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Conflicto

Estados Unidos, Israel y el Estado palestino

enero 26, 2024   0

La implementación de la Operación Espadas de Hierro de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF, en inglés, y en lo sucesivo) en Gaza, en respuesta al ataque del brazo armado de Hamás contra el estado de Israel, el 7 de octubre de 2023, ha devenido operación de castigo criminal e inmisericorde, cuyo ensañamiento deliberado reviste el propósito de expulsión de la población palestina fuera de los límites del enclave, como ha quedado demostrado.

Lo anterior ilustra la pretensión colonialista del sionismo israelí de retomar el control militar de Gaza, en primera instancia, para la ejecución de un hipotético rediseño del territorio que, en principio, apuntaría al reajuste demográfico de la zona, sin perder de vista también todo intento de ampliar el espacio físico de Israel.

La impopularidad de la operación militar sionista ha rebasado los marcos de los países árabes e islámicos para convertirse objeto de demostración sistemática internacional, sobre todo en ciudades de los EE.UU. y en países de la UE, aliados y socios de Tel Aviv, en cuyo contexto se ha reavivado la idea de la solución del conflicto israelo-palestino mediante dos estados.

Paralelamente, los bombardeos criminales de las IDF contra la población gazatí provocó la presentación de la denuncia de acto de genocidio ante la Corte Internacional de Justicia, por parte del gobierno sudafricano, en el último tercio de 2023, que ha sido un aliado incondicional histórico de la causa palestina.

Si el objetivo de la operación militar en Gaza, planteada por el gabinete de emergencia nacional, que encabeza el primer ministro Benjamín Netanyahu, era la destrucción de Hamás como organización nacionalista islámica palestina y de resistencia armada, no parece una misión alcanzable en el corto plazo previsible.

Lo anterior ha sido reconocido por el alto mando de las IDF, dejando por sentado que durará meses, realidad esta que coincide con el accionar militar y político-diplomático de Hamás en el entorno regional, que ha contado con lamediación de los gobiernos de Türkiye y el estado de Catar para la solución de los rehenes de diferentes nacionalidades, en manos de la organización beligerante, y la liberación de presos palestinos demandados a cambio que yacen en las cárceles israelíes.

De ese desempeño fue posible la liberación de 84 israelíes y 24 extranjeros por parte de Hamás y 240 palestinos de las cárceles del gobierno sionista.

Al mismo tiempo, ambos países mencionados integran el concierto árabe e islámico, que se han hecho eco del reclamo de la solución de los dos estados, uno israelí y otro palestino, para cerrar este espinoso capítulo de la historia contemporánea regional y mundial, que en los comienzos de 2024 se ha transformado en uno de los temas de la agenda internacional con relevancia, el cual involucra al gobierno de los EE.UU.

Washington ha subrayado a su aliado la necesidad de retomar este propósito, como uno de los objetivos insoslayables para evitar una escalada de confrontación bélica en la región, y por esa vía garantizar el proceso de rapprochement con el universo árabe, que tiene en los Acuerdos de Abraham un curso de acción de continuidad.

Para los intereses de los EE.UU. en Medio Oriente la concreción de dichos acuerdos constituye un aspecto primordial para su política exterior, atendiendo a los intereses geopolíticosdela superpotencia, de mantener la supremacía (política, diplomática y militar) en esa parte del mundo.

Resulta evidente que la solución de la problemática palestina representaría un activo para Washington y sus socios árabes, requeridos de paz y estabilidad para concentrarse en el desarrollo de sus economías respectivas, como así lo han puesto de relieve Egipto, Jordania y Catar, por citar ejemplos destacados, cuyos gobiernos han mostrado un activismo importante de respaldo humanitario para Gaza y el respaldo de un estado para los palestinos.

Todo lo expresado arriba se reafirma en momentos de competencia evidente que representa la presencia de Beijing en la región, que amplía sus vínculos de todo tipocon varios países, altiempo queenfatiza su respaldo a la creación de un estado palestino, por intermedio de las declaraciones aportadas por el canciller Wang Yi, en su periplo anual africano de inicios de 2024.

Sin embargo, no sería sorprendente que Washington “apelará” a los buenos oficios de Beijing, para que se sumara a respaldar un hipotético proceso negociador impulsado o patrocinado por la superpotencia, como parte de los espacios de cooperación entre ambos actores, que sostienen un diálogo crítico de alto nivel.

En este contexto, la posición sustentada por la Administración estadounidense sobre Palestina quedó ratificada el 19 de enero último, durante la conversación telefónica sostenida entre Biden y Netanyahu, como parte de los contactos regulares acordados entre las partes en materia de seguridad.

Dicho intercambio evidenció las diferencias, cada vez más notorias, entre los dos estadistas respectoal tema, en el cual el líder sionista sustentó su negativa a esa posibilidad, lo que subraya la postura ultranacionalista y ultraconservadora del gobierno actual en Israel, que introduce una carta de mayor complejidad al frágil equilibrio existente en Medio Oriente.

Esa fragilidad tiene que ver, sobre todo,con el conflicto bélico patente en la región, con un protagonismo de los rebeldes hutíes yemeníes con sus ataques con misiles y drones hacia Israel y las posiciones militares estadounidenses, principalmente en el Mar Rojo.

Se agregan los ataques con cohetes de Hezbolá,desde el Líbano,hacia el norte de Israel, que ha obligado a la evacuación de unas cien mil personas, y las acciones de las IDF, en el desarrollo de su operación punitiva en Gaza, que ha contemplado objetivos diversos en Líbano, Siria e Iraq, de la misma manera que la resistencia antisionista en Iraq ha atacado posiciones militares estadounidenses al norte del país árabe, que también contemplaron la base ilegal estadounidense en suelo sirio.

Las acciones descritas abren una interrogante en el corto y mediano plazos sobre las posibilidades de paz en la zona, con Teherán en la mira de las acciones sionistas y de organizaciones terroristas que operan en la región, como resultanlos casos del Estado Islámico y del “reaparecido” Jaish al-Adl[1], que apuntan contra objetivos iraníes puntuales.

Paralelamente, un actor regional como Arabia Saudí, apreciado por Washington como pieza clave para la consumación de los Acuerdos de Abraham ha trenzado sus demandas frente a los EE.UU. e Israel, para asumir con integralidad sus relaciones con Tel Aviv, que revelan demandas, tales como: (i) Creación del estado palestino; (ii) Seguridad estratégica de los EE.UU. hacia el Reino, y; (iii) Venta de armamento estadounidense de avanzada a Riad.

Merece recordar que, desde la firma de los Acuerdos de Camp David que abrió las puertas al reconocimiento de Tel Aviv por un país árabe, de mayoría musulmana, como Egipto, y hasta el presente, Arabia Saudí ha tratado desempeñar un rol activo en la solución de esta problemática, con la creación de un estado palestino como condición sine qua non; realidad esta que legitima su papel además de interlocutor con los palestinos, fundamentalmente con la Autoridad Nacional.

Por su parte, el MNOAL se hizo eco de una propuesta presentada por el gobierno cubano que apunta al reconocimiento y necesidad de la creación de un estado palestino y la conformación de una conferencia internacional sobre el tema, a través de la AGNU que, en principio, pudiera recibir algún tipo de respaldo formal por parte del secretario general de la ONU, tras sus críticas acerbas dirigidas por él contra la actitud criminal del gobierno israelí respecto alos ataques perpetrados contra la población civil gazatí.

También el alto representante para la Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, presentó un plan de paz integral para el conflicto israelo-palestino, que contempla la celebración de una conferencia internacional con otros estados de Medio Oriente, ONU y los EE.UU.

Borrell cuenta desde ya con los respaldos de Bruselas y Madrid en un intento de activar un proceso negociadorque, si bien resulta importante el respaldo de la comunidad internacional, tiene rótulo estadounidense atendiendo a la relación estratégica vigente entre Washington y Tel Aviv, diferencias aparte entre la administración Biden y el gobierno ultranacionalista y ultrarreligioso israelí.

A lo apuntado, se añade el precedente que significó el proceso negociador que condujo a los Acuerdos de Oslo, en el cual los EE.UU. desempeñaron un papel clave.

Precisamente, el secretario de Estado Anthony Blinken acaba de deslizar en el contexto de Davos 2024, la necesidad para los EE.UU. de lograr una “regionalización” de los esfuerzos en torno a las realidades (palestinas) en Gaza y Cisjordania (que serían los territorios esenciales del futuro estado palestino, amén del reclamo saudí y de otras partes de la restitución de los territorios palestinos de antes de 1967).

Una mirada al panorama prevaleciente en el concierto palestino, a principios de 2024, obliga a reconocer que, si bien la Autoridad Nacional Palestina mantiene su condición de interlocutor para Tel Aviv, Washington y Bruselas, por un lado, así como para el MNOAL, el G77+China y la propia Unión Africana, por el otro, resulta evidente que para contribuir al avance de un proceso de conferencia internacional de paz será necesario el establecimiento de un consenso mínimo entre todas las partes palestinas contrapuestas.

El referido consenso tendría a su favor el peso específico de una crisis existencial en Israel que, pese a todo esfuerzo del establishment sionista por desconocer esa realidad, la solución de la problemática palestina constituye uno de los temas del inventario a considerar.

Algunas consideraciones

Resulta evidente que se está configurando un momento importante, a nivel internacional, en lo que respecta a la causa palestina y su derecho a disponer un estado independiente, a partir de la acción armada de Hamás contra el estado de Israel; realidad esta que ha evidenciado la proyección favorable de varios de actores que favorecen un proceso dirigido a alcanzar el objetivo apuntado.

La administración Biden ha expresado una postura favorable a la solución de dos estados, uno israelí y otro palestino, para poner punto final a la problemática, que se agravó con la fundación de Israel, hace 75 años, y desde entonces ese pueblo se ha enfrentado a la tragedia.

No obstante, Washington presenta limitaciones reales para impulsar ese espinoso derrotero negociador requerido, si se tiene en cuenta su vocación de defensa de su aliado sionista, en un año electoral presidencial, frente a signos de mayor sensibilización por el tema palestino al interior de esa sociedad, algo verdaderamente inédito en la superpotencia en los niveles exhibidos.

Entretanto, el sionismo israelí encabezado por el primer ministro Benjamín Netanyahu se contrapone a ese propósito, cuando la impopularidad de la estrategia punitiva criminal contra la población civil en Gaza se granjea muchos adversarios en la comunidad internacional, a la par que respaldan el derecho inalienable palestino.

El tema de la causa palestina y su derecho a un estado independiente marcará el derrotero de la agenda internacional en el futuro previsible, con dinámicas de diálogo y negociación previsibles que lo acontecido el 7 de octubre de 2023 ha servido de incuestionable estímulo.


[1]Jaish al-Adl es una organización armada sunnisalafista iraní que opera en el sureste de Irán, donde hay una gran concentración de suníes baluchis, además de una frontera porosa con Pakistán. Sus voceros afirman ser un grupo separatista que lucha por la independencia de la provincia Sistán y Baluchistán. El gobierno iraní cree que Jaish al-Adl está vinculado a Al Qaeda. Fue fundado en 2012. Ver: Jaish al-Adl -es.m.wkipedia.org.


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