A propósito de la próxima Cumbre del Grupo de los G77 más China en La Habana: Un proyecto de declaración recorre el mundo
Como parte de la preparación de la Cumbre del Grupo de los G77 más China, que se celebrará en La Habana del 15 al 16 de septiembre del presente mes de septiembre, se ha venido discutiendo durante meses un proyecto de declaración, que aprobarían los jefes de delegaciones asistentes al foro, y que constituiría el principal mensaje político que proyectará dicho cónclave hacia el futuro. Casi dos semanas antes de la cita se divulgó el texto, que ya cuenta con el consenso de las representaciones de los países miembros ante la Organización de Naciones Unidas en New York, y que se conocerá como la declaración sobre “Retos actuales del desarrollo: el papel de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación”.
Para muchos este podría significar solo un documento más, otro ejercicio de diplomacia multilateral que no tiene relación con el día a día de la gente, que tributa a un evento que podría constituir un torneo de discursos y oportunidades para tomar fotos memorables. Pero la realidad, como siempre, es mucho más compleja.
Antes de referirnos a algunas de las ideas recogidas en el documento, vale decir que el mismo es la síntesis de un extenso proceso de negociaciones en el que 134 naciones, es decir, 134 gobiernos y sus 134 cancillerías han resumido aquellas ideas en las que tienen un consenso.
Si tuviéramos dudas sobre el significado de dicho logro, hagamos el ejercicio de convocar a solo 3 o 4 amistades para escribir entre todos al menos una cuartilla sobre cualquier tema de interés común, sea deportivo, cultural o religioso. De inmediato surgirán diferencias que no se podrán resolver con votaciones, mediante las que simplemente la mayoría vence a la minoría, y esta última no se siente parte de la redacción final. Es mucho más complicado cuando el ejercicio lo realizan representantes oficiales de Estados que tienen su propia historia, cultura, principios, legado y también diferencias políticas al interior de su tejido social.
Entonces volvamos al punto de que el consenso que se anuncia se ha alcanzado entre 134 naciones, que representan el 80% de la población mundial.
Este hecho de por sí ya indicaría la capacidad de liderazgo que ha mostrado la diplomacia cubana, en representación de su pueblo y autoridades. Representa además un voto de confianza significativo de pequeños, medianos y grandes países que han apostado por la profesionalidad, la honestidad y la transparencia de Cuba para encabezar este ejercicio.
Este consenso también apunta en la dirección de la urgencia que todos sienten para abordar estas cuestiones, porque actuaremos de forma expedita ante algunas de ellas, o ya no habrá tiempo para recuperarnos.
Otros elementos a tener en cuenta en este análisis, son las circunstancias en que se ha logrado tal resultado y el contenido del mismo. En relación con lo primero, cabe decir que vivimos en una circunstancia de gran incertidumbre, en la que la Humanidad atraviesa un período de transición hacia un nuevo orden internacional. Este tránsito ya se ha operado en varias ocasiones a lo largo de la historia, solo que siempre ha estado precedido de una conflagración bélica de grandes proporciones, que, en dos oportunidades, ambas durante el siglo XX, han tenido una escala mundial. Este hecho implica que una buena parte de los convocados a la Cumbre estarían asumiendo ahora mismo una nueva mirada respecto a su entorno, a sus alianzas y a sus proyecciones exteriores.
El contenido del anunciado consenso merece también un destaque y un análisis por separado. En este tipo de documento es quizás tan importante registrar aquellos temas que se mencionan de forma expresa, como los que no aparecen declarados.
De los primeros cabría destacar, entre otros muy importantes, la definición que hacen los G77 más China sobre los temas priorizados del momento, una especie de foto colectiva de la actualidad.
El obturador de esa cámara ficticia se ha disparado ante un orden económico internacional “injusto para los países en desarrollo”, que aún no se recuperan del estremecimiento que ha significado la COVID19, que no han podido sobreponerse a todos sus estragos y temen la ocurrencia de una pandemia similar en el futuro, sin haber cerrado las heridas de la primera. Pero el Grupo considera que todo ello se agrava a partir de:
- las tensiones geopolíticas
- las medidas coercitivas unilaterales
- las crisis económicas y financieras
- la fragilidad de las perspectivas económicas mundiales
- el aumento de la presión sobre los alimentos y la energía
- el desplazamiento de las personas
- la volatilidad de los mercados
- la inflación
- el ajuste monetario
- la creciente carga de la deuda externa
- el aumento de la pobreza extrema
- el aumento de las desigualdades dentro de los países y entre ellos
- los efectos adversos del cambio climático
- la pérdida de biodiversidad
- la desertificación, las tormentas de arena y polvo y la degradación del medio ambiente
- las brechas digitales
Estos fenómenos gravitan sobre el llamado Sur Global sin que exista una hoja de ruta clara para poder hacer frente a los mismos de manera coherente y efectiva.
Por cierto, desde el Norte podría mostrarse algún interés sobre esta lista, pues se trata de penas comunes que sufren comunidades y zonas al interior de sus propias geografías, que están muy lejanas del nivel de vida de los segmentos de mayores ingresos y distantes de las opulencias de las grandes ciudades y las capitales.
En el análisis vale la pena hacer mención también a algunas de aquellas cuestiones que no aparecen listadas en el texto que nos ocupa, pero que sí son el centro de las “preocupaciones” que manifiestan las asociaciones del Norte político, particularmente la OTAN, y que desde su maquinaria de comunicación social se intenta persuadir a todos que son las grandes urgencias.
En el borrador de consenso que se ha divulgado no hay referencias a: la Operación Militar Especial de Rusia en Ucrania, la agresividad tecnológica de los tigres asiáticos (no solo China), los cambios políticos que se registran en África y que sacan del poder a gobernantes pro europeos, el descenso del peso relativo del dólar en las transacciones internacionales, el aumento de las propuestas progresistas y socialistas en América Latina.
En el proyecto de declaración que se revisará en La Habana tampoco se menciona por su nombre a la llamada Cuarta Revolución Industrial, más allá del aumento de la llamada brecha digital, pero sí aparece una referencia significativa en cuanto a “garantizar un desarrollo, acceso y uso ético, fiable y más equitativo de la inteligencia artificial”. No existe un enfoque ni siquiera similar en este aspecto en documentos colectivos del G-7, o la Unión Europea. Todo lo contrario, se protegen los intereses de las grandes transnacionales que incursionan en dichos desarrollos.
Hay otro elemento fundamental en esta propuesta y tiene que ver con la forma en que estas 134 naciones pretenden hacer avanzar sus acciones. Las nueve páginas de puntos comunes están llenas de referencias a “actuar unidos”, “solidaridad mundial”, “cooperación internacional”, “beneficio para todos”, “comunidad de futuro compartido”, además de los llamados a “modos de vida sostenibles” y “ciencia/conocimiento abierto a todos los niveles”, “sociedad de la información inclusiva”.
No existe una sola idea que implique la preponderancia de uno de los miembros del grupo sobre el resto, no hay un hegemón, no hay un solo país que se considere como el paradigma, o el ejemplo a imitar por los demás.
Como novedad también debe citarse la comprensión colectiva, quizás como nunca antes, de que la Ciencia, la Tecnología y la Innovación tienen un papel que desempeñar para el desarrollo de todos los que han sido relegados, razón por la que se proponen nuevos encuentros y ejercicios colectivos para lograr tales propósitos. Es decir, se entiende que todo no puede ser expresado de una sola vez, por lo que se pretenden dar subsecuentes pasos en esa dirección.
Entre las cuestiones que no se mencionan en el documento, y que debieran ser centro de atención en venideras reuniones, debería estar la formación de recursos humanos en universidades y centros de investigación al interior del propio grupo. Los que no existan hoy habrá que crearlos. Al menos en el campo de las ciencias sociales, resulta una contradicción pensar que la magnitud de los cambios que deben producirse pueden estar encabezados por líderes que son formados, y de paso moldeados, en las instituciones educativas de aquellos países del Norte que han protagonizado el despojo, la marginación y la exclusión contra el resto de la Humanidad. Siempre habría excepciones, pero se necesita también de médicos, ingenieros, expertos, investigadores, emprendedores, que pongan la realización colectiva por delante de la individual, que tengan en sus horizontes el beneficio de sus comunidades por encima de las metas personales. Habrá que construir edificios sobre pilares nuevos.
Como se conoce, el G77, a diferencia del Movimiento de Países No Alineados, rota su presidencia, pero no convoca reuniones cumbres de manera cíclica. Por tanto, cada cumbre del G77 es por si misma histórica y esta lo será aún más por la coyuntura en que ocurre.
Cada cubano debería preguntarse cuál es el significado de que otras 133 naciones hayan confiado ahora en nuestra calidad como anfitriones, a pesar de las enormes limitaciones materiales que padece el país. La elección de Cuba para coordinar temporalmente a este colectivo no es solo muestra del fracaso de la política estadounidense de aislamiento contra nuestro país. Es mucho más. Es un grito de 133 voces diciendo que Cuba es un país respetado dentro de la comunidad internacional, al que se le reconocen capacidades de liderazgo y ponderación. En La Habana han tenido lugar dos cumbres del Movimiento de Países No Alineados (1979, 2006), sendas reuniones ministeriales asociadas a las anteriores y una Cumbre Sur (2000, también del G77), aunque sin ejercer la presidencia pro tempore entonces. Cabe agregar en esta lista la multiplicidad de eventos de la CELAC, CARICOM, AEC, ALBA-TCP y otros muchos órganos regionales.
En plena década de los años 60 del siglo pasado, cuando en Cuba llegaron a operar más de 100 bandas de los llamados alzados, financiados y organizados desde territorio estadounidense, que causaron 600 víctimas entre la población civil, cuando recién comenzábamos a sufrir los efectos del bloqueo económico-comercial y financiero, La Habana fue una y otra vez el punto de encuentro de las fuerzas políticas que finalmente convocaron la primera Conferencia Tricontinental, la cual en enero de 1966 creó la Organización de Solidaridad para Asia, África y América Latina (OSPAAAL). Se considera que ese momento significó una extensión hacia esta última región del Movimiento de Países No Alineados.
En La Habana de nuevo se convoca y se acoge, se discute y acuerda, se brinda y se recibe solidaridad, se escucha y se propone en plano de igualdad, se respeta y se defiende la soberanía. Solo así podremos soñar y construir un futuro mejor.
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