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ALBA

Evocaciones sobre la primera visita de Chávez a Cuba y el génesis del Alba*

diciembre 16, 2023   0

*Palabras de Germán Sánchez Otero en el panel efectuado en el Centro Fidel Castro, el 14 de diciembre de 2023.

Aquella fresca noche del 13 de diciembre de 1994, llegó Chávez a Cuba cargado de ideas, sentimientos y expectativas. Es la primera vez que visita la patria de Martí y de su admirado pueblo cubano y anhela al menos poder saludar brevemente a Fidel.                                             

¿Cuáles son los antecedentes de esta histórica visita de apenas 36 horas y de su encuentro con Fidel, que se convertirían en un hito de los nexos entre Cuba y Venezuela?

 ¿Por qué nuestro Comandante en Jefe invita al Tte. Coronel Hugo Chávez a Cuba en esa fecha y lo recibe en la pista del aeropuerto, como a un Jefe de Estado?

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El impacto inicial de la rebelión militar del 4 de febrero de 1992, fue sorpresivo y en un primer momento la información predominante a nivel internacional era que se trataba de un golpe militar típico de América Latina

Muy pronto, Fidel capta por la reacción del pueblo venezolano y a través de informaciones que va recibiendo estando Chávez en la cárcel, que lo ocurrido el 4 de febrero y su líder, representan un fenómeno político nuevo en el continente.  

Chávez sale de prisión el 25 de marzo de 1994 y en agosto arribo a Caracas como embajador. Días después de presentarle las cartas credenciales al presidente Rafael Caldera, y por instrucciones recibidas al salir de Cuba, coordino de modo discreto una entrevista con Chávez, que realizamos en un pequeño apartamento donde él vivía, que le había prestado un amigo. Me acompañó el compañero Eduardo Fuentes, representante del Área América del CC-PCC en la Embajada.

El joven líder bolivariano me sedujo en las dos horas que dialogamos. Un mes antes, nuestro inmenso Eusebio Leal lo había conocido durante una conferencia que ofreciera sobre Martí en el Ateneo de Caracas, a la que Chávez asistió.  En tal ocasión, Eusebio tuvo la sagaz iniciativa de invitarlo a que impartiera una conferencia en la Casa Simón Bolívar de la Habana, lo cual Chávez acepto con entusiasmo. Finalmente, me dijo en nuestra conversación que la visita a Cuba podía ser en enero de 1995.

Durante el diálogo, almuerzo familiar mediante y en un ambiente distendido, me impresionó de modo especial su vocación de poder. Él manejaba variantes y aunque no sabía cuál sería la forma que adoptaría el proceso, sí estaba seguro de que llegaría a la presidencia con el apoyo de su pueblo y de los militares patriotas y bolivarianos.

Mi percepción definitiva sobre él quedó sellada cuando nos abrazamos en la despedida, y me expresara, mirándome a los ojos: “Por favor, díganme en que puedo ayudar a Cuba”.  Y apenas sin pensarlo, movido por la formidable impresión que en tan breve tiempo nos causara, le digo: “La mejor ayuda que puedes darnos, es que sigas adelante con tu proyecto bolivariano…”.

Ya en la Embajada, en el cruce de impresiones con Eduardo para informar a La Habana, coincidimos en exaltar algo esencial: Chávez no tenía el más mínimo prejuicio hacia Cuba. Al contrario. A pesar de su precaria situación económica y de que recién había comenzado al salir de la cárcel una cruzada política sin recursos, quedamos admirados de su disposición solidaria.  Tal postura era crucial para formarnos un criterio sobre su entereza moral y política, porque Cuba es un metro que permite medir las posiciones de cualquier personalidad en el mundo, más aún en aquellos años de crisis y volteretas, en que el rosado o el amarillo, sustituían el rojo de varios partidos y figuras de la izquierda.

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El 10 de diciembre de 1994 recibí la instrucción de invitar a Chávez para que ofreciera la conferencia acordada con Eusebio el 17 de diciembre, aniversario de la desaparición física del Libertador.

Nos dice que podía viajar el 13 de diciembre y regresar el 15, porque tenía una reunión concertada el 17 en Santa Marta, sitio sagrado donde expirara Bolívar. Su propuesta fue aceptada de inmediato.

Setenta y dos horas después, en la noche del 13 de diciembre Fidel lo recibe en el aeropuerto y lo lleva en su auto para un salón contiguo a su oficina en el Consejo de Estado. Desde el primer momento, cuenta Chávez que Fidel no lo dejaba de escrutar, con su mirada sabia y penetrante.

Dialogan varias horas. Se pasean por la historia, hablan sobre Bolívar, el Che, Páez, Ezequiel Zamora y, al final, Chávez muy impresionado por el conocimiento que tenía Fidel de la historia venezolana y de sus próceres, para ponerlo a la defensiva –cuenta después él en broma–, le menciona a Maisanta, su legendario bisabuelo. Y Fidel lo conmociona al narrarle incluso anécdotas sobre Maisanta.  Según narra Chávez, en ese instante respiró profundo y se dijo: “¡Me rindo, me rindo! No intento más nada. Este hombre es invencible”. Y adquiere plena conciencia en ese momento, dice Chávez, de que está descubriendo a un ser excepcional, “cuyo pensamiento cabalga junto al tiempo y más allá”.                                             

También impresiona al barinés, la postura de Fidel cuando le expresa esa misma noche: “Aquí a la lucha por la libertad, por la igualdad y la justicia le llamamos socialismo; si ustedes la llaman bolivarianismo, estoy de acuerdo”. Y agrega: “si la llamaran cristianismo, también estoy de acuerdo”.  

Chávez le explica las variantes posibles para conquistar el poder, por la vía de las armas con la participación de militares y el apoyo del pueblo, si la situación obliga a ello. Y le dice por último que en 1998 se podría lanzar una vigorosa campaña con una importante fuerza electoral, el apoyo de la población y amplios sectores de las fuerzas armadas, para llegar al poder por esa vía tradicional”. Y añade: “Creo que esa es nuestra mejor estrategia”.

Fidel, que lo escucha y observa con sumo interés, se rasca la barba y hace un lacónico y sincero comentario: “Ese es un buen camino”.

La empatía que logran durante ese primer encuentro en la madrugada del 14 de diciembre es total. Chávez hace realidad su sueño de conocer personalmente a Fidel, a quien años después llamaría padre y Comandante de Comandantes. Y Fidel confirma su apreciación, pensada desde la distancia -aún sin mirarle los ojos-, de que tiene a su lado a un potencial nuevo libertador venezolano.                                                

Son conocidos los discursos de Chávez en la Casa Simón Bolívar y en el Aula Magna de la Universidad de la Habana, y el de Fidel en este último sitio, hace hoy 29 años exactamente. Solo recordaré dos afirmaciones definitorias de quien era Chávez en ese instante de reflujo mundial de las ideas y actuaciones revolucionarias, marcado por el dominio unipolar de Estados Unidos, en que incluso las palabras antimperialismo, revolución y socialismo apenas se mencionaban.  

Primero, en la Casa Simón Bolívar rememora el proyecto emancipador del hombre que más admira y enfatiza que, en los nuevos tiempos, existe la posibilidad de materializar los anhelos del Libertador: “Nosotros estamos convencidos de que en Venezuela hay que hacer una revolución en lo económico, en lo social, en lo político, en lo moral (…) convencidos de que el pueblo venezolano, con la espada de Bolívar, va a hacer realidad su sueño”.

Y en el Aula Magna, en apenas 20 minutos expone su proyecto y adelanta sus intenciones de cooperación mutua con Cuba y de unión nuestra americana. Dice: “Algún día esperamos venir a Cuba en condiciones de extender los brazos y en condiciones de mutuamente alimentarnos en un proyecto revolucionario latinoamericano, imbuidos como estamos, desde siglos hace, en la idea de un continente latinoamericano y caribeño, integrado como una sola nación que somos”.                                           

En sus palabras, Fidel explica las razones de la invitación a Chávez, y destaca que la visita de este coincidía con el cierre el día antes en Miami, de la Primera Cumbre de las Américas, donde se anunció el proyecto imperialista del Alca, concebido para devorar definitivamente a la América Latina y el Caribe.

¿Por qué nuestro Comandante en Jefe invita a Chávez en ocasión tan crucial y retadora?  

Fidel sabía que era necesario derrotar al Alca con argumentos y la movilización de la opinión pública. Y, junto a ello, a través de hechos revolucionarios y emancipadores, que forjaran una alternativa de unión nuestra americana, sustentada en el ideario de Bolívar y Martí. Y el “Comandante de Comandantes” vislumbró en Chávez el conductor de una formidable locomotora para ese fin, llena de combustible histórico del más alto octanaje: el bolivarianismo.

3

El 6 de diciembre de 1998, Chávez gana de modo arrollador las elecciones presidenciales. Fidel le envía raudo el siguiente mensaje, que le trasladé vía fax a su casa y él leyera emocionado, minutos antes de ir a dormir, ya de madrugada. Dice: 

“La Habana, a las 23 horas del 6 de diciembre de 1998

Estimado Hugo Chávez:

Aunque te acosaron incesantemente y te calumniaron por el hecho valiente de tu visita a Cuba, pensando que así restarían fuerzas y votos a tu candidatura, tu aplastante victoria demuestra que los pueblos han aprendido mucho.

Los cubanos, que han seguido de cerca y en silencio tu épica campaña, comparten con los venezolanos su noble y esperanzador júbilo.

Te deseamos éxito en la difícil e inmensa tarea que tienes por delante, en este momento crucial de la historia de Nuestra América, en que ha llegado la hora de los sueños de Bolívar.

Fidel Castro”

En su discurso de toma de posesión, el 2 de febrero de 1999, Chávez expone su concepción bolivariana sobre la unión regional, en un contexto donde prevalecían los gobiernos neoliberales y pro imperialistas, y con varios de esos presidentes títeres en el acto, sobresaltados, todos defensores del Alca, como el argentino Carlos Saúl Menem.

Dice: “Es momento de retomar el sueño de unión entre nosotros, (…) de plantearnos una confederación de naciones de esta parte del mundo, de plantearnos una unidad que vaya mucho más allá del intercambio comercial, (…) la unidad es mucho más completa, mucho más profunda”.

Cuarenta años antes, el 23 de enero de 1959, en su apoteósica visita a Caracas aún con los aromas de la Sierra Maestra en su piel, Fidel ha expresado en la Plaza del Silencio iguales criterios, que la multitud respalda con aclamaciones:

“Ojalá que el destino de Venezuela y el destino de Cuba y el destino de todos los pueblos de América sea un solo destino, ¡porque basta ya de levantarle estatuas a Simón Bolívar con olvido de sus ideas, lo que hay que hacer es cumplir con las ideas de Bolívar!”. (Aplausos y exclamaciones de: «¡Viva Fidel!»).

Y enseguida añade: “¿Hasta cuándo vamos a permanecer divididos? ¿Hasta cuándo vamos a ser víctimas de intereses poderosos que se ensañan con cada uno de nuestros pueblos? ¿Cuándo vamos a lanzar la gran consigna de unión?”.

Nuestro Comandante en Jefe también estaba sentado en ese acto del 2 de febrero, donde Chávez asumió la Presidencia, y no cesaba de tomar notas de la alocución de su entrañable amigo. Y al siguiente día, en el Aula Magna de la Universidad Central expone sus ideas en un discurso memorable de seis horas, pletórico de recuerdos y lecciones, cuyo objetivo primordial fue apoyar a la hermana anhelada de la Revolución Cubana, recién nacida horas antes.

Tal coincidencia de opiniones entre ambos, no es difícil de explicar: tienen la misma genética histórica, la de Bolívar y Martí. La ventaja de Chávez y Fidel, a diferencia de ellos, es que pudieron conocerse y actuar de consuno.

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Pronto, Chávez comienza a mover la locomotora. Resumo enseguida la secuencia de algunas acciones suyas, encaminadas a impulsar y concretar tales conceptos. Esa coherente dinámica encierra lecciones de sumo interés.

En abril de 1999, en República Dominicana, propone a México ampliar el Pacto Energético de San José, firmado por ese país y Venezuela en 1980, en beneficio de un grupo de naciones centroamericanas y del Caribe. México no lo acepta, porque el gobierno de entonces no quiere incluir a Cuba.

Chávez decide entonces que Venezuela sola asuma un nuevo acuerdo energético con 11 países del gran Caribe, incluida Cuba. No puede ejecutar tal objetivo de inmediato, pues debe avanzar en la primera etapa de la construcción del poder bolivariano.                                                 

Luego de aprobarse la Constitución Bolivariana a fines de 1999, se realizan comicios generales en julio de 2000 para relegitimar todos los poderes del Estado. Chávez es reelecto presidente y las fuerzas bolivarianas logran una mejoría sustancial en el control de los otros poderes. 

Pronto, organiza la II cumbre de la OPEP, que se celebra en Caracas en septiembre de 2000, convirtiéndose en líder de esa estratégica alianza, y un brillante articulador de acuerdos para lograr que los precios del petróleo aumenten de modo sustantivo. Con ello, comienza a disponer de un flujo de recursos indispensable para sus planes económicos y sociales internos, y para emprender acciones que contribuyeran a hacer viables sus ideas de integración y unión regionales.

Es así que, a mediados de octubre de 2000, convoca en Caracas a los presidentes de 10 países de Centroamérica y el Caribe, y suscriben un nuevo acuerdo energético, que incluye importantes ventajas para esas naciones.

Además, como parte de la secuencia de pasos concretos estratégicos hacia la integración y la unión que ha emprendido en estrecha vinculación con Fidel, acuerda con él que Cuba y Venezuela suscriban un Convenio Integral de Cooperación.  Y que el líder cubano realice con tal fin su primera visita oficial a Venezuela. Lo que sucede entre el 26 y el 30 de octubre de 2000.

Aquí es necesario señalar una experiencia fundamental. Aunque hay ciertos avances en el marco de ese convenio binacional, excelentemente concebido para el beneficio de ambos países, con principios, normas y valores éticos inéditos en nuestro continente, sin embargo, se alcanzan muy pocos de los objetivos.  La causa: Chávez debe enfrentar la embestida del imperio y la contrarrevolución durante los años 2001 y 2002.

Aún en tales circunstancias adversas Chávez anuncia su idea del Alba, como alternativa al Alca, en la III Cumbre de la Asociación de Estados del Caribe en diciembre de 2001, celebrada en Venezuela. Pero no puede avanzar en la propuesta.

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Hasta que, en febrero de 2003, enseguida que la revolución derrota a sus enemigos, se fortalece la alianza cívico-militar y obtiene el control real de la empresa petrolera (Pdvsa) y el dominio de los demás poderes del Estado, pasa a la contraofensiva.  Decide emprender acciones rápidas de amplio beneficio popular, pues el golpe de abril y el paro petrolero de 2002, dañaron mucho a la economía y a la población humilde.

En esa tensa circunstancia y ante la inminencia de que le quieren activar un referendo revocatorio, pide en febrero de 2003 a Fidel que Cuba   apoye a Venezuela en el desarrollo de programas sociales y económicos de amplio impacto.

Brotan de inmediato durante 2003 las misiones sociales, que comenzarían a cambiar en apenas 18 meses las condiciones de vida del pueblo humilde venezolano. Y, por su parte, el convenio integral con Cuba levanta vuelo, ahora sí, plagado de formidables beneficios recíprocos sin precedentes entre dos países de nuestra América.                                                

He querido subrayar el vínculo entre los avances de la cooperación, la integración y la unión venezolano-cubana, con los procesos internos y externos de lucha que debió encarar Chávez en aquellos años.

Es obvio, como experiencia histórica, que existe una correlación entre la vitalidad del poder económico y político interno y el proceso de cooperación e integración binacional o multinacional. Y un factor esencial para contribuir a alcanzar esas fortalezas, es la mutua solidaridad plena y la concertación de posiciones, en todos los ámbitos, como Cuba y Venezuela han demostrado.

Fidel y Chávez son artífices supremos de tal dialéctica. Es indispensable revisitar y conocer ese fecundo legado en todas las dimensiones y momentos, para extraer lecciones y emplearlas de forma sagaz a la luz de las nuevas complejidades y retos, que no cesarán.  

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A finales de noviembre de 2004 Fidel propuso a su amigo viajar a Cuba el 13 de diciembre, como hiciera diez años antes. Esta vez, con el fin de firmar las bases del Alba, idea original del líder bolivariano.  

La fecha que ellos deciden es emblemática, pues en verdad, creo yo, el Alba fue engendrado en aquella primera visita de Chávez en diciembre de 1994. El Alba nació después, no en un instante. Surgió de innúmeros momentos de amor y solidaridad, que hermanaron como nunca a nuestros pueblos, iluminados por Bolívar y Martí y conducidos por sus dos discípulos cimeros.

De ese multifacético proceso, que abarca más de cinco años nace el Alba. El bautizo de la criatura se realiza el 14 de diciembre de 2004, mas esta ya corre rozagante.  

Cuando aquella noche Fidel y Chávez firman la Declaración Conjunta, se ha demostrado antes por ambos pueblos y gobiernos, con hechos sustantivos, la validez de los conceptos, valores y objetivos que allí se definen y que, en rigor, guiaron esos quehaceres. Se confirmó lo que afirmara Martí en Caracas en 1881: “Hacer es la mejor manera de decir”.

En su discurso esa noche de alegría y luz del 14 de diciembre de 2004, al cabo de evocar la primera visita de Chávez a Cuba, Fidel expresa mirándole los ojos a este como lo hiciera diez años antes, pero esta vez distendido: “Volviste y volviste gigante (…)”. Después añade, con notoria emoción: “(…) lo que más nos conmueve es que volviste, como también prometiste, para compartir tus luchas bolivarianas y martianas con nosotros”. Ha dicho todo.

Permítanme terminar expresándoles un sentimiento que me brota del alma, aunque este no es un acto político: ¡Vivan Fidel y Chávez abrazados, e iluminándonos, por siempre!

Muchas gracias.


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