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La dimensión comunicacional del conflicto ruso-ucraniano

Otros autores: Dra. Sunamis Fabelo Concepción y MSc. Elio Perera Pena
marzo 21, 2022   0
Artículo publicado en Dossier "Ucrania: Las claves de un conflicto en tiempos de desinformación"

El conflicto entre Ucrania y Rusia se manifiesta de manera igualmente intensa en el plano comunicacional. Sin embargo, esta tendencia no es nueva. La presencia de Estados Unidos en la manipulación mediática del conflicto tampoco es ajena a la lógica de actuación de Washington en este tipo de confrontaciones. Desde el Macartismo, la industria del entretenimiento ha desarrollado una feroz ofensiva contra el comunismo. Los mecanismos de reproducción cultural mediante los cuales operaba entonces esta industria permitieron construir no solo el fantasma del comunismo, sino ponerlo a recorrer el mundo entero. Otro ejemplo destacado en ese ámbito fue la construcción mediática del terrorismo a partir del atentado a las Torres Gemelas y la posterior “Cruzada contra el terrorismo”. En todos los casos los medios han jugado un papel destacado en el desarrollo de los acontecimientos.

A partir de los años 70 el enfoque del Paradigma Realista que privilegiaba las cuestiones de seguridad y los análisis diplomático-estratégicos, donde cuentan fundamentalmente los Estados y entre ellos las potencias principales de cada momento histórico, entrelazados en una dinámica conflictiva que los condiciona a la búsqueda, preservación y expansión del poder; comenzó a ser cuestionado desde la teoría de las Relaciones Internacionales.

Ello generó un cambio de Paradigma hacia posiciones más coherentes con la nueva realidad, mucho más compleja e interdependiente. De ahí que, a través de la interdependencia compleja se planteara la existencia de una pluralidad de actores internacionales, reforzado por la interdependencia de las economías, la disminución del papel de los Estados privilegiando las fuerzas trasnacionales. Dentro de sus principales teóricos está Joseph Nye y Robert Keohane, analizaron cómo la política internacional se había ido transformando a través del aumento de las diversas y complejas conexiones transnacionales e interdependencias entre estados y las sociedades, mientras que la fuerza militar y el equilibrio de poder decrecía, pero manteniendo un nivel importante. En ese sentido, libros como Poder e interdependencia (escrito en coautoría con Robert Keohane), Comprender los conflictos internacionales y Poder blando: los medios para el éxito en la política, describen en buena medida las principales coordenadas a seguir para el análisis complejo del mundo actual que propone Nye. (Fabelo, 2021)

 Nye hizo una clasificación del concepto poder, a partir de la identificación y combinación de tres grandes tipos de poderes: poder duro (hard power), poder suave (soft power), y poder inteligente (smart power), donde define el poder blandocomo la habilidad de obtener lo que quieres a través de la atracción antes que a través de la coerción o de las recompensas. Surge del atractivo de la cultura de un país, de sus ideales políticos y de sus políticas. Por otro lado, el poder durodescansa en la inducción (zanahoria) o la amenaza (garrote). De la intersección de ambos, surge el poder inteligente, que según Nyesignifica aprender cómo combinar poder duro y blando y mantener un balance adecuado entre ambos.

Estas teorías han ido ganando particular importancia en el proceso de conformación de la política exterior norteamericana. Se trata de una guerra prolongada y continuada por el  dominio y control de las sociedades y de las mentes, pero su diferencia cualitativa actual consiste en la interacción funcional de la tecnología (medios de comunicación) y de la informática (electrónica y computación) orientada a un objetivo de control y dominio mediante una estrategia comunicacional, que se apoya además en la canalización de fondos (no sólo a grupos opositores legítimos o no, sino también a fuerzas sociales marginales que pueden crear caos y desestabilización y combinan sus acciones con el boicot económico para crear un clima de inestabilidad e ingobernabilidad) con el fin de promover el cambio de régimen y donde el uso y/o amenaza de la fuerza como elemento de la disuasión es central en su proyección global imperial.

Desde el atentado a las Torres Gemelas en Nueva York en 2001, la idea de amenaza que supuestamente representaría la cultura islámica para los valores occidentales, se hizo más fuerte y comenzó a tomar cuerpo al iniciarse una cruzada global “antiterrorista” liderada por Estados Unidos.

El contexto de lucha global contra el terrorismo marcó la relación de interdependencia entre la gran prensa y el sistema político estadounidenses durante la primera década del siglo XXI. A pesar de la fuerte estructura económica, financiera, industrial, y del respaldo jurídico con el que cuenta la gran prensa y que la pone en condiciones de marcar independencia del poder (político, militar y económico), en la primera década del siglo XXI estadounidense se evidenció una estrecha interdependencia con estas estructuras de poder. Es así que la comunicación pública de la gran prensa norteamericana comienza a servirse de productos comunicativos producidos ex profeso para ser soportes de información de interés político a partir de la influencia que ejerce el sistema político en momentos histórico-concretos determinados (González Martin, 2011).

Los productos comunicativos de entretenimiento estadounidenses, a partir del 11/9, funcionaron como legitimadores de los intereses del gobierno de Estados Unidos en la llamada “Cruzada contra el Terrorismo”; toda vez, que se convirtieron en poderosas y efectivas herramientas de propaganda política. Sus intereses de convencer a la ciudadanía de continuar incurriendo en gastos militares, de reclutar a los jóvenes para el Ejército, de justificar la proyección internacional de EE.UU –principalmente en Medio Oriente –, encontraron su mejor baza en la representación social del terrorismo en los productos audiovisuales de entretenimiento. Además, el terrorismo, eje articulador de las ficciones de estos audiovisuales, se presentó como justificación de prácticas como la tortura, la invasión a la privacidad individual o la injerencia en los asuntos internos de otros Estados. Se trataba una vez más de la construcción de un Medio Oriente útil.

La representación social del terrorismo unida a la construcción de Medio Oriente, se vio favorecida por el aumento de las interrelaciones entre la industria del entretenimiento, el Complejo Militar Industrial (CMI) y el gobierno de EE. UU. Es así que, dada la necesidad de representar esta realidad según los intereses estadounidenses, comenzó a promoverse que los productores pudieran disponer de todo el material militar que necesitaran (portaaviones, submarinos, imágenes de archivo, consejos técnicos, equipamiento y entrenamiento militar), mientras que el Pentágono necesitaba de la difusión, del marketing de Hollywood, para promover un perenne estado de guerra; convencer a sus ciudadanos, principalmente a los jóvenes, de enlistarse en el Ejército; y transmitir una imagen positiva del gobierno y fuerzas armadas estadounidenses. Autores como David L. Robb se refirió a este particular como: el Military-Entertainment Complex (Baza, 2018).

En el libro Seguridad Nacional del Cine: La Perturbadora Nueva Evidencia del Control Gubernamental en Hollywood (2017), de Tom Secker y Matthew Alford, se provee una actualización del estado de relaciones entre estos entes, principalmente en el período de la administración Obama. En esta investigación, realizada a partir de documentos adquiridos por el Acta de Libertad de la Información (FOIA, por sus siglas en inglés), se expone que el Pentágono, la CIA y la Agencia de Seguridad Nacional habían intervenido en la producción de al menos 800 películas de Hollywood y 1 000 títulos de televisión. Entre estos se incluyen James Bond, la franquicia de Transformers, Avatar, Meetthe Parents, Salt, Spy, películas de Marvel, Hawaii Five-O, America’s GotTalent, Oprah, Jay Leno, Cupcake Wars, y numerosos documentales de las cadenas PBS, History Channely BBC, entre otros. Incluso denuncia la participación de la CIA en un episodio de Top Chef que tuvo como sedea Langley y contó con la participación de Leon Panetta, director de la Agencia en ese momento, y posteriormente Secretario de Defensa. No obstante, los autores    reconocen que: es imposible saber exactamente cuán generalizada está la censura militar del entretenimiento porque muchos archivos aún están retenidos (Secker, T., & Alford, M., 2017).

El papel de las agencias de seguridad, sobre todo de la CIA, dentro de la industria del entretenimiento merece una mención y análisis aparte. El rol de la CIA en la industria del entretenimiento, ha sido expuesto en libros tales como: Tricia Jenkins (2016): The CIA in Hollywood: How the Agency Shapes Film and Television y de Nicholas Schou (2016): Spooked: Howthe CIA manipulates the Media and hoodwinks Hollywood (Baza, 2018). Desde su surgimiento, en 1947, la CIA ha estado trabajando estrechamente con la industria del entretenimiento. Pero, no es hasta mediados de los 90’s que se formaliza una oficina de enlace: ELO (por sus siglas en inglés, Entertainment Liaison Office), con el objetivo de elevar las relaciones a un nivel superior, mantener un mayor control de los productos audiovisuales emitidos y mejorar la imagen de la Agencia.

Todos estos elementos resultan no solo un importante marco conceptual a partir del cual entender el desarrollo de fenómenos como el de la confrontación ruso-ucraniana en la actualidad, sino que también resultan antecedentes importantes a tener en cuenta para abordar el desarrollo del conflicto desde el plano comunicacional, en el corto plazo. La lógica continúa siendo la misma, aunque la presencia de EUA sea indirecta, sin embargo, la construcción mediática del conflicto forma parte de una de las más importantes estrategias de lucha en el plano militar y de la disputa cultural y de sentidos por la hegemonía.

Rusofobia

Con la escalada del conflicto ruso ucraniano, existe una fobia en contra del gobierno y el pueblo ruso que es mayormente inducida. Los medios pertenecientes a los grandes emporios de la comunicación y las redes sociales utilizan mensajes, noticias y comentarios desestabilizadores hacia Rusia, de contenido político social, económico y militar, fundamentalmente.

La rusofobia no es un fenómeno nuevo. Por necesidades de alianza histórica, desde el siglo XVIII Rusia está tratando de integrarse a Europa, su inmenso espacio geográfico propició rivalidades, es un territorio multiétnico de más de cien nacionalidades, algunas de ellas incorporadas a Rusia por la fuerza en la época de los zares, lo que generó permanentes conflictos que se manifestaron en el término político, religioso y cultural y que han sido bien utilizados por Occidente para su campaña anti rusa.

Finalizada la primera guerra mundial, los rusos y otros europeos que emigraron a Francia comenzaron a hablar de una supuesta desinformación empleada por la policía bolchevique, estas declaraciones se replicaron por medios de prensa occidentales, que comenzaron a fijar una línea informativa de influencia psicológico-ideológica opuesta a la ampliación de ideas rusas y a la expansión de su territorio. La prensa británica y francesa mostraban a Rusia como un imperio agresivo y peligroso (Clark, 2012).

En la Segunda Guerra Mundial, en la que la Unión Soviética tuvo más de veinte y cinco millones de muertos, unos sesenta millones de mutilados y heridos, toda una devastación del país, la narrativa histórica que se trató de entretejer en Hollywood fue que los Estados Unidos fueron el vencedor del nazismo. Y China que perdió en esa contienda a más de diez millones de compatriotas, la industria del cine ni la menciona en ese aspecto (Díaz, 2020).

Posterior a la creación de la Unión Soviética en el 1922, las administraciones norteamericanas se empeñaron en mostrar al comunismo como un primer gran enemigo, sobrevendrían después las víctimas del macartismo en el interior de los Estados Unidos. Después de los atentados a las torres gemelas, el enemigo le correspondió al terrorismo islámico, al comienzo de la Pandemia del Covid-19 se creó contra China un sentimiento de rechazo, en todos los ejemplos anteriores se utilizaron a los medios de comunicación para formar parte de los ataques insidiosos.

En los años sesenta del siglo XX la CIA recibió el encargo de estudiar la desinformación en su relación con los conflictos bélicos. El encargo obedecía a la necesidad norteamericana de enfrentar en todos los órdenes a la Unión Soviética y sus aliados (Rodríguez, 2016).

Con la ayuda de algunos disidentes provenientes de ciudades como Moscú y Praga, quienes trabajaron estrechamente con la CIA, entre ellos Ladislav Bittman, se fueron recopilando datos y generalizando información que concluyó con la presentación por parte de ese órgano de inteligencia de un informe al gobierno estadounidense en el que se expresó que para ganar en el terreno político, económico y bélico, había que sembrar información falsa, incompleta o sesgada, alimentada según los intereses de un estado, y dirigida contra el estado considerado objeto de agresión, sus colectivos, o sus individuos en particular (Bittman, 1972).

A tono con lo anterior los Estados Unidos crean la Agencia de Información de los Estados Unidos, la USIA, momento a partir del cual, como reseña Charles Wick, director de ese organismo en la década del ochenta, la información con fines desestabilizadores se convierte en parte esencial de la política exterior norteamericana, y la Unión Soviética el plato preferido de los intentos estadounidenses (Elder, 1968).

Tras los ataques contra las Torres Gemelas, el 11 de septiembre del 2001, se crea, subordinada al Pentágono, la Oficina de Defensa Estratégica, como un órgano auxiliar de otras agencias, USAID, NED, entre ellas, oficina que cerró cuando se desató a nivel internacional una polémica acerca de la posibilidad de que dicha oficina afectara por igual a países amigos como Israel y el Reino Unido, que a Rusia, catalogado uno de sus más importantes contrincantes. (Rodríguez, 2017).

Al analizar el conflicto ruso ucraniano es posible apreciar como los tradicionales medios de comunicación y las redes sociales tratan de satanizar todo lo relativo a Rusia, al extremo de culpar al pueblo ruso ante las decisiones adoptadas por sus dirigentes políticos. En el plano cultural, intelectual, científico si algo proviene de Rusia está cargado de una connotación negativa.

Recientemente varios medios occidentales han comenzado a argumentar cómo las escenas de la invasión de Rusia a Ucrania reviven los estereotipos de los personajes rusos en el cine de Hollywood. En ese sentido afirman que los rusos han pasado a ser los aliados convertidos en enemigos, los espías encubiertos y sin sentimientos, los villanos del mundo sin colores, el contrapunto ideal en las tramas de ciencia ficción, acción, suspenso y aventura que ahora la invasión de Moscú a Ucrania baña de realidad. (Moreno, 2022)

En este contexto tiene un rol fundamental la figura de Vladimir Putin y por tanto, puede decirse en lo que a él respecta, el peso de la personalidad en la historia. Es así que a Putin se le atribuye la encarnación de todo lo que significa Rusia y el pueblo ruso. La imagen de Putin representa la consolidación del proceso de transición que experimentó la sociedad rusa. Ello se traduce en la percepción de la ruptura definitiva con el pasado soviético, pero a través del rescate del alma rusa apoyado en el nacionalismo y la rearticulación de elementos socioculturales del pasado histórico glorioso.

Es por ello que, su “control interminable en el poder hace que el ser ruso” sea fácil de pasar por alto como una identidad étnica o cultural, en favor de “una identidad puramente política”. Ver lo ruso como algo político y sinónimo de Putin mantiene vivo el estereotipo en Hollywood. (Moreno, 2022). Este, a su vez es uno de los elementos fundamentals para entender el proceso de rusofobia que vine generándose y que marcará estereotipo en los próximos años.

La producción de sentidos implica orientar el comportamiento social, y construir estrategias políticas que reafirmen, subviertan, deconstruyan o construyan las relaciones de poder. El poder construye los sentidos que le permitirá hilar las relaciones que aseguren su hegemonía; la supremacía hegemónica ha de construirse sobre todo en el terreno cultural y político y en el mundo actual aumenta su influencia en los ciudadanos a través de los medios de comunicación y las redes sociales.

La disputa por los sentidos de la realidad es también por los modos de pensarla y de producir los imaginarios; por inventar o recrear nuestras estéticas y nuestros modos de expresarlos y comunicarlos. La Revolución Digital actual favorece esta realidad por la monopolización global de los grandes complejos tecno mediáticos que controlan la información y la comunicación mundial.

La objetividad de la información (si alguna vez existió) ha desaparecido, se multiplica la manipulación de las noticias, la desinformación, y la disputa por imponer las narrativas se extiende no sólo a lo comunicacional, sino que abarcan los temas económicos, políticos, sociales, históricos, ideológicos y particularmente simbólicos. Por las Redes Sociales y desde los Medios de Comunicación se construyen y circulan noticias falsas, las que, según determinadas encuestas, son las preferidas por los ciudadanos, porque corresponden mejor con lo que piensan y desean emocionalmente; lo cual demuestra que la verdad se ha diluido. Estamos viviendo una realidad, en la que, desde el punto de vista fenomenológico, cambia cada vez más la relación de los humanos respecto al mundo, a través de una nueva sociabilidad digital acelerada por las multinacionales tecnológicas, las que tienen el poder y la capacidad de transformar comportamientos relacionales, manipular las mentes y vigilar a los ciudadanos, con gran impacto en todas las esferas del pensamiento y de la acción humana. Lo más grave es que estos consorcios monopolizan la información, de forma gratuita, que más circula en Redes con un poder hasta ahora, casi absoluto, lo que les permite centralizarla y que la vigilancia a los usuarios se generalice.

Hay una mayor influencia de las Redes Sociales en la política; aumenta la retórica violenta en los sitios de redes sociales y en el papel que juegan en operaciones de guerra psicológica, especialmente para los “cambios de régimen” o “Revoluciones de colores” o como “preparación mediática para una agresión armada”. Las corporaciones mediáticas diseñan algoritmos por la IA que favorecen el contenido escandaloso, pues les es más atractivo para la audiencia, favoreciendo al populismo de extrema derecha, a los linchamientos políticos, o al “blanqueamiento del fascismo” y la preparación para guerras que pasan del plano cultural-mediático-simbólico a la realidad.

Todas estas tendencias han venido evolucionando en los últimos tiempos y ganando cada vez más espacio en el escenario internacional. En la campaña mediática contra Rusia desatada en los medios de comunicación occidentales y las redes sociales, es posible identificar coincidencias con los rasgos que caracterizan el discurso del populismo de derecha estadounidense[1]. Entre ellas se destacan:

  • La demonización de un enemigo: proceso ideológico en el que los individuos o grupos seleccionados se colocan fuera del círculo de la sociedad dominante a través de la propaganda política y los prejuicios ancestrales. Esto crea una dinámica de dualismo entre nosotros vs ellos o lo bueno o lo malo.  La persona o grupo se enmarca como totalmente malévolo, pecaminoso y malvado. Es más fácil racionalizar los estereotipos, los prejuicios, la discriminación, los chivos expiatorios[2] e incluso la violencia contra aquellos que están deshumanizados o demonizados.
  • Objetivación o deshumanización: proceso de etiquetar negativamente a una persona o grupo de personas para que se perciban más como objetos que como personas reales. Se asocia con la creencia de que un grupo particular de personas es inferior o amenazante.
  • La cosmovisión conspiracionista: Culpa a las fuerzas individualizadas y subjetivas de los problemas políticos, económicos y sociales en lugar de analizar el conflicto en términos de sistemas, instituciones y estructuras de poder.

El conflicto ruso-ucraniano en la lógica mediática occidental

Según los medios de comunicación occidentales, en los últimos años, Rusia ha estado impulsando una guerra híbrida contra los Estados occidentales. América Latina no escapa a esta tendencia. En una visita a Bogotá en febrero de 2022, la subsecretaria de estado para asuntos políticos de los Estados Unidos, Victoria Nuland, declaró que Rusia está tratando de extender su influencia antidemocrática cada vez más activa en la frontera con Colombia. Planteó la subsecretaria de estado, el riesgo potencial de que Moscú pueda estar abasteciendo a actores malignos, activos desde Venezuela quienes socavan la soberanía de Colombia.

A través de las redes sociales se dice que los equipos e insumos militares venezolanos sirven para las operaciones rusas en la frontera con Colombia, avivan ese tipo de declaraciones. En opinión de Ronal Fabián Rodríguez, investigador del Observatorio de Venezuela, y de la Universidad del Rosario en Bogotá, los medios de comunicación y las redes reiteran que en la inteligencia militar colombiana hay mucha preocupación por la participación rusa. Olvidan esos medios que durante el gobierno del expresidente Rafael Caldera, CAVIM, la compañía Anónima Venezolana de Industrias Militares, mantuvo ciertos vínculos con la industria militar rusa.

El caso africano tampoco es ajeno a este escenario. En las naciones africanas la razón fundamental de cierta reticencia al comportamiento del gobierno ruso hacia Ucrania viene determinada porque les pueda suceder lo mismo con otras potencias, ante la disputa fronteriza de algunas de ellas.

Por su parte, la narrativa rusa del tema, refiere que la agresividad occidental actual se ha intensificado, sobre todo mediante este tipo de accionar, y esto responde a la pérdida de relevancia a nivel global del “Occidente histórico” ante el avance de China y otros centros de poder. Este escenario describe la evolución hacia un mundo más multipolar y, por supuesto, genera nuevos espacios y niveles de desencuentros y alianzas. No obstante, el desate reciente del conflicto ruso-ucraniano ha desbordado este escenario.

Conviene tener presente que en el imaginario nacionalista ruso Ucrania constituye el corazón cultural y ancestral de la cultura eslava. En ese sentido es importante tomar en consideración la idea, retomada por Putin, de unos valores rusos tradicionales y del orgullo por la grandeza histórica de Rusia, como soporte de política de gran potencia euroasiática, en consonancia con una cierta recuperación del eurasianismo original íntimamente ligado a la idea de mundo ruso (Russkiy Mir). La existencia del “mundo ruso” -que es un concepto muy amplio desde el punto de vista cultural, étnico, nacionalista, imposible de ser abordado en toda su extensión en este marco-, se refiere a la división de los eslavos orientales en rusos, bielorrusos y ucranianos.

Algunos politólogos resaltan, además, la preeminencia de Ucrania en el tablero geopolítico euroasiático al apuntar su importancia precisamente porque puede escoger su camino. Su elección entre la integración con Europa o el retorno a la esfera rusa tiene un efecto vital en el equilibrio de poder en el conjunto de la región euroasiática. De ahí el importante debate suscitado entre su aproximación a la Unión Europea, y por tanto las implicaciones de la expansión de la OTAN en esa área de vecindad rusa e historia compartida, o el acercamiento a Rusia y su posible participación en la UEE, dado su emplazamiento privilegiado como “cabeza de puente”, según Zbigniew Brzezinskien el margen europeo del Heartland.

De una manera u otra, los vínculos históricos y culturales entre estos pueblos son incuestionables. Una vez más se impone el dilema del estado-nación como frontera física constantemente derribada por los senderos históricos y culturales, y los valores geopolíticos de los países que han ido conformando esta región, lo cual es muy común en esta área, no solo marcada por el paso del imperio ruso, sino por la URSS, la desintegración, la guerra fría y todas las disfuncionalidades que fueron sumándose con el paso de estas experiencias. Ante un escenario histórico-cultural tan basto como este, la disputa de sentido, la guerra cultural, y en general la sobrecarga informativa, con intereses marcados se convierten en terreno fértil para intensificar un conflicto.

El contexto confrontacional que ha caracterizado al conflicto, ha tenido entre las principales armas de guerra las noticias falsas, y por tanto la desinformación. La construcción de noticias falsas ha estado en función de vender una visión antirrusa al mundo, generando aversión contra el país. Esta proliferación de noticias falsas, solo se combate en la medida que se verifique el origen de la información lo que quiere decir que se aplique la esencia del periodismo, ir más allá de lo obvio y mostrar no solo los efectos, sino las causas que generaron el conflicto.

Sin embargo, el entorno mediático que nos rodea tiene características muy específicas que dificultan ese empeño. Se trata de un contexto marcado por tres elementos fundamentales: la infodemia, lo emocional y la inmediatez. Estas circunstancias combinadas hacen que para el ciudadano común sea prácticamente imposible tener un pensamiento crítico, y una interpretación objetiva de los hechos que consume por segundo en forma de noticias. A ello se une otro elemento que complejizan aún más la situación: el olvido de la historia, lo cual es un fenómeno que desde hace varios años ha ido manifestándose entre las nuevas generaciones.

En este contexto se ha demostrado la presencia de la NED y la USAID en Ucrania en la articulación de la narrativa sobre el conflicto a través del financiamiento a diversos canales ucranianos. Sin embargo, resulto contundente muestra de la articulación estadounidense con la posición ucraniana, la llamada operación censura realizada recientemente por Youtube (Google).  Dicha operación consistió en el borrado de miles de videos en varios idiomas de varios canales de noticias, análisis, opiniones, reportajes, de todos los temas, que habían ido colectando durante años por las cadenas Ruptly, RT, Sputnik y varias otras cuentas que no eran rusas de varios países. Se trata de una gran guerra informativa.

Las corporaciones mediáticas tienen la capacidad para decidir quién tiene derecho a existir en la red y quién no, y en este se atribuyen los derechos de propiedad sobre la información personal y tienen el poder de controlar los sistemas e infraestructuras críticas de información; poniendo en entredicho la libertad de expresión que pretenden defender. 

Muchos hechos pudieran citarse en lo que se refiere a construcción o falseo de información, sin embargo, lo más importante en ese sentido, no son esos hechos aislados en sí mismos, sino la construcción de todo un estado de opinión que legitima el conflicto por la parte ucraniana, pero sobre todo con el principal interés de demonizar a Rusia.

En ese sentido los medios de comunicación juegan un papel fundamental. La alta concentración que les caracteriza hace que no solo controlen la información a nivel global, sino la narrativa. Ello se acentúa más aun con las redes sociales y todo lo que tiene que ver con el procesamiento de datos.

En general puede decirse que este tipo actuaciones se insertan dentro de la estrategia estadounidense para un proceso de cambio cultural a partir de la incidencia de un modelo de comunicación política que articula actores, mecanismos e instrumentos de dominación cultural en función de la consolidación del poder corporativo transnacional y de la recuperación de la hegemonía estadounidense.

Según las académicas, González Martín y Vázquez (2019), en reciente estudio (centrado en el caso latinoamericano, pero lo cual en sentido general se ha ido conformando como tendencia de la proyección exterior de los Estados Unidos, y no es ajeno al caso de Ucrania), ello se distingue por no limitarse a la relación entre los gobernantes y los gobernados en el debate de las políticas públicas o las políticas del momento sino por incluir, junto a las corporaciones mediáticas, a las agencias y organizaciones gubernamentales, las Organizaciones No Gubernamentales (ONGs), los tanques de pensamiento y demás actores que influyen en la formación de consenso, movilización, cooptación política, cambio de valores, referentes cognitivos e ideal social.

En general, puede decirse que este modelo de comunicación política se diversifica y potencia hacia la disputa de sentidos para garantizar la consolidación del poder corporativo transnacional y la parcialización o legitimación de determinados intereses. No obstante, las diferentes posiciones que puedan existir respecto a esta confrontación o cualquier otra situación similar no justifican la emisión de noticias falsas, y manipulación de la información con fines determinados y mucho menos en lo que respecta a la construcción de estereotipos. Sin embargo, este fenómeno no solo se ha convertido en tendencia en nuestros días, sino que se perfecciona y complejiza, tornándose cada vez más habitual y ganando espacio en las sociedades.

Referencias bibliográficas

-Baza, Naylet (2018). La representación social del terrorismo en la industria del entretenimiento estadounidense durante la administración de Barack Obama (2009-2017): factores determinantes. Tesis de licenciatura en Relaciones Internacionales. ISRI, 2018.

-Chip Berlet y Matthew N. Lyons (2022). Right-Wing Populism in America: Too Close for Comfort. https://www.guilford.com/books/Right-Wing-Populism-in-America/Berlet-Lyons/s

-Clark, Christopher (2012). Sonámbulos. Como Europa fue a la Guerra en 1914. Editorial Galaxia Gutenberg. 2012.

-Díaz Lezcano, Evelio (2020). Acerca del papel de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial. En ocasión del 75 aniversario de la victoria. Revista Política Internacional. No 7. Julio-septiembre.

-Efe (2022). Edición América. Bogotá. La subsecretaria de Estado de EE.UU. visita Colombia para hablar de seguridad. En http://www.efe.com 7.2.2022. Recuperado el 8.3.2022.

-Elbaum, Jorge (2022). Rol de EEUU en la Guerra en Ucrania: La mano que mece la cuna. En http://www.cubadebate.cu 14.3.22. Recuperado el 16.3.2022.

-Elder, Robert (1968). The Information Machine: The United States Information Agency an American Foreign Policy (Syracuse, N.Y. Syracuse University Press.

-Fabelo, Sunamis (2021). Debates contemporáneos en torno al poder. Informe de Investigación. CEHSEU. (Inédito)   

-Moreno, Gabriela (2022). Estereotipo del ruso «malo» en Hollywood cobra vigencia con la guerra. Estereotipo del ruso «malo» en Hollywood cobra vigencia con la guerra (panampost.com)

-Secker, T., & Alford, M., (2017).  National Security Cinema. The Shocking New Evidence of Government Control in Hollywood. Los Ángeles: CreateSpaceIndependent Publishing Platform. 2017.

-González Martín, Olga Rosa; Vázquez Ortiz, Yazmín Bárbara (2019). De Obama a Trump: la comunicación política y la disputa geopolítica por América Latina. Artículo en proceso editorial para publicar en la Revista Anthropos de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México, México.

-Rodríguez Andrés Roberto. Fundamentos del concepto de desinformación como práctica manipuladora en la comunicación política y las relaciones internacionales. En Historia y Comunicación Social. ISSN: 1988-3056. Enero 2017.


[1] Ver más en: Chip Berlet y Matthew N. Lyons, Right-WingPopulism in America: TooCloseforComfort. https://www.guilford.com/books/Right-Wing-Populism-in-America/Berlet-Lyons/s

[2]   Chivo expiatorio describe el proceso social mediante el cual la hostilidad y las quejas de un grupo enojado y frustrado se alejan de las causas reales de un problema social en un grupo objetivo demonizado como malévolos malhechores. El problema social puede ser real o imaginario, las quejas legítimas o ilegítimas, y los miembros del grupo objetivo pueden ser totalmente inocentes o parcialmente culpables. Lo que importa es que los chivos expiatorios son erróneamente estereotipados, ya que todos comparten el mismo rasgo negativo, o son culpables, mientras que otros culpables principales son liberados.


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