democrática.
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