El mundo condena el golpe de Estado en Bolivia
El mundo condena el golpe de Estado en Bolivia
El grupo de trabajo de Estudios sobre Estados Unidos (CLACSO) condena el golpe de Estado contra el presidente de Bolivia, Evo Morales, perpetrado el domingo 10 de noviembre. Representa un paso atrás significativo para la democracia y el desarrollo de los pueblos latinoamericanos y del mundo. Los actores políticos responsables de esta tragedia han actuado siguiendo un guión preparado con un fuerte cariz de odio racista y fundamentalismo religioso. Los golpistas movilizaron la derecha política cuyo centro está en Santa Cruz, con sus pandillas que aterrorizaron a la población. Lograron generar motines significativos en varios cuarteles de policía. La nota triunfal fue el pronunciamiento de las Fuerzas Armadas bolivianas, que no protegieron el orden constitucional.
El actor principal de esta tragedia fue Estados Unidos. Ni los grupos dominantes en los Estados Unidos, ni los ejecutores neofascistas del golpe de Estado en Bolivia podían tolerar el “mal ejemplo” boliviano. Por poderosas razones geopolíticas, político-ideológicas y civilizatorias-culturales siempre estuvieron conspirando contra el gobierno presidido por Evo Morales y su bien denominada Revolución Democrática y Cultural. Para ellos siempre fue intolerable que, por primera vez en toda la historia boliviana, un genuino representante de los movimientos sociales y de uno de los 36 pueblos originarios existentes ocupara la presidencia de Bolivia, e institucionalizara uno de los pocos estados plurinacionales del mundo. El racismo y el fundamentalismo religioso de las clases dominantes bolivianas, de los Estados Unidos y sus aliados son un elemento clave para entender el golpe.
Además del petróleo y el gas, Estados Unidos tiene especial interés en los yacimientos de litio boliviano, en la frontera que comparte el altiplano con Argentina y Chile. En septiembre de 2019, Ivanka Trump, hija del presidente de Estados Unidos, visitó la provincia de Jujuy, en Argentina, con una delegación formada por altos funcionarios del Pentágono, la Secretaría de Estado y la USAID. El grupo visitó los campos de litio en el norte argentino, fronterizo con Bolivia. Además, durante su visita, desde Jujuy envió un avión a Santa Cruz, que supuestamente llevaba “asistencia” para combatir los incendios en los bosques tropicales bolivianos. Casualmente, fue en la capital cruceña donde se desató un mes después la reacción fascista contra el presidente Evo Morales.
Los trabajadores, los mineros, cocaleros e indígenas bolivianos llegaron al poder en 2006 con la asunción de Evo Morales a la Presidencia. Era el poder popular. El golpe de Estado del domingo pasado descubrió que en realidad el poder era compartido. En Bolivia se estaba ejerciendo un poder dual. Visto desde afuera, días después de los acontecimientos, todo indica que el gobierno de Evo Morales se vio con las manos atadas sin poder reaccionar ante la presión de los empresarios, fanáticos de derecha y, sobre todo, del Ejército. El pueblo no logró montar una contraofensiva. Los mineros – bastión tradicional de resistencia boliviana – se pronunciaron en forma tardía, pero ya están movilizados y resistiendo el golpe, pese a la brutal represión que ya se cobró cuantiosas víctimas.
En el plano internacional, los países vecinos de extrema derecha aplaudieron el cambio de gobierno. Luis Almagro, al frente de la OEA, tuvo un papel lamentable, mostrando cómo ese organismo opera según los intereses de la Casa Blanca. Los grandes beneficiarios serán las corporaciones norteamericanas que entrarán a Bolivia para apropiarse de las minas de litio y saquear sus riquezas. Para ellos será muy fácil, ya que Evo Morales organizó la explotación de los recursos naturales para beneficio de los bolivianos. Las corporaciones extranjeras sólo tendrán que reorientar las ganancias hacia el exterior. Estados Unidos cuenta con la mano larga del FMI. Otro gran ganador es la burguesía paulista de Brasil, que ya tiene muchos intereses en Brasil.
Otros vecinos como Argentina, Chile y Perú, así como Paraguay, podrán aprovechar la coyuntura para “pescar en río revuelto” y sacar ventajas políticas y económicas.
Durante los casi 14 años de gobierno de Morales hubo crecimiento económico y desarrollo social. Si el golpe cumple con sus metas, todo el desarrollo social será eliminado. La pobreza, el analfabetismo y la desnutrición fueron erradicados en tres períodos presidenciales. La riqueza material se multiplicó casi 6 veces, pasando el producto interno bruto de 5 mil millones en 2004 a 30 mil millones de dólares en 2019.
Evo dijo que su renuncia la entregaba para evitar un baño de sangre. ¿A qué se refería? A la masacre contra el pueblo, como la ocurrida el viernes 15 de noviembre en el Chapare. Ya son más de 20 los muertos en menos de una semana. La derecha fundamentalista boliviana pretende barrer con los militantes del MAS y de los simpatizantes del presidente Morales. Los fascistas, con Camacho a la cabeza, sueñan con la ‘cristianización’ de Bolivia y acabar con los pueblos indígenas.
El golpe contra la democracia boliviana arroja varias lecciones. La primera es muy conocida y no sabemos si los gobernantes del Estado plurinacional la descuidaron: No se puede confiar “ni un tantico así” de los intereses de las grandes corporaciones trasnacionales y los gobernantes que actúan a sus espaldas. Segunda, las concesiones que se hacen a los especuladores e inversionistas tienen que ser controladas con medidas extremas. Tercera, hay que garantizar una relación estrecha entre las organizaciones populares, las fuerzas armadas y los productores nacionales con las instancias de poder político.
En estos momentos cabe solidarizarse con el pueblo boliviano, sus trabajadores y juventud cuya soberanía ha sido violada. Respaldamos su lucha por recuperar las riendas del país. Los mineros, los cocaleros y los indígenas bolivianos regresarán pronto al gobierno para instaurar el poder popular.
¡Viva el pueblo boliviano!
Grupo de Trabajo Estudios sobre Estados Unidos (CLACSO)
17 de noviembre de 2019