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China

Ciencia y tecnología en China en el período 2018–2022

Otros autores: MSc. Juan Miguel González Peña, ISRI
marzo 24, 2023   0

Imagen tomada de Prensa Latina

Este trabajo forma parte del Dossier "La China actual"

La ciencia, la tecnología y la innovación en China en el último período.

La política, historia y la identidad nacional de China ha estado fuertemente influida por el denominado “siglo de la humillación”, periodo que comprendió entre la Primera Guerra del Opio (1839) hasta la proclamación de la República Popular (1949), cuando potencias extranjeras aprovecharon a su favor la debilidad interna y el relativo atraso tecnológico de China, subyugándola, expoliando sus riquezas e imponiendo tratados desiguales. Sobre la base de esta narrativa, para China, su retorno al centro del sistema internacional solo es posible si la nación se ubica en la vanguardia de las revoluciones en la ciencia, la tecnología y la innovación. Si China no es capaz de liderar las tecnologías de la Cuarta y futura Quinta Revolución Industrial en un contexto de creciente competición tecnológica, corre el riesgo de quedarse atrás y ser sometida nuevamente por las potencias occidentales extranjeras. Esta percepción se ha agudizado en los últimos años, como resultado de la creciente confrontación con los Estados Unidos en este ámbito, país que ha desarrollado una clara estrategia dirigida a debilitar las capacidades y avances del gigante asiático en el sector tecnológico y de la innovación.

En este contexto, el presidente Xi Jinping ha promulgado la noción del “sueño chino”, que llama a materializar la “gran revitalización de la nación china” para transformarla en “un país socialista moderno, próspero y poderoso” … “guiados por las necesidades estratégicas de China, concentrar los esfuerzos para llevar a cabo una investigación científica y tecnológica original y pionera, y ganar resueltamente la batalla de las tecnologías clave y esenciales». Estos planes dirigidos a la “revitalización de la nación”, han debido enfrentar no obstante un entorno internacional de gran inestabilidad, incertidumbre y complejidad, con crecientes desafíos, derivados entre otros factores por el enfrentamiento geopolítico y geoestratégico con Estados Unidos y países aliados, la pandemia de la COVID-19, la reciente crisis en Ucrania, la ralentización económica interna y global, y las transformaciones del proceso de globalización.

La creciente competencia y/o contención que enfrenta China por parte de las potencias establecidas en el sistema internacional, ha estado motivada por intereses geopolíticos, geoeconómicos y geoestratégicos, que buscan preservar, en gran medida, el dominio sobre el sector tecnológico y la innovación, condición necesaria para la preservación de la hegemonía en las próximas décadas, el devenir de la globalización y la reconfiguración del sistema internacional.

El proceso de Reforma y la Apertura, que inició a fines de los 70s, partió de condiciones adversas para poder asumir el desarrollo tecnológico del país, como fueron la escasez de fuentes nacionales de financiamiento, la baja calificación de la mano de obra, y carencias institucionales y de infraestructuras, entre otras.

Se partió de un concepto de aprendizaje de los países más desarrollados, emulando la experiencia y mejores prácticas de otros países, amoldándolas a las condiciones locales como clave para el desarrollo moderno del país. Para reconstruir China se entendió era necesaria una rápida recuperación, razón por la cual la ciencia fue uno de los cuatro pilares de las «Cuatro Modernizaciones».

Para incrementar el número, la calificación y la preparación de sus profesionales, desde los años 80s el gobierno chino apoyó los intercambios científicos bilaterales, la cooperación en materia de investigación y la movilidad de cientos de miles de estudiantes y académicos hacia becas en el exterior, principalmente en Estados Unidos, muchos de ellas vinculadas a las ciencias y las ingenierías. Incrementó también la participación de académicos, científicos e ingenieros en foros y proyectos internacionales, con el propósito de darles acceso a las mejores prácticas y estándares internacionales.

Para la necesaria transformación institucional y la creación de infraestructura, fomentó la creación de Centros Nacionales de Investigación en Ingeniería, redimensionó la Academia de Ciencias de China como impulsora del desarrollo tecnológico, y creó centros de desarrollo tecnológico en las grandes empresas estatales, todo lo cual paulatinamente rindió sus frutos. Por otra parte, y con resultados definitorios, comenzó a incrementar de manera sostenida y progresivamente sus gastos en I+D como proporción del PIB.

Tras el XV Congreso del Partido (1997), nuevas reformas incrementaron el apoyo a la creación y la mejora de infraestructuras científicas nacionales. Como parte de un plan más amplio, se pusieron en marcha iniciativas para desarrollar universidades de alta calidad orientadas a la investigación y reforzar las 30 mejores instituciones de enseñanza superior de China. Como resultado, el número de estudiantes universitarios aumentó casi un 120 % entre 1995 y 2000. El Ministerio de Ciencia y Tecnología definió entonces un conjunto de prioridades nacionales para mejorar el orden existente, como: la conversión de las empresas en actores principales de la innovación tecnológica, profundizar la reforma institucional, establecer un Sistema Moderno de Institutos de Investigación, fortalecer la infraestructura para la investigación científica, implementar políticas fiscales y resortes financieros para estimular la inversión en I+D, y aumentar los vínculos entre el sector civil y militar, entre otras acciones. El concepto de innovación autóctona apareció por primera vez en 1999, reflejando el deseo de la dirección del país en alcanzar una mayor independencia tecnológica.

El año 2006 marcó un nuevo hito en las proyecciones sobre ciencia, tecnología e innovación de China, con ambiciosos nuevos objetivos para los próximos 15 años. En primer lugar, China pretendió aumentar el gasto total en investigación y desarrollo expresado como porcentaje del PIB hasta el 2,5 % en 2020. En segundo lugar, aspiró a ocupar el quinto puesto mundial tanto en número de patentes de invención como en citas de publicaciones científicas chinas. Más significativo aún, sentó la meta de convertirse en «una de las principales naciones científicas del mundo» a mediados de siglo. Todas las políticas y programas de financiación existentes debieron alinearse con campos prioritarios para el desarrollo de la innovación autóctona. El gigante asiático promovió activamente entonces las llamadas «siete industrias emergentes estratégicas», que ocuparon un lugar destacado en el XII Plan Quinquenal (2011-2015): ahorro energético y protección del medio ambiente, tecnología de la información de nueva generación, bioindustria, industria manufacturera avanzada, nuevas energías, nuevos materiales y vehículos eléctricos. El XIII Plan, fijó, por primera vez, al desarrollo impulsado por la innovación como estrategia central.

Ya en 2016, la Estrategia Nacional publicada por el Consejo de Estado y el Comité Central del Partido Comunista Chino (PCCh) otorgó a la innovación una posición central en el proceso de modernización del país, afirmando que: “El destino de la nación está impulsado por la innovación. La prosperidad nacional se deriva de la fuerza en la innovación y la desgracia nacional se deriva de la debilidad en la innovación. Una de las principales causas del estancamiento de China en la era moderna fue que dejó pasar las revoluciones tecnológicas anteriores. Para lograr el sueño chino del gran rejuvenecimiento de la nación, hay que hacer verdaderamente un buen uso de la ciencia y la tecnología.

Más recientemente, los años del período de estudio han sido decisivos para la consolidación en China de una visión de largo aliento hacia la excelencia, la autonomía y la independencia en el ámbito de la ciencia, la tecnología y la innovación, dirigida no solo a crear y exportar productos autóctonos, acuñar marcas tecnológicas propias; sino también a conformar nuevos estándares y normas internacionales en este ámbito y competir con empresas globales en estos sectores; indispensables para liderar en la confrontación tecnológica con visos geopolíticos del presente siglo y elevar el status del país a nivel global.

Para esto, se ha apoyado en la consolidación de fortalezas propias, como las inversiones corporativas globales en I+D, su formación bruta de capital, el tamaño del mercado local, la infraestructura creada, la diversificación de su industria doméstica, las exportaciones de alta tecnología y la exportación de bienes creativos.

El informe de trabajo del recién XX Congreso Nacional del Partido Comunista de China, celebrado en octubre de 2022, es el último de una larga serie de documentos gubernamentales de alto nivel que subrayan la importancia central de la ciencia, la tecnología y la innovación para el desarrollo y la seguridad nacional del país.

Algunos datos sobre los avances de China en ciencia, tecnología e innovación

Es notable que China, gradualmente, ha dejado de ser un imitador o productor de ciencia de baja calidad, convirtiéndose en varias esferas en una potencia científica igual o superior a nivel internacional con los países con mayor desarrollo, consolidándose como una potencia global en materia de innovación, componente esencial para materializar en 2035 su status de una “gran nación socialista, moderna, próspera y poderosa” y allanar el camino para consumar el “sueño chino” en el 2049.

Los avances de sus empresas de tecnología avanzada son reflejo del esfuerzo de este país por escalar en su posicionamiento de las cadenas globales de valor, en pro de transformar y superar etapas del actual modelo de acumulación y crecimiento económico, abordar desafíos como el aumento de los costos laborales, así como profundizar sus conexiones e influencia y el llamado “poder blando” a nivel regional y global.

En los últimos años, China ha igualado o superado en diversos indicadores las potencias tecnológicas establecidas de las últimas décadas. En tal sentido, el país asiático ha ostenta un liderazgo global entre los países que más invierten en ciencia y tecnología, sólo detrás de Estados Unidos, habiendo sobrepasado a Alemania en 2010 y a Japón en 2013. Su gasto nacional bruto en investigación y desarrollo creció de 1,03 mil millones de yuanes (147.100 millones de dólares) en 2012 a más de 3,09 billones de yuanes (456.000 millones de dólares) en 2022, año en que el presupuesto de I+D para la investigación básica alcanzó un récord de 181.700 millones de yuanes, 3,4 veces más que en 2012. En 2022, el gasto total de China en I+D representó el 2,55 % de su producto interno bruto, 0,12 puntos porcentuales más que en 2021.

Según la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, el país asiático pasó del puesto 34 en 2012 al 11 en 2022 en el Índice Mundial de Innovación, ubicándose primera entre las naciones de ingreso medio alto, segunda entre los países con más de 100 millones de habitantes y tercera entre las economías del sudeste asiático, el este Asia y Oceanía.

Por su parte, en marzo de 2023, el Instituto Australiano de Política Estratégica, importante tanque pensante de dicho país, produjo un informe con gran resonancia internacional sobre el liderazgo de las tecnologías críticas. Este establece que China ha sentado las bases para posicionarse como la principal superpotencia científica y tecnológica del mundo, con un liderazgo en investigación de alto impacto en la mayoría de los dominios tecnológicos críticos y emergentes. Este se extiende a 37 de 44 tecnologías claves, abarcando una serie de campos tecnológicos cruciales, desde la defensa, el espacio, la robótica, la energía, el medio ambiente, la biotecnología, la inteligencia artificial, los materiales avanzados y áreas clave de la tecnología cuántica. Muestra que, para algunas tecnologías, las 10 principales instituciones de investigación del mundo tienen su sede en China y están generando colectivamente nueve veces más artículos de investigación de alto impacto que el segundo país (en la mayoría de los casos, EE.UU.). Destaca además que la Academia China de Ciencias ocupa un lugar destacado (a menudo el primero o el segundo) en muchas de las 44 tecnologías incluidas. Subraya finalmente que el liderazgo de China es producto de un diseño deliberado y una planificación política a largo plazo.

La última década materializó asimismo el rápido avance de China en diversos indicadores que reflejan una significativa mejora en la calidad de la innovación, tales como: graduar anualmente el mayor número de doctores en ingeniería del mundo; el incremento del número de patentes -que en 2020 superó a los Estados Unidos-; y el incremento de las citas en revistas de alto impacto de documentos realizados por autores chinos. Desde 2021, China cuenta con la plantilla más grande de investigadores a nivel mundial, con unos 5,62 millones de personas a tiempo completo, un incremento de 1,7 veces en comparación con 2012. Ya en el 2022, China ocupó el primer puesto mundial en patentes, marcas, diseños industriales y exportaciones de bienes creativos. También cuenta con dos de los cinco principales polos científicos y tecnológicos del mundo (Shenzhen-Hong Kong-Guangzhou y Beijing, en los puestos 2 y 3 respectivamente), más que ningún otro país, y solo superados por Tokyo-Yokohama en Japón.

En el 2022, la Clasificación mundial de universidades de Times Higher Education, determinó que un total de 12 universidades de la parte continental de China y la Región Administrativa Autónoma de Hong Kong entraron en el ranking de las 100 mejores del mundo. En tal sentido, la Universidad de Tsinghua ocupó el puesto 16, seguida de la Universidad de Pekín en el puesto 17 y la Universidad de Hong Kong en el número 31. Tsinghua ganó el primer lugar entre las universidades de Asia, e incrementó su clasificación, del puesto 58 en 2011 al 16 en 2022.

El país asiático alcanzó asimismo liderazgo global en áreas claves como la Inteligencia Artificial, la supercomputación, la tecnología 5G, tecnología quántica o tecnología espacial. Rivaliza además en campos estratégicos y avanzados, como son la computación cuántica, las comunicaciones en red, los circuitos integrados, el software clave, el big data, la inteligencia artificial, el blockchain, la fabricación aditiva (impresión 3D) o los nuevos materiales.

Consistente con sus compromisos nacionales e internacionales en la lucha contra el cambio climático, el país asiático ha mostrado liderazgo global en las llamadas industrias limpias, la reducción de emisiones de carbono, y la inversión en I+D para desarrollar las tecnologías de descarbonización, con la ambiciosa meta de alcanzar emisiones máximas de carbono antes de 2030 y alcanzar la neutralidad de carbono para el 2060, todo lo cual ha sido usado también como pivote para la transformación estructural y el desarrollo interno.

En este último período, se evidenció una activa política de estímulo, apoyo y fomento de la inversión en I+D del sector empresarial en los sectores tecnológicos priorizados del país. El país concentró cuantiosos recursos en la investigación científica y tecnológica original y pionera, para lograr avances en tecnologías e investigaciones básicas en campos claves, acelerando la puesta en marcha de grandes proyectos nacionales de importancia estratégica.

Se constató también una colaboración más estrecha entre la industria, las universidades y los institutos de investigación, orientados a la aplicación industrial de los avances científicos y tecnológicos. Se estimuló asimismo la sinergia existente entre el gobierno y el sector privado y el gobierno central y los gobiernos regionales y locales, con un efecto multiplicador sobre la innovación y el desarrollo tecnológico.

Se avanzó además en la estrategia de fusión civil-militar, con el objetivo de que los logros económicos y tecnoló­gicos del país tengan doble uso y se traduzcan en capacidades militares, y viceversa. En tal sentido, se continuó la promoción de zonas o parques industriales que prioricen la innovación de doble uso.

China reforzó los programas para atraer cien­tíficos, como el «Programa de los mil talentos», con el objetivo de reclutar científicos de alto nivel del extranjero en ámbitos como la IA, computación cuántica, aviación y sector aeroespacial.

Por otra parte, el avance en el sector tecnológico estuvo igualmente influido por el avance de la estrategia de la «doble circulación» del país, que resta peso al crecimiento económico impulsado por la inversión pública y la producción orientada a las exportaciones, estimulando el consumo interno como principal motor de la economía china. Esto genera apoyo a la demanda interna y externa con el objetivo de alcanzar la autosuficiencia tecnológica y económica del país en el 2035, convertirse en un mercado totalmente integrado y disminuir su dependencia del resto del mundo.

China mantiene aún no obstante debilidades en el ámbito tecnológico, dada su dependencia en áreas fundamentales mano de obra extranjera, de estándares técnicos, plataformas de software, y semiconductores y otras importaciones producidas en el exterior del país. Debe notarse que algunos de los logros alcanzados han sido gracias a investigaciones proporcionadas por equipos de investigación de compañías trasnacionales asentadas en China, con una alta dependencia de Estados Unidos.

En este último período se mantuvo también la tendencia al encarecimiento en términos relativos de la mano de obra china con otros países de la región, dado por las fragmentaciones de las cadenas de suministro, la aplicación de políticas industriales nacionalistas en los EE.UU y otros países aliados, y el impacto de la gestión de la COVID en China, así como las ganancias de competividad de países de la región, como Vietnam y la India, lo que ocasionará que un grupo de empresas del sector tecnológico trasladen sus operaciones e instalaciones hacia estos países.

Marco normativo, políticas y prioridades de China en apoyo a la Ciencia, la tecnología y la innovación en el período.

La conducción de Xi Jinping le ha concedido gran prioridad a la reforma de la política científica, la mayor capacidad tecnológica del país y el apoyo a la innovación autóctona. Ya en el 2014, en su libro sobre la gobernanza de China, Xi Jinping definió la necesidad de que el país asiático continuara sin vacilaciones la innovación de forma independiente y estuviera lista para la batalla tecnológica, si pretendía convertirse en una gran potencia global. De manera consistente, la dirigencia de China ha venido anunciando diversos proyectos e iniciativas claves, enfocadas al desarrollo de las nuevas tecnologías, integradas en el anterior XIII, el actual XIV Plan Quinquenal (periodo 2021-2025) y el Esquema de Objetivos a Largo Plazo para 2035, con la meta de colocar a China entre las grandes potencias tecnológicas del mundo, líder de la cuarta revolución industrial.

Según el Ministerio de Ciencia y Tecnología de China, para 2022 se han establecido relaciones de cooperación en el ámbito de la ciencia y la tecnología con 161 países y regiones, firmado 115 acuerdos intergubernamentales, y el país se ha adherido a más de 200 organizaciones internacionales y mecanismos multilaterales. En 2021, China anunció la apertura a todos los científicos del mundo de su Radiotelescopio Esférico de Quinientos Metros de Apertura (FAST), el mayor radiotelescopio de apertura completa y más sensible del mundo, un ejemplo de su empeño por internacionalizar la cooperación en estas áreas.

El XIV Plan Quinquenal, que contiene los principales objetivos para el presente lustro, se alinea con los planes precedentes «Hecho en China 2025» e Internet Plus, adoptados en 2015, así como el Plan de nueva Generación para el Desarrollo de la Inteligencia Artificial (AIDP) y Estándares 2035, que persiguen convertir la nación asiática en líder mundial en innovación, ciencia y tecnología. El XIV Plan Quinquenal, entre otros aspectos, centra sus inversiones en inteligencia artificial (IA), tecnología cuántica, tecnologías espaciales y de satélites, computación en nube, sistemas de automatización y robótica tecnologías cuánticas y big data. Es significativo destacar que, si bien planes quinquenales anteriores incluyeron diversos elementos relacionados con la ciencia y la innovación, el XIV Plan Quinquenal es el primero que dedicó un acápite independiente a la innovación y la autosuficiencia tecnológica, muestra de la prioridad central que este tema tiene para la actual dirigencia de China y su Partido Comunista.

El Plan «Hecho en China 2025», por su parte, de conjunto con el «Plan de nueva Generación para el Desarrollo de la Inteligencia Artificial», constituyen las hojas de ruta tecnológicas de China en pro de transformar su economía de centro manufacturero y ensamblador global, simbolizado en el «Hecho en China» y la «fábrica del mundo», al «Diseñado en China» y «Creado en China», con empresas y marcas con impacto global. El Plan «Hecho en China 2025» se ha venido ejecutando desde el 2015, y es parte de un programa global de treinta años de duración, que busca fortalecer la innovación y el desarrollo en tres grandes etapas: 1) para 2025, reducir la diferencia tecnológica con los países líderes; 2) para 2035, fortalecer la posición tecnológica de China, y 3) para 2045, liderar la innovación global. Integra políticas en varias industrias con el objetivo de reducir la dependencia de la tecnología extranjera, tanto desarrollándola localmente como adquiriendo los recursos del extranjero. Este plan reúne, bajo una misma estrategia, todas las políticas existentes en campos relacionados, algunas de las «industrias emergentes estratégicas» y prioridades específicas en automatización, tecnologías de la información, robótica y inteligencia artificial. Tiene como meta lograr un 70 % de autosuficiencia en la manufactura de semiconductores para el 2030.

«Hecho en China 2025» prioriza 10 sectores estratégicos: la tecnología avanzada de información, máquinas herramientas automatizadas y robótica, aeroespacial y equipo aeronáutico, equipamiento marítimo y barcos de alta tecnología, equipos modernos de transporte ferroviario, vehículos y equipamiento con nuevas formas de energía, equipos de energía, equipamiento agrícola, nuevos materiales, y biofarma y productos médicos avanzados. Estos sectores se ven integrados por la construcción de centros de innovación, la fabricación inteligente, el fortalecimiento de la infraestructura industrial, empresas de fabricación sostenible y equipos de alta gama.

Un área estratégica en el último período, contenido en el Plan «Hecho en China 2025», ha sido sin duda la industria de semiconductores, con altos niveles de inversión, estímulo y apoyo por parte de las autoridades a todos los niveles. En el 2022, China consume más de tres cuartas partes de los semiconductores que se venden en el mundo, sin embargo, produce sólo alrededor del 15 % de la producción mundial. Ha obstaculizado su avance más acelerado en esta área la falta de personal especializado y de equipamientos avanzado, así como la relativa efectividad del vasto conjunto de medidas coercitivas unilaterales que ha impuesto en los últimos años el gobierno de los EEUU dirigidos hacia ese sector.

Por su parte, el plan de desarrollo de inteligencia artificial de nueva generación tiene como objetivo convertir a China en el líder mundial y centro del desarrollo de IA en 2030, haciendo del gigante asiático un líder tecnológico competitivo. El AIDP es una iniciativa del gobierno central, pero con una implementación descentralizada y local, cuyo principal motor ha sido orientado hacia el sector privado y los gobiernos locales.

En todo este contexto, la transferencia de tecnologías; el desarrollo de instituciones volcadas a la investigación; las políticas para formar, atraer y conservar la fuerza de trabajo altamente calificada; y el aumento sistemático de la inversión en innovación más desarrollo (I+D); han sido componentes fundamentales de la estrategia de China por cerrar gradualmente la brecha en Ciencia, Tecnología e I+D respecto a los países desarrollados. Esto ha sido complementado por un gradual y creciente proceso de descentralización, y un mayor protagonismo de las estructuras regionales, locales y empresariales, permitiendo más dinamismo y generalización de las iniciativas en materia de innovación, ciencia y tecnología.

Partiendo de esta realidad, mediante la aplicación de una política coherente y consistente, la Inversión Extranjera Directa ha continuado tributando a la transferencia de tecnología y acceso a know how, especialmente con el establecimiento de territorios con regímenes especiales, tales como las Zonas Especiales de Desarrollo (ZED), las Zonas de Desarrollo Económico y Comercial (ZDEC), las Zonas de Libre Comercio (ZLC) y en especial las Zonas de Desarrollo de Alta Tecnología (ZDAT).

Las Zonas de Desarrollo de Alta Tecnología se han constituido en vanguardia de la estrategia de desarrollo impulsada por la innovación de China, siendo claves la estrategia de escalamiento tecnológico. En 2022, existían 173 zonas nacionales chinas de desarrollo industrial de alta tecnología en China, 84 más que en 2012, según el Ministerio de Ciencia y Tecnología. Incluían el 84 % de los laboratorios estatales clave y el 78 % de los centros nacionales de innovación tecnológica, con más de 4.400 instituciones de investigación. El número de empresas de alta tecnología en las zonas nacionales de alta tecnología se incrementó de menos de 20.000 en 2012, a 115.000 en el 2022, contribuyendo al 13,4 % del PBI de China. Estas han incluido parques industriales y científico-tecnológicos, abiertos tanto a la inversión extranjera como a la nacional, conectando centros universitarios de investigación con centros de innovación y empresas encargadas de la producción y la comercialización.

En las zonas de alta tecnología se ejecutaron numerosos avances, desarrollaron nuevas invenciones y generaron patentes, tales como las tecnologías cuánticas, el ferrocarril de alta velocidad, el sistema de navegación por satélite Beidou, el avión de pasajeros C919, las telecomunicaciones 5G, entre otros de importancia estratégica. En los últimos años, el primer chip de inteligencia artificial de China, el primer satélite de comunicación cuántica, las primeras vacunas chinas para la COVID-19, entre otros avances, fueron perfilados por científicos y empresas en ZDAT.

En este contexto, no obstante, se observó un incremento del control regulatorio del sector privado, a fin de evitar que algunas de las grandes empresas tecnológicas incidieran negativamente en la estabilidad social u obtuvieran un poder de mercado excesivo. En tal sentido, se aplicaron, de manera selectiva, multas, restricciones y el impulso de legislaciones antimonopolísticas y pro competencia.

El sector digital, pivote de la estrategia sobre ciencia tecnología e innovación del país

En los últimos años, la economía digital de China continuó desarrollándose rápidamente, conformando sectores industriales competitivos a nivel internacional, áreas de aglomeración y clústeres de la industria digital.

El peso de las tecnologías digitales en la economía, en continuo crecimiento, representó en el 2020 el 38,6 % de la producción del gigante asiático, y se ha convertido en motor clave para su desarrollo económico y social. China es hoy el país con mayor alcance penetración digital en el mundo, como lo refleja el total de usuarios de internet y el uso de la tecnología de internet móvil. Ha construido la red de fibra óptica y banda ancha móvil más grande del mundo, la banda ancha fija nacional ha logrado un salto de 100M a 1 Gigabit, la tecnología de comunicación móvil ha saltado de la «4G» a «5G», se han construido y abierto 2,22 millones de estaciones base 5G en todo el país y la proporción de acceso a la banda ancha ha alcanzado el 100%.

Empresas chinas han incrementado su liderazgo y cuota de mercado en sectores tecnológicos y de comercio electrónico a nivel global. Empresas como Alibaba, Tencent, Xiaomi y Baidu, al estilo de Amazon, Facebook y Google, han contribuido a internacionalizar modelos, marcas y estándares tecnológicos y digitales chinos, muestra del creciente desarrollo tecnológico y la innovación endógena que han adquirido las empresas chinas no solo a nivel regional sino también global.

En esto ha jugado también un rol clave la Ruta de la Seda Digital, como parte de la iniciativa de la Franja y la Ruta, centrándose en la creación de infraestructura digital, la mejora de la conectividad y las telecomunicaciones, contribuyendo así a la internacionalización de las empresas tecnológicas del gigante asiático. Las grandes empresas tecnológicas chinas, claves en la implementación de proyectos de la Ruta de la Seda Digital, han alcanzado una creciente presencia en la región, registrando inversiones en centros de datos, redes e infraestructura de telecomunicaciones, plataformas y estándares chinos en destinos estratégicos.

En el período se avanzó también, aún de manera limitada, en una mayor generalización del yuan digital, desplegado en forma de pruebas en algunas ciudades del país. Puede esperarse que a fines del 2025 China se convierta en el primer país en disponer de una divisa digital soberana. Esto tendrá efectos no solo a nivel nacional, sino impactará además el comercio, finanzas e integración con las cadenas de suministro y producción a nivel regional, así como los planes de China por promover la internacionalización del yuan a nivel internacional.

Confrontación tecno-geopolítica con los Estados Unidos y otros países occidentales.

La administración Trump de los Estados Unidos, con el pretexto de “proteger la seguridad nacional, la política exterior y la economía de dicho país, emprendió en su mandato un amplio conjunto de acciones, continuadas por la presente administración Biden, dirigidas a preservar su hegemonía en el área tecnológica y la innovación, mantener su status como superpotencia mundial en el siglo XXI, debilitar el sector tecnológico del gigante asiático, y reducir su creciente liderazgo en estas esferas a nivel global. Esto se tradujo en una intensa competencia geopolítica, económica y estratégica entre ambas naciones por la hegemonía global en el ámbito tecnológico y de la innovación.

El documento de la Estrategia de Seguridad Nacional (NSS) de los Estados Unidos bajo la administración Biden, publicado en 2022, y la Guía Estratégica de Seguridad Nacional provisional, explicitó la creciente confrontación de las administraciones estadounidenses hacia China, incluido en el sector tecnológico, como parte de una competencia geopolítica más amplia. Este documento subraya que China es «el único competidor con la intención de remodelar el orden internacional y, cada vez más, con el poder económico, diplomático, militar y tecnológico para hacerlo». La NSS indica además que «Estados Unidos está decidido a defender su primacía frente a China en los ámbitos económico y de seguridad» y para esto, mantener y reforzar la primacía en el sector tecnológico es decisivo y estratégico.

Bajo la presidencia de Joe Biden, se han distinguido cuatro líneas estratégicas principales en esta esfera: mantener el liderazgo tecnológico, económico y militar; contener y retroceder la influencia de China en el mercado tecnológico global, profundizar la cooperación con sus aliados; y construir una estructura tecno política que rivalice y excluya a China.

En tal sentido, en el último período se endurecieron las medidas de los EE.UU. que tuvieron como objetivo frenar u obstaculizar el acceso de empresas tecnológicas chinas a importaciones de insumos, componentes y tecnologías claves; impedir la presencia de sus empresas tecnológicas en el mercado estadounidense y de países aliados; aplicar restricciones a las inversiones de estos países en empresas chinas; así como a la inversión y la adquisición de empresas tecnológicas chinas en el mercado de los Estados Unidos o en países aliados, entre otras.

Estados Unidos, con el apoyo de algunos de sus aliados, acrecentó en los últimos años los intentos por reducir la posición líder de China en las cadenas globales de suministro, tratando de desacoplarla y disminuir sus vínculos, con el objetivo de frenar el rápido ascenso económico, militar y tecnológico del país asiático.

Se incrementaron además las medidas coercitivas unilaterales de los EE.UU., incluido el listado de empresas chinas sancionadas, que persiguen limitar el desarrollo tecnológico del sector militar chino. Un creciente número de empresas y de personas en China fueron sujetas de sanciones por el Departamento de Comercio de los EE.UU. por actividades «contrarias a la segu­ridad nacional o intereses de dicho país», elevándose los niveles de confrontación y la consecuente mayor aplicación de medidas de carácter recíproco en represalia por parte de China.

Fue patente también el incremento de las políticas del gobierno de los Estados Unidos hacia la comunidad de nacionales chinos que estudian y trabajan en empresas tecnológicas, universidades y centros de investigación en dicho país; estimulando su abandono, el no retorno y la no colaboración con entidades o empresas chinas, como activa política de robo de cerebros en detrimento de la creación de capacidades por parte de China.

EE.UU. amplió asimismo las medidas coercitivas unilaterales a empresas del sector tecnológico, como las realizadas a TikTok, ZTE o Huawei. Se amplió el control a las inversiones extranjeras en el marco de CFIUS (Comité para inversiones extranjeras de Estados Unidos) y la exportación de pro­ductos de doble uso, en particular aquellas dirigidas a los sectores asociados a la cuarta revolución industrial, incluidos los semiconductores, la inteligencia artificial, la robótica y la tecno­logía de la información.

China, no obstante, en términos relativos aprovechó las divisiones que estas políticas industriales con marcado acento nacionalista generaron entre algunos socios de los EE.UU., como los países europeos; reforzó las regulaciones que protegen a lo interno su sector tecnológico; incrementó en reciprocidad las sanciones a empresas líderes del sector tecnológico estadounidense, como Apple; y mantuvo las prohibiciones aplicadas a Google, Facebook, Twitter.

Un área de especial confrontación con EE.UU. durante el período lo fue el diseño y la fabricación de semiconductores, chips y circuitos integrados. China tiene como estrategia a largo plazo liderar las diferentes fases de la cadena de producción de chips, o semiconductores, componentes claves, utilizados en prácticamente todos los dispositivos electrónicos, civiles o militares. Sin embargo, actualmente Estados Unidos controla el 50 % de este mercado, con empresas líderes en el diseño, fabricación de componentes y producción multifacética, si bien la producción está localizada principalmente en Asia, con la empresa taiwanesa TSMC dominando el desarrollo de los chips más avanzados, lo que le confiere una importancia estratégica crucial. Corea del Sur es igualmente un importante fabricante (con empresas como Samsung), y Japón, un potente productor de materiales y componentes tecnológicos. La Unión Europea, aunque desempeña un papel más discreto en la producción y el diseño, cuenta con la empresa ASML de Países Bajos, fabricante de sistemas de litografía de algunos de los semiconductores más avanzados. Sin embargo, las tecnologías estadounidenses impregnan la cadena de suministro en su totalidad, que depende aun críticamente de diseños, componentes o equipos estadounidenses.

En agosto de 2020, el Departamento de Comercio de los Estados unidos impuso sanciones contra Semiconductor Manufacturing International Corporation (SMIC), el mayor fabricante de chips del país, y restringió a Huawei el acceso a microprocesadores producidos con tecnología estadounidense. El pasado 7 de octubre de 2022, en una escalada sin precedentes, la administración Biden anunció una nueva política de control de las exportaciones de inteligencia artificial y tecnologías de semiconductores a China. Esto implicó un cambio radical en la política de exportación de semiconductores a China, así como una revisión mucho más restrictiva de las normas de gestión de las listas de partes restringidas. Esta nueva política busca mantener el liderazgo de los Estados Unidos sobre estas tecnologías y aplicar “puntos de estrangulamiento» a China en áreas fundamentales de la cadena de suministro mundial de tecnología de semiconductores.

La nueva Ley Chip de los EE.UU., propuesta por la Administración Biden en 2022, añadió un elemento adicional, al destinar 52.700 millones de dólares a la investigación, desarrollo y fabricación de semiconductores en suelo estadounidense, y facilita un crédito fiscal de inversión del 25 % a los productores de semiconductores en los EEUU. Para esto, cualquier entidad que utilice la financiación de la Ley CHIPS tiene prohibido «participar en cualquier transacción significativa que implique la expansión material de la capacidad de fabricación de semiconductores en China».

En resumen, la administración Biden, en continuidad con la de Trump, ha convertido en arma la posición todavía dominante de los EE.UU. en la cadena de valor mundial de los semiconductores, tratando de (1) estrangular a la industria china de IA mediante la restricción del acceso a chips de IA de gama alta; (2) bloquear a China el acceso a software de diseño de chips fabricados en Estados Unidos; (3) bloquear a China el acceso a equipos de fabricación de semiconductores fabricados en Estados Unidos; y (4) bloquear en China la producción nacional de equipos de fabricación de semiconductores mediante la restricción del acceso a componentes fabricados en Estados Unidos.

Lo anterior ha impactado la industria china de semiconductores avanzados y tecnologías derivadas, como la IA, los superordenadores, la formación en conducción autónoma, incidiendo en su velocidad y capacidad de modernización No obstante, esto ha sido complementado por una política de China más intencionada, dirigida a desarrollar mayor autonomía e independencia en el sector tecnológico y de la innovación, y la conformación de cadenas de suministro de semiconductores completas y autónomas respecto a la industria estadounidense. Se ha observado además un refuerzo de la gestión y mayores fondos gubernamentales para que los fabricantes de chinos produzcan chips avanzados utilizando soluciones creativas de ingeniería, incluso con tecnologías más antiguas, no sujetas a sanciones.

Todo esto está acelerando, paradójicamente, el avance de China hacia la frontera, la autosuficiencia y la mayor soberanía tecnológica. Las medidas que han perseguido sancionar, aislar a China y limitar su crecimiento, han sido a su vez contraproducentes para Estados Unidos y sus aliados, en particular Taiwán, Japón y Corea del Sur. Han implicado destruir buena parte de su actual mercado, sin perspectivas de un sustituto inmediato, privando además a sus empresas de importantes fuentes de beneficios. Por otra parte, ha afectado la producción y las ganancias de empresas estadounidenses, afectando sus ingresos a largo plazo y generando la resistencia del sector corporativo estadounidense.

Por otra parte, una mayoría de los países de la región de Asia Pacífico quieren evitar tener que escoger entre EE.UU. y China, y no se encuentran en condiciones de desacoplarse de la economía china. Tomando el caso de las empresas de Corea del Sur, estas exportan alrededor del 60 % de sus productos a China (40 % a China continental, 20 % a Hong Kong), al tiempo que importan de China casi el 60 % de los materiales críticos relacionados con los chips.

Conclusiones

La rivalidad, competencia o confrontación que enfrenta crecientemente China de las grandes potencias establecidas en el sistema internacional, está siendo determinada de manera transversal por disputas geopolíticas, geoeconómicas y geoestratégicas en el sector tecnológico y la innovación, condición necesaria para la preservación o afianzamiento de la hegemonía en las próximas décadas, la reconfiguración del poder, el devenir de la globalización, la estructuración de las cadenas regionales y globales de producción y la reconfiguración de un nuevo orden global.

China tiene una visión de largo plazo hacia la excelencia, la autonomía y la independencia en el ámbito de la ciencia, la tecnología y la innovación, dirigida no solo a crear y exportar productos autóctonos, acuñar marcas tecnológicas propias; sino también a conformar los nuevos estándares y normas internacionales en este ámbito y competir con empresas globales en estos sectores, indispensables para liderar en la confrontación tecnológica con visos geopolíticos del presente siglo y elevar el status del país a nivel global, con una contribución cada vez más importante y central al desarrollo económico y social del país. Esto es parte además de su proyección para la consecución de un orden mundial distinto, siendo la tecnología un medio para la reorganización del mismo, con el potencial de cambiar el orden internacional vigente.

China, gradualmente, ha dejado de ser un imitador o productor de ciencia de baja calidad, convirtiéndose en varias esferas en una potencia científica igual o superior a nivel internacional con los países con mayor desarrollo, consolidándose como una potencia global en materia de innovación, componente esencial para materializar en 2035 su status de una “gran nación socialista, moderna, próspera y poderosa” y allanar el camino para consumar el “sueño chino” en el 2049.

La última década materializó asimismo el rápido avance de China en indicadores que son reflejo de una significativa mejora en la calidad de la innovación. Este ha sido definitorio para China en lograr avances y ventajas en el marco de la rivalidad estratégica que sostiene con Estados Unidos y occidente en general, en particular con países europeos, Japón y Corea del Sur.

En los últimos años ha transformado su industria tecnológica, llegando a igualar o superar en diversos indicadores a las potencias tecnológicas de las últimas décadas. Ha alcanzado liderazgo global en áreas claves como la Inteligencia Artificial, la supercomputación, la tecnología 5G, tecnología quántica o tecnología espacial. Rivaliza además en campos estratégicos y avanzados, como son la computación cuántica, las comunicaciones en red, los circuitos integrados, el software clave, el big data, la inteligencia artificial, el blockchain, la fabricación aditiva (impresión 3D) o los nuevos materiales.

La aspiración de China de avanzar en el período hacia la autosuficiencia tecnológica estuvo mediada por su insuficiente capacidad de revertir debilidades que subsisten en su tejido industrial; en la mejor asignación de los recursos de innovación en función de las necesidades estratégicas del país; disminuir las carencias en las ciencias básicas; la mejora del sistema de movilización de recursos a nivel nacional para la investigación y el desarrollo de tecnologías básicas; la formación de talentos de alta calidad; acortar el atraso tecnológico relativo que mantiene en algunas esferas transversales, como la industria de los semiconductores y chips integrados; en su capacidad de hacer frente y avanzar en alguna de estas áreas pese a la política unilateral de sanciones de los EE.UU.; y el hecho de que parte de su aparato tecnológico mantiene aún altos niveles de dependencia tecnológica y está sujeto a recursos controlados por su principal rival estratégico y países aliados.

En el último período se endurecieron las medidas llevadas a cabo por las recientes administraciones de los EE.UU. que tuvieron como objetivo frenar u obstaculizar el acceso de empresas tecnológicas chinas a importaciones de insumos, componentes y tecnologías claves; impedir la presencia de empresas tecnológicas chinas en el mercado estadounidense y de países aliados; aplicar restricciones a las inversiones de estos países en empresas chinas; así como restricciones a la inversión y la adquisición por empresas tecnológicas chinas al mercado de los Estados Unidos o en países aliados, entre otras.

En una escalada sin precedentes, en el último periodo, la administración Biden ha convertido en armas su posición aún dominante en la cadena de valor mundial de los semiconductores. Se incrementaron además las medidas coercitivas unilaterales de los EE.UU., incluido el listado de empresas chinas sancionadas, que persigue limitar el desarrollo tecnológico chino.

Lo anterior, no obstante, ha acelerado el avance de China hacia la frontera tecnológica. Ha acelerado una política de China más intencionada, dirigida a una mayor autonomía e independencia en el sector tecnológico y de la innovación. Las medidas que pretenden sancionar, aislar a China y limitar su crecimiento, están siendo contraproducentes para Estados Unidos y sus aliados, en particular Taiwán, Japón y Corea del Sur. Se ha visto además la resistencia de muchos países de la región de Asia Pacífico, que quieren evitar tener que escoger entre EE.UU. y China, y no se encuentran tampoco en condiciones de desacoplarse de la economía china.

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