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Cuba

Herbert Matthews. La gran entrevista, sesenta y seis años después

febrero 10, 2024   0

“Nunca hice otra historia que me diera más satisfacción profesional…solo me atribuyo el mérito de haber interpretado correctamente lo que vi y escuché, de haberme dado cuenta de que el extraordinario joven que me abrió su corazón en susurros, durante tres horas, sería aquel en torno al cual se concentrarían las esperanzas y pasiones de Cuba, para una marea de victoria”.

Así respondía a sus críticos Herbert Matthews, el insigne periodista y editorialista estadounidense que llegara en febrero de 1957 hasta la finca de Epifanio Díaz, en las inmediaciones de la Sierra Maestra, para encontrarse con Fidel.

Días antes el líder guerrillero había instruido lograr una entrevista de impacto con un corresponsal respetado fuera de Cuba, pero la inesperada traición de Eutimio Guerra dejaba a la guerrilla en una situación de seguridad tan comprometida, que el ilustre visitante corría un peligro real.

“Sin prensa, Fidel Castro no pasaría de ser un forajido… aislado e inefectivo”,  valoraba Matthews, quien como profundo conocedor del tema cubano y latinoamericano, sospechaba que detrás de la férrea censura ordenada por Batista en Cuba, había un secreto bien guardado.

En Refugio 106, antiguas oficinas de The New York Times en La Habana, se hablaría por primera vez de la posibilidad de que el famoso diario estadounidense obtuviera la exclusiva del momento: “Fidel está vivo”. Ruby Hart Phillips, la estirada corresponsal del periódico en Cuba, guardaría profesionalmente el secreto.

La llegada de Herbert y su esposa Nancie, horas más tarde a capital cubana ratificaba la disposición de los editores del periódico de correr el tremendo riesgo de adentrarse en los montes orientales en busca de aquella noticia. Todos esperaban que Matthews develara el nombre del joven periodista que acometería el arriesgado encargo, pero se sorprendieron cuando sonriente dijo: “Yo mismo subiré”.

Una aceitada red de colaboradores del movimiento 26 de Julio a lo largo de la Isla se encargaría de llevarlo hasta Fidel. Duras serían las jornadas para él y Nancie, encubiertos como turistas americanos interesados en invertir en la zona oriental.

Muchos años después un especialista en Operaciones psicológicas del Comando Sur del Ejército de los Estados Unidos escribiría: “La propaganda y la guerra política de la Revolución Cubana, cuando se examinan en su contexto original, ilustran una operación psicológica bien planificada y ejecutada que influyó en numerosas audiencias y condujo a cambios de comportamiento que terminaron ayudando a Fidel Castro a tomar el poder, mientras comandaba una fuerza numérica y tecnológicamente inferior”.

Toda suerte de reacciones generó aquella primera plana del dominical de The New York Times el 24 de febrero de 1957. En el Palacio Presidencial se preguntaban como Matthews, ya cercano a sus 60 años de edad y bajo prescripción de su cardiólogo,  había logrado resistir los rigores de aquella travesía y sortear las postas de las tropas batistianas en la Sierra, entrenadas y armadas por Estados Unidos.

Edmund Chester, norteamericano, ex periodista de la agencia Associated Press y de la televisora CBS, contratado ahora como secretario de prensa de Batista y asesor para sus discursos, concluyó superficialmente que se trataba de una treta de su experimentado “colega” y recomendó el lamentable desmentido en la pluma del Secretario de Defensa de entonces, Santiago Verdeja, publicado por  la Revista Bohemia.

En Calzada 55, los asesores de Arthur Gardner, embajador de Estados Unidos en la Habana y fraterno amigo de Batista, se negaban a reconocer que no se habían enterado de nada. La furia de Gardner seria tal, que ya sustituido y descalificado, dedicaría muchas energías a  arruinar la carrera profesional de Matthews.

A pesar de la censura y las amenazas aquí y allá, los tres artículos resultantes de la entrevista de Matthews con Fidel corrieron como la pólvora. Los principales diarios de EE.UU hicieron versiones de la entrevista, la naciente televisión lo reportó en exclusiva y un ejército de periodistas comenzó a planear su próximo viaje a la Sierra Maestra.

A partir de ese momento y hasta el 25 de noviembre de 2016, los medios de prensa de ese país no dejaron de monitorear la trayectoria de Fidel. Lo siguieron a cada paso. Su encuentro con Herbert Matthews no sería sino el primero de muchos memorables intercambios con los principales líderes de opinión de EE.UU, a quienes convirtió sin decirles, en las personas que explicarían la Revolución a la audiencia del iracundo adversario.

A medida que la Revolución concretaba el programa del Moncada, los enemigos de Cuba la emprendían despiadadamente contra Matthews, le responsabilizaban por los nuevos destinos de la isla y llegaron incluso a adjudicarle inmerecidamente la patente de “haber inventado a Fidel”.

El irrepetible Ernest Hemingway, su amigo desde las oscuras noches de fuego y muerte compartidas durante la guerra civil española, escribiría: “Herbert Matthews es el más severo, el más capaz y el más valiente de los corresponsales de guerra actuales, ha visto la verdad donde más peligroso ha resultado verla…se levanta hoy como un faro gigante de honestidad…”


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