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EE.UU. en la Dinámica de las Relaciones Internacionales de la región de Asia y Oceanía. La República Popular China y Japón

febrero 10, 2017   0

Monzon

 

 

Pedro Monzon Barata

La política de los Estados Unidos hacia la región de Asia y Oceanía ha estado afectada por la llamada multipolarización, dentro de cuyo marco China ha desempeñado un papel descollante y creciente y por la gran importancia que ha adquirido la región como centro planetario de gravitación económica.

Ello se ha expresado en la progresión de la política exterior de EE.UU. en la región, que ha seguido su patrón tradicional de dominio, pero con rasgos distintivos que responden a la nueva época y circunstancias. En la última década, administración tras administración, EE.UU. ha venido haciendo declaraciones y ajustes que han conducido a la conformación de su actual política exterior hacia China y la región en su conjunto.

Aunque en línea con su arquitectura de dominio tradicional, durante el gobierno de Obama se han establecido bases distintivas de la política exterior de EE.UU. hacia Asia y Oceanía, que marcan algunas diferencias con los patrones tradicionales, desde el propio período de la campaña electoral.

Dentro del complejo de variables causales de estos cambios, la apreciación de cómo manipular el papel creciente de China constituye el factor clave. A diferencia de los anteriores candidatos, cuya postura fue muy agresiva, Obama proyectó una actitud conciliadora con China y dio preeminencia a la política pragmática del “comprometimiento” (engagement) en el período preelectoral y en la primera etapa de su gobierno. Sin embargo, en la segunda etapa, se produjo un endurecimiento. Es decir, se pueden distinguir dos fases: una, la que priorizó el comprometimiento, y la segunda, que propugnó el “rebalance” o pivote, que es lo que ha caracterizado a la política exterior de EE.UU. hacia China hasta el momento y que combina el comprometimiento (engagement) con la contención (hedging) y el ejercicio de influencia mediante el uso de presiones multilaterales (balancing).

En la primera etapa, a principios del 2009, Obama se propuso atraer a China a su política en diferentes terrenos. Le ofreció la bienvenida como potencia emergente, siempre que se sumara al orden internacional vigente y asegurara ser un actor estabilizador, no disruptivo[1]. El interés manifiesto fue reconocer a China como actor global, solo si operaba dentro del sistema internacional establecido y si ello implicaba asumir responsabilidades a tono con la situación vigente, en momentos en que EE.UU. estaba muy implicado en las guerras de Irak y Afganistán.[2]

Esta política fue considerada un fracaso en EE.UU., al apoyarse, en un primer momento, en el argumento de que China no había cooperado con Obama durante la Cumbre Mundial sobre cambio climático COP15, en diciembre de 2009. Luego agregaron, el insatisfactorio resultado de la visita del Presidente estadounidense al país asiático,[3] el rechazo de China a la autorización estadounidense de venta de armas a Taiwán por más de 6000 millones de dólares[4], y la recepción del Dalai Lama por el Presidente Obama en 2010. De tales evaluaciones se derivó, como resultado, la evolución hacia una política francamente restrictiva.

El tránsito hacia el rebalance de la Política de los EE.UU. Sus causales

Dado que el cambio de política exterior se produjo hacia el llamado rebalance (calificado inicialmente como pivot, término acuñado por las concepciones estratégicas realistas), resulta obvio que EE.UU. concluyó que la opción de sumar y, de esa manera, controlar a China, no representaba una alternativa factible utilizando principalmente el recurso del comprometimiento. Los componentes de toda la estrategia y de tal cambio, confirman que, en la médula de esta estrategia, se encuentra la convicción de que China desempeña un papel fundamental en la política de EE.UU. Los argumentos han girado alrededor de la idea básica de que el despliegue general de la influencia china invade sus intereses y debe dar lugar a una respuesta de los EE.UU.

Sucesivas señales aparecieron de forma pública acerca de las nuevas concepciones políticas hacia el endurecimiento y el rebalance. Los discursos de la ex Jefa del Departamento de Estado, Hillary Clinton, en 2009, su artículo en la Revista Foreign Affairs America’s Pacific Century” de 2010 y más tarde en intervenciones sucesivas en Hanói (2010) y Filipinas (2011) representan planteamientos bien precisos y son muestra de ello.

Ya en febrero del 2010, la Revisión Cuadrienal de Defensa de EE.UU. inicia la justificación de la ofensiva al establecer que los dos mayores retos de seguridad en Asia Oriental son Corea del Norte (…) y enfrentar el surgimiento de China y el crecimiento de su influencia global.”[5] Según sus propios términos, advierte, a renglón seguido, contra el acceso de las fuerzas chinas –como resultado de su continua modernización y expansión– a áreas de conflictos potenciales, tales como los mares adyacentes a Taiwán, el Mar del Sur de China y el Mar del Este de China.[6]

En agosto de ese propio año, el Departamento de Defensa de los EE.UU. afirmó ante el Congreso que: “El Ejército Popular de Liberación busca aumentar su fuerza con el objetivo de obtener el predominio en las disputas en el Mar del Este de China y en el Mar del Sur de China”. Añadió que “China podría comenzar a trabajar en la construcción de su propio portaviones en cuestión de un año y que, a pesar del mejoramiento de las relaciones con Taiwán, no ha reducido el tamaño de sus fuerzas asignadas contra la isla.”[7]

Otras manifestaciones de este carácter se sucedieron y años más tarde, en el Informe Anual al Congreso de EE.UU. sobre Desarrollo Militar y de Seguridad de la RPCH de 2014, se insistió en que la modernización y expansión militar china no es transparente, se prepara para contingencias en el Estrecho de Taiwán, el Mar del Sur de China, el Mar del Este de China, y en otros lugares del globo (…) y está generando fricciones con países vecinos, algunos aliados de los EE.UU.[8]

El resumen ejecutivo de ese documento concluye con un diseño de respuesta: El Departamento de Defensa busca continuar construyendo una relación entre militares de los EE.UU. y China que sea sostenible y sustantiva, mientras que alienta a China a contribuir constructivamente a los esfuerzos junto a los EE.UU., nuestros aliados y asociados, y toda la comunidad internacional a mantener la paz y la estabilidad. A la vez que los EE.UU. construyen una base más fuerte para la relación militar con China, también continuará monitoreando la evolución de la estrategia, doctrina y desarrollo de las fuerzas de China y la impulsará a que a sea más transparente acerca de su programa de modernización. De conjunto con sus aliados y asociados, los EE.UU. continuarán adaptando sus fuerzas, enfoque y conceptos operacionales para mantener un ambiente estable y seguro en la región de Asia-Pacífico”.[9]

Tales afirmaciones en documentos oficiales del gobierno de los EE.UU. dan fe del cambio de política hacia el rebalance, que responde al carácter de la emergencia china,  junto a un número de causales que se analizan a continuación.

Vale reiterar que el propósito esencial de esta política es evitar la pérdida de la tradicional supremacía estadounidense en la región, mantener el control de sus intereses vitales, y conservar una exclusiva competencia para ejercer el poder imperial, lo que reconocen como el sostenimiento de la capacidad para “enfrentar cualquier amenaza a la paz” y “vencer en caso de guerra”.[10] Como parte de semejante propósito, EE.UU. ha trabajado por fortalecer las alianzas establecidas, afiliar a buena parte del resto de los países de la zona y neutralizar a otros, para formar un bando de control y contencion de la expansión china.  Ello no desconoce que EEUU  (y todos los países de área)  tienen otros objetivos, que son adicionales. Entre ellos, el enfrentamiento a las amenazas permanentes de la piratería y el terrorismo, incrementadas como resultado de las guerras iniciadas por EE.UU. después del 11 de septiembre de 2001,  y contener la política “al borde del abismo” de la República Popular Democrática de Corea.

El alcance del protagonismo chino es de peculiar importancia y coincide con el impacto de la serie de reformas iniciadas por Deng Xiaoping. Vale precisar que, como resultado de este proceso sostenido, China dejó de ser un país inmenso pero humillado, pobre y menor, para convertirse en un impresionante actor económico de primera línea. En el 2010 se situó en el segundo lugar de la economía mundial, al sobrepasar a Japón; su Producto Interno Bruto (PIB) superó los 10.35 billones de dólares en 2014, solo aventajado por EE.UU., y mantuvo un crecimiento medio de 9.8% desde 1979.[11] Arribó al tercer lugar en la exportación mundial de bienes y acumuló la mayor reserva de divisas del planeta.[12] En la esfera multilateral los aportes aumentan continuamente y ya son sustanciales. [13]

En el contexto de la dinámica región Asia-Pacífico y globalmente, y como parte de un proceso natural, tal comportamiento económico ha tenido una expresión inevitable en el despliegue, esencialmente regional, de las funciones y el poder político-militares del país, que han entrado en conflicto con los intereses de otras naciones vecinas, y le ha llevado a ocupar espacios que compiten y amenazan con la supremacía tradicional estadounidense.

Ello representa, de facto, una ruptura del status quo existente; que se ha manifestado, en concreto, en ese empuje cada vez mayor por recuperar espacios y territorios adyacentes que, según alega, le son históricamente propios, y en la promulgación de decisiones que se proponen establecer su soberanía sobre las áreas del Mar del Sur y el Mar del Este de China, que considera partes inseparables del país y, según aducen, son vitales en la protección de la integridad territorial y la seguridad nacional.

Tales políticas han estado y están dando lugar a frecuentes fricciones y diferendos territoriales con países vecinos, incluyendo a Japón,  quienes, por su parte, quieren imponer sus propias reclamaciones, y explican la revancha de EE.UU., que se afana por reimplantar su tradicional e incuestionable superioridad, asentada en el predominio del orden occidental. En las circunstancias actuales, este fenómeno, implicado por la emergencia china, a contrapelo de las intenciones de dominación de Washington, genera inestabilidad en el esquema geopolítico reinante y se ha acompañado por el interés activo de este y otros países de la región por encontrar contrapesos que permitan frenar su empuje y asegurar un balance de fuerzas.

El crecimiento monumental de China continuó a pesar de la desaparición de la URSS y otros países socialistas, y el consiguiente fin de la Guerra Fría, cuando el bipolarismo cedió el lugar al dominio casi absoluto de EE.UU. Pero la unipolaridad solo constituyó un período de tránsito. La emergencia como actores importantes de otros países en la región y fuera de ella ha dado lugar a la aparición de diversos polos de poder, dentro de los cuales aún sigue siendo cierto que  EE.UU. continúa teniendo el papel preeminente, aunque en declive.

El surgimiento de China como potencia ha sido el factor más importante dentro este amplio fenómeno conocido como multipolarizacion de las relaciones internacionales, que otorgan, indudablemente,  un carácter relativo al predominio planetario de una sola potencia y por ello se constituye en un factor fundamental que determina  el alcance y las limitaciones del rebalance.

El despertar del gigante asiático y su impresionante desarrollo; la emergencia de India; la vigorosa reaparición política de Rusia en el escenario internacional, potenciada por el desarrollo de su alianza con China (ambos con el protagonismo político adicional derivado de su membrecía en el Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas); el surgimiento de la OCS, de los BRICS, del BAII, de la Nueva Ruta de la Seda y de la madeja de relaciones de interdependencia inducida por la multiplicación de acuerdos de integración, junto al desarrollo de otros esquemas multilaterales y la actividad de las transnacionales con sus vinculantes cadenas de valor, entre otros acontecimientos, han complicado el escenario global contemporáneo. El panorama hoy es mucho más complejo que el del mundo bipolar y unipolar. Es necesario tener todo ello en cuenta para aquilatar y caracterizar las nuevas políticas de EE.UU., hacia el mundo, la región de Asia y Oceanía y, muy en particular, hacia China.

Por consiguiente, la irrupción de estos múltiples polos de poder ha condicionado la debilitación absoluta y relativa de EE.UU., de sus aliados en el área y, en particular, de Japón, relegado en los terrenos económico, político y militar, debido a su estancamiento económico, al enérgico y monumental crecimiento chino, a las restricciones impuestas por la Constitución pacifista y a la resistencia de su pueblo a la remilitarización. El desplazamiento y dispersión de las influencias, la entrada de estos otros actores en el juego de las políticas regionales y globales –donde los predominios son relativos– tienden a amplificar la dimensión de China.

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[1] Ver Medeiros y Bader.

[2] Como gestos contemporizadores, pero subordinados a esta estrategia, Obama no recibió al Dalai Lama (lo que si habían hecho presidentes anteriores), y programó una visita a Beijing en el propio 2009.

[3] “El Presidente Hu Jintao no permitió preguntas. El Presidente Obama se enfrentó en su primera visita a una China en rápido crecimiento más decidida a decir no a los EE.UU. El viaje mostró más las habilidades chinas de rechazar las presiones externas, que lo que se logró avanzar en los principales temas de la agenda de Obama”. China Holds Firm on Major Issues in Obama’s Visit – The New York Times, www.nytimes.com/2009/11/18/world/asia/18prexy.html.

[4] US Engagement Policy toward China (1), Realism, Liberalism, and Pragmatism, Tsuneo Watanabe, January 31, 2014.

[5] No obstante, se confirma la política de compromiso tradicional, al establecer que en lugar de tratar a China como enemigo que requiere ser contenido, “los EE.UU. le dan la bienvenida a una China fuerte, próspera y exitosa, que desempeñe un mayor rol global”. US Department of Defense, Quadrennial Defense Review Report, February 2010, p. 60, en http://www.defense.gov/qdr/images/QDR_as_of_12Feb10_1000.pdf.

[6] Ibídem.

[7] Watanabe, ob. cit.

[8] No obstante, afirma también que el propósito chino es asegurar la paz y estabilidad en la región y evitar la confrontación con los EE.UU.

[9] Annual Report to Congress: Military and Security Developments Involving the People’s Republic of China 2013 A Report to Congress Pursuant to the National Defense Authorization Act for Fiscal Year 2000, Department of Defense of the United States of America: http://www.defense.gov/News/Publications.

[10] Idem.

[11]The World Bank Data, 2015.

[13] China es el primer contribuyente a las operaciones de paz de la ONU y el segundo mayor aportador a su presupuesto. En el año 2015 creó fondos especiales para la paz y el desarrollo con la ONU, la cooperación Sur-Sur y la colaboración para enfrentar el cambio climático, el último de los cuales entraña un aporte de 3.134 millones de dólares. También condonó las deudas con los países menos desarrollados. En la cumbre del clima de París este mismo año, expuso una voluntad de compromiso estimada por todos. Igualmente apreciados son su firma de los tratados de no proliferación nuclear y de los ensayos y las convenciones de armas químicas y biológicas, así como la del mar, entre otras.


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