Cargando...

Repasando ideas

noviembre 24, 2025   0

El objetivo principal de Trump en su primer gobierno era ser reelegido para un segundo mandato.

El objetivo principal en su segundo gobierno es pasar a la historia como el presidente más grande de Estados Unidos y líder mundial que recuperó para su país el poder y la gloria de antaño.

Para lograr sus objetivos, Trump ha formado esta vez, a diferencia de la anterior, un gobierno de hombres totalmente fieles a él. Además, tiene a su favor un Congreso de mayoría republicana en ambas cámaras, subordinado a él de manera casi absoluta, y una Corte Suprema de amplia mayoría conservadora, donde incluso tres de los nueve jueces fueron designados por él, que se ha mostrado decididamente inclinada a favorecer sus políticas.

Trump no está solo en la consecución de estos propósitos. Lo acompañan un grupo relativamente pequeño pero muy poderoso de billonarios que le ayudaron a conquistar el poder y ahora están recibiendo el premio en forma de alivio para sus grandes empresas al calcular las facturas de impuestos sobre la renta y otras medidas igualmente beneficiosas para el gran capital y los ultra-ricos; los grandes privilegiados entre los que, por supuesto, también se encuentra él.

También le acompañan un grupo grande de fanáticos de extrema derecha (alrededor de un 30% del total de miembros del Partido Republicano) conocidos como MAGA, que le siguen ciegamente, y convertidos en verdaderos guerreros asistidos de métodos mafiosos, realizan todo tipo de amenazas contra aquellos que se oponen a sus políticas, con el fin de amedrentarlos y doblegarlos.

En el plano interno su objetivo principal es recuperar el poder económico de los Estados Unidos. En la consecución de este objetivo, su principal arma es la imposición de altas tarifas a prácticamente todos los países con los que los EE.UU. tienen relaciones comerciales.

El recorte de programas y otros beneficios sociales a los sectores más necesitados de su país y la concesión de privilegios a las grandes corporaciones, constituyen las otras armas con las cuales aspira a lograr su propósito.

Los otros dos objetivos importantes de carácter interno son:

– la expulsión de millones de inmigrantes indocumentados.

– la imposición de la supremacía ideológica conservadora en el país.

La primera de estas, cuenta con suficiente apoyo popular. Según el sitio web oficial del Departamento de Seguridad Nacional, una encuesta de Harvard/Harris del 1ro de octubre, el 56% de los votantes registrados apoyan la deportación de inmigrantes ilegales, y el 78% la deportación de inmigrantes ilegales con antecedentes criminales. Otra encuesta de fines de septiembre del New York Times/Siena fija en 54% el apoyo a la deportación de ilegales.

Sin embargo, otras encuestas reflejan menos apoyo. Una de The Economist/YouGov de fines de octubre arrojó que el 40% de los estadounidenses estima que los inmigrantes ilegales deben ser deportados, aunque no hayan cometido actos criminales. Otro 38% estima que debe permitírseles permanecer en Estados Unidos si cumplen con ciertos requerimientos, y un 14% sin exigírseles condiciones de ningún tipo.

Según el Departamento de Seguridad Nacional, en sitio oficial del gobierno de los Estados Unidos, con fecha 27 de octubre de este año, más de dos millones de inmigrantes ilegales ha abandonado Estados Unidos, incluyendo 1.6 millones que se han deportado voluntariamente, acogidos al ofrecimiento del gobierno de otorgar, por ahora, pasaje gratis y un cheque de mil dólares, a cada inmigrante que se autodeporte.

La segunda es algo que mantiene preocupados a muchos líderes políticos y una buena parte de la población, que consideran que estas medidas están conduciendo a una pérdida gradual de democracia.

Algunos ejemplos de esto lo constituyen: la implacable persecución a oponentes políticos; los constantes ataques a universidades, programas y profesores de tendencia liberal, y la supresión de fondos como instrumento de fuerza para doblegarlas; la eliminación de temas o cursos liberales o progresistas en la universidades y la inclusión de otros de factura conservadora o donde se ataca con argumentos llenos de mentiras al comunismo y países que han pasado por esas experiencias; la retirada de libros y algunos temas como la esclavitud y la segregación; las intervenciones y medidas de control sobre centros educativos, artísticos, de investigación, etc. como el Smithonian y otros; la persecución a personas transexuales; la creciente tendencia a controlar la información que sale en la prensa y las frecuentes demandas millonarias contra esta con el fin de amedrentarlas.

En el plano externo se evidencian dos vertientes: una es la intención de ejercer control y dominio sobre sus aliados políticos, principalmente los países de la Europa Occidental; y la otra la de confrontar y tratar de vencer a sus adversarios.

En esta última destaca en primer lugar la República Popular China. El gigante asiático constituye la mayor amenaza que enfrentan los Estados Unidos como potencia hegemónica. Sus índices de crecimiento económico son considerablemente más altos que el de los EE.UU. y se calcula que dentro de 10 o 12 años sea la primera economía mundial. En varias regiones y países ha desplazado a Estados Unidos como principal socio comercial. Además, su desarrollo tanto tecnológico como militar avanza a un ritmo acelerado. El enfrentamiento con China resulta un motivo de principal preocupación porque constituye una batalla donde los EE.UU. están perdiendo terreno constantemente y no tienen forma de evitarlo.

Rusia es el principal adversario después de China. Pero Rusia está involucrada en una larga confrontación bélica con Ucrania y como consecuencia de ello sufre de sanciones y agresiones por parte de los EE.UU. y otros países occidentales que limitan su capacidad de involucrarse en otras regiones, tanto económicamente como desde el punto de vista político y militar.

Estados Unidos rivaliza con Rusia en el asunto de la venta de combustibles, tema en el cual han estado haciendo esfuerzos por desplazar al gigante eslavo de algunos mercados y ha sancionado a dos de sus más grandes corporaciones petroleras, e incluso a empresas de otros países como la India para obligarlas a dejar de comprar el petróleo ruso y adquirirlo en Estados Unidos, con la justificación de la agresión militar a Ucrania. El otro tema en el que rivalizan con el país de Putin es en el de la producción de armas con avanzado desarrollo tecnológico y el de las armas nucleares.

Trump ha anunciado el lanzamiento de Cúpula Dorada, la construcción, a un costo de 175 000 millones de dólares, de un enorme escudo antimisiles formado por una red de satélites e interceptores que protegería a todo el país de misiles enemigos, incluidos los hipersónicos. También anunció que, después de 30 años reanudará las pruebas con armas nucleares.

La capacidad de Estados Unidos para involucrarse en asuntos y conflictos en otras regiones del mundo no es la misma de hace unas decenas de años. Aunque mantiene intereses por los que velar, tiene que necesariamente ser más selectivo. En una de las regiones de mayor importancia, el Oriente Medio, tiene a su aliado incondicional Israel defendiendo sus intereses. Su papel ha sido el de garantizarle a este todo el respaldo económico, militar y político necesario. Cuando se decidió enfrentar a Irán para frenar su desarrollo nuclear ante el temor de que este pudiese construir el arma atómica, el peso casi total recayó sobre el país satélite. Estados Unidos participó directamente en un bombardeo aéreo porque era cuestión de una sola vez donde ningún soldado yanqui corría peligro y sabía que para ello no tendría oposición interna.

En este proceso de selección de intereses por los cuales velar, la administración Trump ha decidido priorizar América Latina. Garantizar su traspatio. Regresar a la Doctrina Monroe de América para los americanos, aunque dejando más claro que nunca que los americanos no son los habitantes del continente americano, sino los estadounidenses. Además de su importancia desde el punto de vista geopolítico, la región es muy rica en petróleo y otros recursos naturales estratégicos de gran valor.

En función de ello, Trump acaba de lanzar una campaña militar llamada Operación Lanza del Sur (Operation Southern Spear) para, supuestamente, combatir a los cárteles latinoamericanos del narcotráfico, “eliminando a los narcoterroristas del Hemisferio para eliminar el tráfico de drogas que está matando a nuestra gente”. La Operación conlleva un despliegue militar sin precedentes en el mar Caribe. El portaaviones más grande y desarrollado del mundo, un submarino nuclear, ocho buques de guerra y tres buques anfibios, que cargan entre toda una tropa de 15 000 hombres, más otros 5 000 y numerosos aviones bombarderos en Puerto Rico.

Que no existe proporción alguna entre la necesidad de luchar contra el narcotráfico y la presencia en la región de una fuerza militar de tamaña magnitud es algo que a nadie escapa. Entonces, ¿qué pretende realmente Estados Unidos? Entre los analistas existe el criterio casi unánime de que se trata del preludio de ataques, quizás invasión, a Venezuela, país al que el gobierno norteamericano acusa sin la menor prueba de albergar y dirigir el cártel de Los Soles, ser el responsable principal del tráfico de drogas hacia Estados Unidos, y de que su presidente Nicolás Maduro, por quien incluso han llegado a ofrecer 50 millones de dólares por quien dé información que conduzca a su captura, es el líder del mismo.

Tanto el Miami Herald como el Wall Street Journal han reportado que la administración ha identificado instalaciones militares venezolanas presuntamente vinculadas a redes de narcotráfico como posibles objetivos de bombardeo. El New York Times ha informado que Trump está sopesando opciones de intervención más amplias, incluyendo la toma de campos petroleros, atacar las unidades de guardia elite de Maduro e incluso remover por la fuerza al líder venezolano del poder.

Para Trump, terminar su mandato en la Casa Blanca habiendo logrado liquidar o neutralizar las supuestas amenazas que constituyen para Estados Unidos la presencia de regímenes de izquierda y progresistas en América Latina, sería sin dudas un triunfo importante.

Cuba, Venezuela y Nicaragua son los países con gobiernos más claramente de izquierda y antiimperialistas, y los objetivos priorizados en esta campaña. Algunos analistas coinciden en estimar que, estando los cubanos atravesando por tiempos tan difíciles, con constantes apagones eléctricos, carencias de todo tipo, y la mitad de la población queriendo emigrar, Cuba no podría sostenerse si cae Venezuela. Sin Venezuela y Cuba, Nicaragua quedaría como un pequeño tumor maligno que no amenaza con dispersarse y al que sólo habría que chequear cada cierto tiempo.

El resto puede recibir otro tratamiento. Bolivia ya salió de este grupo por la vía electoral como antes Argentina. La izquierda se encuentra atravesando un muy difícil proceso electoral en Chile donde la derecha podría regresar al poder. Estados Unidos continuaría trabajando por esta vía para eventualmente lograr un cambio de régimen en Honduras, Colombia y Brasil, aunque si fuese necesario acudirían, por supuesto, a acciones intrusivas de carácter ilegal y quizás algún tipo de golpe de estado. México se sentiría más aislado, y además Estados Unidos tiene mecanismos para presionar y moderar a su gobierno, mientras que Uruguay es sólo una voz más del coro que desaparecerá cuando haya desaparecido el coro.

¿Pero realmente están los Estados Unidos en capacidad de utilizar su fuerza militar contra Venezuela en forma tal que pueda lograr un cambio de régimen en el país?

Recientemente, en momentos en que Trump se dirigía a abordar el Air Force 1, ante la pregunta de un periodista en relación con sus planes sobre Venezuela, este respondió que ya tenía decidido lo que iba a hacer, pero no podía revelar sus planes.

Pienso que puede tratarse de un bluff típico de este personaje, pero también pudiera ser que tenga contemplado los próximos pasos, aunque dudo que tenga decidido toda una estrategia definida. El objetivo último de cualquier plan en relación con Venezuela seguramente contempla el fin del gobierno de Maduro, pero para intentarlo tiene que estar preparado para acciones de gran magnitud que implicarían riesgos incalculables, incluyendo un alto número de bajas de las tropas norteamericanas, y no parece que Trump esté en disposición de asumir las consecuencias que ello implicaría para él y su administración.

Recientemente Trump autorizó operaciones encubiertas de la CIA en territorio venezolano. Podría ordenar también atacar con bombas y cohetes instalaciones de supuestos cárteles de narcotraficantes, justificando tales acciones con los mismos argumentos, cada vez más cuestionados, con los que hoy justifica sus ataques a lanchas que supuestamente trasladan drogas a Estados Unidos y los asesinatos extrajudiciales contra los ocupantes de estas.

Quizás con amenazas de este tipo lo que se pretende es atemorizar al punto de que las fuerzas armadas venezolanas lleven a cabo un golpe de estado contra el gobierno de Nicolás Maduro. No debe descartarse tampoco que quieran asesinar al presidente Maduro. Condiciones para ello han venido tratando de crear desde hace algún tiempo al considerarlo, sin la menor prueba, como líder de un cártel de tráfico de drogas, calificándolo de narcoterrorista y ofreciendo 50 millones de dólares por información que conduzca a su captura.

Pero para acciones de otra naturaleza destinadas a acabar por la fuerza con el gobierno venezolano tendría primero que crear toda una serie de condiciones, tanto materiales en el terreno como de preparación de la opinión pública, y esto no parece fácil, al menos por ahora.

Encuestas realizadas a mediados de este mes de noviembre en Estados Unidos revelaron que sólo el 26% de los ciudadanos apoya que se lleven a cabo acciones militares dentro de Venezuela o México para atacar instalaciones de narcoterroristas, y según Reuters, tan sólo el 21% apoyaría acciones militares destinadas a derrocar el gobierno de Maduro. Otra encuesta de la firma YouGov sitúa la cifra en el 16%. Además, el nivel de aprobación a la gestión de Trump está en su punto más bajo, un 38%, como consecuencia, principalmente, del alto costo de la vida y las investigaciones relacionadas con el fallecido delincuente sexual convicto Jeffrey Epstein, según una encuesta de Reuters/Ipsos de mediados de noviembre. Otras encuestas y algunos análisis apuntan a un posible contundente triunfo demócrata en las elecciones de medio término del próximo año. Trump debe estar muy preocupado con todo esto.

Sin embargo, dos anuncios muy recientes provenientes del gobierno estadounidense aportan nuevos elementos a considerar. El 16 de noviembre el Departamento de Estado anunció que designaba al Cártel de los Soles como organización terrorista internacional, lo cual se haría efectivo a partir del 24 de noviembre. El Secretario de Estado Marco Rubio reiteró la acusación de que Nicolás Maduro es el jefe de este cártel, al cual supuestamente también pertenecen otros altos funcionarios del gobierno venezolano. En la declaración señala a Maduro como narcotraficante, corrupto presidente ilegítimo de ese país.

En realidad, no existen evidencias de ningún tipo de que si quiera exista este llamado Cártel de los Soles, y varios expertos y ex funcionarios del gobierno han expresado su preocupación por esta designación y las declaraciones de Rubio, pues estiman que se trata de posibles pasos previos de la administración Trump para justificar posteriores acciones militares contra el gobierno de Venezuela.

Por otra parte, el día 17 el presidente Trump, respondiendo a preguntas de periodistas declaró que no descarta poner tropas en territorio venezolano, y que para hacerlo no necesita de la autorización del Congreso. Sin embargo, añadió que está dispuesto a conversar con Maduro, considerando que este ha expresado su interés en sostener conversaciones.

¿Serán verdaderamente serias estas intenciones de dialogar con el gobierno bolivariano? ¿Se tratará de una estratagema de Trump acceder a esa reunión con la intención de hacerla fracasar con demandas tales como la salida de Maduro y la formación de un gobierno de transición, seguramente inaceptables, para luego argumentar que agotó todas las posibilidades de solución pacífica y el gobierno venezolano se negó a ello, por lo que no le queda otra alternativa que el uso de la fuerza? Es una posibilidad.

Pero también si existieran serias intenciones de llevar las conversaciones a cabo para tratar de encontrar soluciones, habría que ver cuáles son realmente las pretensiones de Trump. Es difícil saberlo porque hay muchos intereses en juego, y probablemente algunos asesores proponiendo soluciones diferentes. Pero en ese caso quizás unas buenas preguntas serían: ¿Qué interés pesa más para el presidente de Estados Unidos, el político que se resolvería con el derrocamiento del gobierno bolivariano, a un costo probablemente muy elevado, o los recursos naturales de Venezuela? ¿Si fuese este el caso estaría dispuesto Maduro a ceder hasta el punto que satisfaga las ambiciones de Trump?

El escenario se presenta sombrío y peligroso. Trump es bastante impredecible, pero al menos hasta ahora se ha mostrado cauteloso en el empleo de las armas, En cualquier caso, lo único que queda claro es que para Estados Unidos el gobierno bolivariano en Venezuela es un hueso atravesado, y de una forma u otra, ahora o más tarde, van a tratar de eliminarlo.

La intención de derrocar al gobierno bolivariano mediante el uso de la fuerza puede conjurarse. Para ello es necesario actuar con vigor y tenacidad en la unidad de las fuerzas progresistas de América Latina y en ganar la opinión pública de Estados Unidos. Es necesario que una agresión a Venezuela se sienta como una agresión a toda la América Latina, que cada pueblo la sienta como si fuese contra su propio país. El fortalecimiento y la preparación militar en Venezuela también son de suma importancia. Esta guerra hay que ganársela a los imperialistas evitando que se lleve a cabo. El momento es ahora. Un fuerte trabajo en los terrenos militar, político y de las ideas puede impedirla.

Relacionados
Trump, Sudáfrica y el G20
noviembre 21, 2025   0

Déjanos tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *