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Libertad culpable para Julian Assange.

junio 26, 2024   0

Sergio Jorge Pastrana

No existe ya más la sociedad como la conocíamos, lo que existe es una élite de seguridad transnacional que se ocupa todo el tiempo en hacer una carnicería mundial utilizando el dinero de los impuestos de los contribuyentes. Para combatir a esa élite no es suficiente hacer llamados, tenemos que tomarla por asalto. Nosotros tenemos que forjar nuestras propias redes de fortalezas y valores compartidos que puedan retar la fuerza y valores egoístas de los guerreristas en cada uno de nuestro países, que han encadenado sus manos en una alianza de Estados Unidos con cada país de la OTAN, con Australia, para apropiarse de ese dinero y lavarlo en Afganistán, lavarlo en Irak, lavarlo en Somalia, lavarlo en Yemen, lavarlo en Paquistán. Para lavarlo con la sangre de esos pueblos… porque el objetivo no es lograr subyugar a Afganistán, el objetivo es utilizar Afganistán para lavar el dinero de los contribuyentes de los Estados Unidos y de los contribuyentes de las potencias europeas mediante la guerra y devolverlo a los bolsillos de las élites transnacionales de seguridad. Por eso su objetivo no es ganar ninguna guerra, sino mantener las guerras interminablemente…”
Julian Assange

Es temprano para evaluar todas las aristas de la reciente noticia de la liberación de Julian Assange, pero no hay dudas de que pone sobre el tapete la naturaleza criminal de la alianza mundial dominada por las grandes corporaciones y representada por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); promotora de la agenda de guerra interminable en todo el mundo, la que se empeñó a fondo para castigar por todos los medios la demostración que hiciera Wikileaks de la falacia de los elevados ideales que se esgrimen para mediante sartas de mentiras y desmanes ocultos, motivar y justificar ante el público mundial ese ejercicio interminable de la fuerza bruta del poder militar.
Yendo a la raíz del proceso, Julián Assange resultó un perseguido por el gobierno de los Estados Unidos en busca de juzgarlo para hacer una venganza ejemplarizante contra un periodista extranjero que no hizo más que cumplir con su deber de publicar información de interés que denunciaba crímenes cometidos por agentes gubernamentales estadounidenses que no respetan las leyes.
En una reciente entrevista a Edward Snowden, quien permanece refugiado en Rusia desde 2012 como prófugo de una acusación similar a la de Assange, este denunciaba que lo que le impedía regresar a su país era la práctica estadounidense de echar mano de una ley escrita en 1917, en medio de la incorporación de los Estados Unidos a la guerra europea de entonces, y establecida con el título de la Ley contra el Espionaje, la cual fue hecha con la intención de combatir a agentes secretos al servicio de países enemigos y aplicar dicha ley en la práctica contra periodistas y otros representantes de la sociedad civil que publican documentos calificados como secretos por el gobierno. Eso evidentemente es un desatino, pero no es el único, ni siquiera el primero de este caso.
El primer condenado por este suceso fue el soldado Chelsea Manning, que fue la persona que realmente extrajo los documentos clasificados y los puso a disposición de Wikileaks a través de Assange. En 2013 fue juzgado, expulsado deshonrosamente del ejército y condenado por un tribunal militar a 35 años de prisión, pero fue puesto en libertad en mayo de 2017 apenas cuatro años más tarde gracias al perdón concedido por el Presidente Obama tres días antes de concluir su mandato.
Otros que debieran haber sido igualmente condenados antes que el propio Manning por aquel entonces fueron los mandos que descuidaron los servidores que guardan la información confidencial del gobierno, o los funcionarios del gobierno que abiertamente cometieron crímenes que son condenados por las leyes estadounidenses y que son denunciados con pruebas provenientes de dichos documentos.
En realidad, la constitución de los Estados Unidos supuestamente establece la división de poderes entre la administración, el legislativo y el judicial, y la Declaración de Derechos que se le adjunta establece el derecho a la libertad de expresión, pero sucede que estos argumentos no pueden ser utilizados en el caso de un acusado por esa ley para que un jurado determine su inocencia o culpabilidad en un juicio. Mucho menos si resulta que el acusado no es ciudadano estadounidense, como es el caso de Julián Assange.
Esa fue la razón de la interminable persecución y encierro de Assange, los primeros siete años como refugiado protegido por el derecho de asilo del estado de Ecuador en su embajada en Londres, hasta la vergonzosa traición de Lenin Moreno que de esa forma utilizó como alfombra la bandera de su país para que la policía de Londres secuestrara a un protegido por el derecho de asilo y lo llevara encadenado hasta la prisión de más alta seguridad de ese país porque estaba reclamada su extradición por el gobierno de los Estados Unidos.
Aunque el pretexto para la persecución de Assange por aquel entonces era una acusación de violación ante una corte de Suecia, acusación que sería desenmascarada como una fabricación igualmente criminal y desestimada en el transcurso de la larga prisión de Assange, el gobierno yanqui mantuvo la solicitud de extradición con el fin de juzgarlo en los Estados Unidos bajo acusación de la citada ley de espionaje y condenarlo a prisión de por vida, negándole todo derecho y en calidad de venganza contra un periodista, acusado allí como supuesto agente, por publicar documentos oficiales calificados como secretos por funcionarios del gobierno de los Estados Unidos.
Si no fuera suficiente esta arbitraria e intrincada maraña de persecuciones para llamar nuestra atención sobre lo sórdido de esta epopeya, hay algo que ha puesto de manifiesto también Edward Snowden en la citada entrevista, y es que ha cambiado radicalmente el escenario para garantizar el justo proceso legal de lo que en ingles se ha denominado un whistleblower (soplador de silbato) que es aquella persona que llama la atención de forma pública sobre una ilegalidad cometida por el poder gubernamental.
De acuerdo al derecho anglosajón (Common Law), establecido por precedentes judiciales aprobados por tribunales reconocidos, cualquier precedencia haría confiable la identificación de la justicia aplicada en casos equivalentes anteriores para aplicarla en el resultado de cualquier proceso legal.
Pues resulta que eso solo es así si los poderes lo permiten y en casos similares recientes el cúmulo de evidencias registradas por el secuestro ubicuo de información privada de los individuos ha sido utilizado por dichos poderes para ejercer la venganza ante cualquier reto similar.
Como destaca Snowden, la complicidad de las agencias corporativas mediáticas y de los representantes del poder judicial con los poderes corporativos financieros e industriales no garantiza la justeza de ningún procedimiento legal en los Estados Unidos. Los propios denunciantes de la componenda del gobierno de Nixon en el caso de Watergate han dicho públicamente que no existen ya garantías para la protección de los periodistas pues los editores ya no enfrentarán a las elites de seguridad para defenderlos, como hicieron a inicios de la década de los años 70 del pasado siglo en aquel notorio caso, y eso a pesar de que los precedentes de entonces supuestamente debieran invalidar la acusación actual.
En horas de la mañana del martes 25 de junio, Assange tomó un vuelo desde un aeropuerto privado para viajar al territorio de las Islas Marianas en camino hacia Australia. Para ello aceptó presentarse allí ante un juez federal y declararse culpable de uno solo de los cargos que se le imputaban, el de conspirar con Chelsea Manning para obtener los documentos que puso en conocimiento del público.
Según estima en su pódcast titulado Juzgando Libertades el Juez Napolitano en entrevista con el Dr. Jeffrey Sachs, esta es una acusación fraudulenta de todas formas porque el deber del periodista es publicar cualquier información que resulte de interés para el público, pero resulta que este es el chantaje que formula la fiscalía para desestimar las restantes acusaciones y dejar en libertad a Assange, no sin antes aplicarle una condena de 62 meses de prisión que equivale al tiempo que ya estuvo encerrado en la prisión británica de alta seguridad de Belmarsh. Es así que por un chantaje ante la oferta de libertad justifica la injusta prisión, que nunca debió suceder.
Las Islas Marianas son minúsculos atolones volcánicos en medio del Océano Pacífico y muy cerca de la línea internacional de la fecha, que son protectorado de los Estados Unidos desde 1945 y al parecer resulta el lugar más apartado de los Estados Unidos continentales en ruta de Londres a Australia en donde hay un juez federal de los Estados Unidos ante quien comparece Assange de camino hacia su liberación.
Así de paso nos enteramos de que además de una prisión ilegal y fuera de toda jurisdicción en Guantánamo, hay una corte federal estadounidense en medio de la nada del Océano Pacifico en el territorio de Saipan. Esos parajes y las ochocientas bases militares yanquis son los tentáculos del imperio extendiendo sus abusos y su doble moral por todo el mundo.
Cabe destacar que como mencionaba el propio Assange en la cita que precede este artículo, fue la persistente, creciente y universal manifestación popular en apoyo a Julian Assange, enfrentada a los poderes de la camarilla guerrerista imperial y sus aliados, la que forzó al gobierno yanqui a buscar esta solución para este vergonzoso escándalo.
Aún nos falta saber si Assange logra llegar seguro a su destino en Australia, su país de nacimiento, y si lo hace en calidad de un ciudadano realmente libre, aunque tenga que cargar de por vida con un antecedente penal admitido por haber cometido un crimen que jamás protagonizó cuando cumplía con su deber de periodista al publicar documentos que reportaban los procedimientos criminales del gobierno de los EE.UU. y sus aliados.
Esta saga aún no termina y debemos permanecer atentos a su curso, porque no es solo el destino de Julian Assange lo que está en juego, sino el destino de millones de ciudadanos de todo el planeta ante el poder abusivo de la camarilla criminal que pretende mantener a toda costa la inequidad de su cada vez más frágil dominación sobre todo el resto de la humanidad.

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