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La Operación Promesa Verdadera III: resultados y significado

junio 27, 2025   0

El episodio bélico del cual el mundo fue testigo durante 12 días, en pleno mes de junio de 2025, sensibiliza a pensar en algunas variables, que caracterizan el conflicto y sus ejes en Medio Oriente, en momentos en que los EE.UU. se esfuerza por mantener su hegemonía global frente a desafíos disímiles, sobre todo en esa región, bajo el segundo mandato del presidente Donald Trump.

Uno de los aspectos sobresalientes de este desenlace fue el respaldo irrestricto y explícito de Washington a su aliado sionista, en medio de los bombardeos recíprocos entre Tel Aviv y Teherán, que tuvo en la ambigüedad cómplice del director de la OIEA el falso argumento esgrimido por el jefe de gobierno israelí, Benjamin Netanyahu, para desatar la agresión oportunista, que apuntaba no sólo a la destrucción del programa nuclear, sino a decapitar a la República Islámica de Irán y, con ello, precipitar el “cambio de régimen” anhelado por décadas.

No menos ilustrativo fue la salida a la palestra del hijo del fallecido monarca Mohamed Reza Pavlevi, como suerte de elegido para una hipotética transición en su país de origen.

No se puede soslayar el contexto en que la agresión israelí a la República Islámica de Irán, en medio de un diálogo entre Washington y Teherán que, si bien no fructificó en su desenlace, debido a exigencia inaceptable por parte de la administración Trump, enfocada en la petición de abandono del programa nuclear desarrollado por la parte iraní con propósito civil, dejaba abierto un canal de comunicación político y diplomático de utilidad para ambas partes, sobre todo para el país persa que busca un arreglo con el Occidente colectivo.

La agresión israelí registraba otra motivación no menos importante desde sus perspectivas y cálculos, como resulta la decapitación del denominado Eje de Resistencia, que la República Islámica de Irán había liderado hasta la caída de Damasco baasista, que había representado un baluarte en el enfrentamiento al sionismo y respaldo de la causa palestina.

Dicho propósito sionista, lejos de alcanzarse, representará estímulo para que el Eje de Resistencia alcance su recomposición gradual, ante la posibilidad reafirmada que resulta viable golpear al régimen israelí y provocar la sensación por el éxodo en un segmento importante de la población judía, postura que se vio frustrada por decisión de Netanyahu.

Es predecible que Israel cuente con el apoyo financiero estadounidense, para restañar los cuantiosos daños materiales sufridos, con la ejecución de la Operación Promesa Verdadera III por parte de los Cuerpos de los Guardianes Revolucionarios Islámicos, que hicieron valer su fortaleza con los misiles perfeccionados a través de mucho tiempo, desde la onerosa guerra con su vecino iraquí hasta nuestros días. Esta experiencia práctica alentará a los Guardianes a proseguir con el proceso de perfeccionamiento de la cohetería.

Paralelamente, no debe descartarse nuevas movilizaciones de la población israelí contra el gobierno de coalición de extrema derecha, debido al espinoso expediente de los rehenes en manos Hamas, en medio de una polarización cada vez menos salvable respecto a la población palestina y su destino en su propia tierra, sin perder de vista el debate que generará la respuesta bélica iraní de la que fueron objeto, que deberá mantenerse desde la dirección de Ansarolá yemenita, comprometidos con la solidaridad palestina e iraní.

Al mismo tiempo, Netanyahu enfrenta tres causas ante la justicia de su país, que pende como espada de Damocles para su suerte personal y política. En síntesis, el escenario interno israelí presenta un panorama complejo, que no pudiera soslayarse ante todo lo acontecido. El propio jefe de gobierno israelí se apresuró a proclamar que en lo sucesivo el tema iraní entrará en una tregua, y se retomará con prioridad el genocidio en Gaza.

Es evidente que el estado de Israel está necesitado de cambios políticos, que garantice la caída del gobierno de extrema derecha, representado por una alianza de seis partidos y organizaciones comprometidas con el actual genocidio contra el pueblo palestino gazatí y recrudecimiento del apartheid en Cisjordania, con la ampliación de la política ilegal de establecimiento de nuevos asentamientos de colonos.

El aducido desenlace pudiera favorecer la recomposición del centro político del país inexistente hoy, en un contexto doméstico poco favorecedor de una solución de dos estados para el conflicto israelí-palestino.

Para la República Islámica de Irán haber contado con el respaldo político y diplomático, tanto en lo bilateral como en lo multilateral, sobre todo en el Consejo de Seguridad de la ONU, subraya la validez de los acuerdos alcanzados por Moscú y Beijing con Teherán en los últimos años, lo cual continuará siendo un capítulo sustantivo en el proceso de transición de época, frente a cualquier enfoque de coyuntura, como así lo ha demostrado el derrotero seguido en los vínculos bilaterales entre las tres capitales al finalizar el primer cuarto del siglo XXI.

Merece observar, asimismo, que, durante la contienda, la institucionalidad política iraní se puso de manifiesto en lo que respecta al ejercicio de sus prerrogativas, desde el Líder Supremo, Presidente, Parlamento y el Consejo de Seguridad Nacional, además del CGRI. El rechazo declarado por el Parlamento a que el país siga su vínculo con la OIEA, marca un hito particular de soberanía para la República Islámica de Irán y de cuestionamiento para el organismo multilateral por las autoridades persas. Lo anterior deja abierto un capítulo enigmático, sobre todo para la OIEA y su credibilidad.

Para los EE.UU., el episodio bélico que involucró directamente a la administración Trump y a su Presidente, en lo especial, con su desempeño altanero, dejó sobre el tapete la relación disfuncional manifiesta existente entre el mandatario con algunas de sus agencias de defensa y seguridad, en medio de la impopularidad que generó en el público estadounidense la ejecución del bombardeo a las instalaciones nucleares iraníes, unido al peligro potencial que ello representaba como preludio de una guerra de mayor envergadura.

Para las monarquías del Golfo Pérsico, el suceso dramático les reafirmó que el enemigo real es el estado sionista que, además de reafirmar a Palestina como un dominio colonial, mantiene en alto la situación de inestabilidad real en la región, lo cual supera la narrativa antiiraní que ha sido empleada como arma ofensiva contra Teherán.

La solidaridad árabe e islámica contra el ataque israelí se proyecta como un elemento favorable para Irán, que tuvo en la denuncia antisionista asumida por el presidente turco, Racip Erdogan, fue un hecho positivo que reafirmó el sentido multipolar que sigue mostrando las relaciones políticas internacionales en el siglo XXI, que exhibe alianzas y afinidades flexibles.

Es decir, un país miembro de la OTAN que aspira a su inclusión en el seno de la Unión Europea, al mismo tiempo islámico con acento reafirmado, aportado por el partido en el poder y su líder, era capaz de consignar su rechazo a la actuación agresiva del estado judío contra Teherán.

En lo sucesivo, no resultaría descartable nuevos episodios de tensión entre Israel y la República Islámica de Irán, si asumimos que el estado sionista aspira alcanzar el Gran Israel, como meta de la proyección de un mito de excepcionalidad, que significa extender sus fronteras a la ribera del Éufrates. De momento, ya dispone de las alturas de Golán.

Pero no sólo por lo apuntado arriba, si no por la necesidad “existencial” de no tener al rival regional que se le opone por su condición colonialista en el tema palestino, a lo que se añade la reiterada voluntad de seguir adelante con su programa nuclear para uso civil, asunto este que Moscú asume como un derecho.

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