La defensa y la seguridad en la República Popular de China
Imagen tomada de Prensa Latina
Este trabajo forma parte del Dossier "La China actual"
China actualmente aplica una política de defensa nacional de carácter defensivo, en donde la soberanía, la seguridad y la integridad territorial nacionales y la garantía de los intereses de desarrollo estatales y el amparo de los intereses del pueblo ocupan roles destacados. Se esfuerza por construir una defensa nacional sólida y un poderoso contingente militar alineados con los intereses de seguridad y desarrollo nacionales. En múltiples ocasiones, los altos mandos del gobierno y el partido chinos han afirmado que la política de defensa y seguridad de China no tiene ni nunca tendrá un carácter expansionista. Al contrario, busca establecer un nuevo tipo de relación internacional caracterizada por la cooperación y la ganancia mutual, y espera trabajar con otros países para construir una comunidad de destino común para la humanidad.
Se prevé que para el año 2035 China complete básicamente la modernización de su defensa nacional y de sus fuerzas armadas. La Iniciativa de Seguridad Global, impulsada por el presidente Xi Jinping aborda una serie de ideas que, a juicio de Beijing, puede ayudar a lograr la estabilidad en el ámbito internacional. Entre los objetivos de este proyecto se encuentra seguir comprometidos con el concepto de la seguridad común, amplia, cooperativa y sostenible, así como trabajar para mantener la paz y la seguridad en el mundo. También concibe respetar la soberanía y la integridad territorial de todos los países y no interferir en sus asuntos internos; cumplir con los objetivos y principios de la Carta de las ONU, rechazar la mentalidad de la Guerra Fría, y oponerse al unilateralismo y a la política de grupos y enfrentamiento entre bloques. Plantea también tomar en serio las preocupaciones de seguridad legítimas de todos los países, respetar el principio de la seguridad indivisible, crear una arquitectura de seguridad efectiva y equilibrada y oponerse a los intentos de lograr la seguridad de una nación a expensas de la seguridad de otro país. Agrega la importancia de mantener la seguridad en dominios tradicionales y no tradicionales y trabajar juntos en disputas regionales y desafíos globales, como el terrorismo, el cambio climático, la ciberseguridad y la bioseguridad.
Desde el punto de vista organizativo y estructural, la Comisión Militar Central (CMC) desempeña un destacado papel dentro de las fuerzas armadas chinas. Sobre ella recae el mando y control no solo del Ejército Popular de Liberación (EPL) sino también de la Policía Armada y la Milicia y las fuerzas de reserva. Se subordina al Estado y al Partido, y aunque formalmente también está bajo la supervisión de la Asamblea Popular Nacional, es el Partido quien define en última instancia las políticas militares y la composición y estructura del mando. Es por ello que en el Ejército Popular de Liberación (EPL) solo se admite la militancia en el Partido Comunista de China (PCCH). De igual modo, el presidente de la CMC y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas es el Secretario General del PCCh, Xi Jinping.
En 2016, víspera del XIX Congreso, se promovió la mayor reorganización en el ejército chino desde 1950. Su espíritu central: “prepararse para librar guerras y ganarlas”, según invocación del propio Xi, se traduce en la idea de crear un ejército moderno y fuerte, acorde con la posición internacional e intereses de China en seguridad y desarrollo. Esta reforma estableció cinco nuevas zonas de comando militar (oriental, occidental, meridional, septentrional y central) en lugar de las siete que tenía anteriormente. La reorganización otorgó cierta prioridad a la zona del oeste (40% del territorio, incluyendo Xinjiang, Tíbet, Qinghai, Sichuan), que aglutinaría a más de un tercio de las fuerzas armadas chinas, un hecho directamente asociable al desafío terrorista, en clara alusión de encarar los retos de seguridad interior.
Por otra parte, los cuatro máximos departamentos del Ejército chino (el Estado Mayor General, el departamento político general y los de logística y armamento) fueron reorganizados en 15 agencias dependientes de la CMC. Esa reestructuración tenía como objetivo fundamental afianzar el liderazgo del PCCh y centralizar en manos de su Comité Central y en el presidente Xi la máxima dirigencia de las fuerzas armadas. Cabe destacar, además, la lucha contra la corrupción como un aspecto destacado para la eliminación de las malas prácticas y elevar la disciplina y eficiencia en el ejército. El programa de modernización del EPL está impulsando la industria de armas de China, según indica el Stockholm International Peace Research Institute (Sipri). A pesar de que los primeros puestos corresponden a empresas armamentísticas de Estados Unidos que representan el 61% de las ventas mundiales, les siguen las compañías de defensa chinas, que controlan el 16% del mercado.
Las ideas de Xi en torno al EPL han girado alrededor de cuatro puntos esenciales: la construcción de un ejército poderoso y moderno, el desarrollo a fondo de la integración militar-civil, la perseverancia en la labor política en su seno y el acatamiento del mando del Partido. A ello, debe sumársele que el contenido básico de la política de defensa nacional de China en el nuevo siglo y la nueva etapa recae en varios aspectos:
- Mantener la seguridad y la unidad del país y garantizar los intereses de desarrollo nacionales.
- Prevenir y resistir cualquier agresión, defender la seguridad de las aguas marítimas, el espacio aéreo y las fronteras contra cualquier invasión.
- Combatir y contener a las fuerzas secesionistas por la “independencia de Taiwán” y sus actividades, prevenir y combatir toda forma de terrorismo, separatismo y extremismo.
- Hacer realidad el desarrollo integral, coordinado y sostenible de la defensa nacional y las fuerzas militares.
- Persistir en el principio de desarrollo coordinado de la construcción de la defensa nacional con la construcción económica.
- Reforzar el fomento de la calidad de las fuerzas militares con la informatización como señal principal.
- Persistir en la estrategia nuclear de autodefensa y prevención.
- Forjar un ambiente de seguridad favorable para el desarrollo pacífico del país.
- Desarrollar los intercambios militares con el exterior según los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica y desarrollar las relaciones de cooperación militar de no alianza, de no confrontación y no dirigidas contra terceras partes.
De igual forma, las fuerzas armadas chinas están compuestas por tres principales eslabones: el terrestre, el naval y el aéreo. Las fuerzas terrestres son la base del EPL, encargadas principalmente de los combates en tierra firme y compuestas por cuerpos de infantería, tropas blindadas, unidades de artillería, unidades antiaéreas, unidades aéreas, unidades de ingeniería, unidades de comunicaciones, cuerpos de defensa anti química, unidades de contramedida electrónica y las diversas unidades de servicios especializados. Las navales son las encargadas principalmente de la defensa de la seguridad marítima, la soberanía de las aguas jurisdiccionales y el mantenimiento de los derechos e intereses marítimos del país. Dichas fuerzas están compuestas fundamentalmente por las unidades de submarinos, de buques, de navegación aérea, destacamentos de operaciones terrestres y unidades de defensa del litoral. Y, por último, las fuerzas aéreas tienen a su cargo las tareas de defender la seguridad del espacio aéreo y la soberanía territorial nacionales y mantener la estabilidad de todo el país en la defensa antiaérea. Dichas fuerzas comprenden principalmente unidades de navegación aérea, antiaéreas terrestres, de paracaidistas, de comunicaciones, de radares, de contramedida electrónica, de exploraciones técnicas y de defensa anti química.
Como aspecto particular, el Segundo Cuerpo de Artillería es una unidad estratégica directamente subordinada a la CMC. Constituye la fuerza núcleo con que China ejecuta la disuasión estratégica y tiene a su cargo principalmente la tarea de enfrentar el posible uso de armas nucleares contra China y de efectuar contraataques nucleares.
La seguridad y la defensa han ganado relevancia en la agenda china en paralelo a su vasto programa de modernización de las fuerzas armadas y a la paulatina concreción de sus intereses en este ámbito, circunstancia que activa la reacción de terceros, en especial de EEUU. China tiene razones suficientes para ampliar sus capacidades de defensa a fin de salvaguardar sus legítimos intereses y de contribuir a la paz regional e internacional.
Un informe de los responsables de la Infantería de Marina, Armada y de la Guardia Costera de los EEUU indica la amenaza que supone China para el orden internacional basado en reglas y que el entorno de seguridad ha cambiado drásticamente desde 2015. El informe señala explícitamente que China representa la amenaza estratégica a largo plazo más apremiante para EE.UU. y que, por tanto, en los próximos años, las fuerzas navales estadounidenses serán más decididas para contrarrestar a la RPCh en el Indo-Pacífico. Para el Pentágono, el Mar de la China Meridional es el escenario más caliente para las futuras operaciones en Asia. Sin embargo, este enfrentamiento y contención no se circunscribe solo a esta área geográfica.
Las aguas del Mar del Sur de China han sido escenario de tomas de posición en competencia entre las armadas del EPL y de los Estados Unidos. En 2018 y 2019, la marina estadounidense penetró en numerosas ocasiones en la zona de 12 millas náuticas alrededor de los islotes y arrecifes que Beijing considera sus aguas territoriales. De igual forma, para EE.UU., es vital frenar la expansión de la soberanía china efectiva hacia el Sur. Casi el 90% del comercio chino y el 80% de sus importaciones de petróleo pasan hoy a través del estrecho de Malaca. Beijing, por su parte, teme un potencial escenario en el cual Estados Unidos intervenga esta ruta comercial.
Por su parte, la armada china también ha aumentado el ritmo de sus actividades. Desde 2016, la ampliación de los islotes con 1.300 hectáreas de hormigonado artificial, ha permitido construir una red de puntos de apoyo logístico y operativo. Beijing está decidido a mantener una línea divisoria destinada a disuadir a Washington sin correr el riesgo de una confrontación directa. Además, amenaza con convertir sus islas en bases militares en pleno funcionamiento.
Otro foco inevitable es Taiwán, donde se tiene la creencia que el incremento de las actividades de China en los mares contiguos o sus escaramuzas fronterizas con India son evidencia de que busca expandir su dominio. El control chino de Taiwán impulsaría significativamente el control regional de Beijing y el acceso a la región del Pacífico. Los tres elementos de la estrategia de Beijing en Taiwán son aumentar el desequilibrio militar entre ambos, detener las ventas de armas estadounidenses y alterar gradualmente el statu quo en el estrecho. Aunque es poco probable que ocurra un enfrentamiento directo entre China y Estados Unidos, las tensiones crecientes tanto en el Mar del Sur de China como en lo relacionado con el Estrecho de Taiwán aumentan el riesgo de enfrentamientos accidentales e involuntarios en puntos críticos de la región.
El diferendo territorial que ha derivado en conflicto armado entre China y la India constituye también otro de los focos de tensiones en la región asiática. Desde la derogación del artículo 370 de la Constitución india el 5 de agosto de 2019, la situación en la región de Jammu y Cachemira se ha vuelto aún más preocupante. A la supresión de la autonomía, la división del territorio, la invasión de cientos de miles de soldados, el encarcelamiento de políticos y activistas no afines al gobernante Partido Bharatiya Janata, las detenciones arbitrarias y ejecuciones extrajudiciales, la restricción de las comunicaciones, etc., recrearon un ambiente de inestabilidad. No es de extrañar que en este contexto India tenga interés en activar las tensiones fronterizas con China pues con ello logra desviar la atención internacional respecto a lo que sucede en estas regiones.
Desde el plano multilateral, la cooperación entre los países del QUAD (Diálogo de Seguridad Cuadrilateral que reúne a EEUU, Japón, India y Australia) ha potencializado la emergencia de mecanismos de seguridad cuya finalidad es la contención al poderío creciente chino. Con el apoyo continuo de EE.UU. bajo Biden, el QUAD tiene el potencial de convertirse en una coalición más consolidada y eficaz. Su posible expansión a otros socios regionales como la República de Corea, Filipinas y Vietnam, podría ser una versión asiática de la OTAN. Desde el enfoque de Beijing, su participación en organizaciones que promueven un orden alternativo al occidental como la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) y otras de carácter económico, contribuyen a la promoción de un modelo diferente y que legitima las aspiraciones de la RPCh de reubicarse en el centro del Sistema Internacional.
Beijing se prepara para un período de tensión prolongada con Washington y los países occidentales. El ex vicepresidente Mike Pence lo expresó en su discurso en el Instituto Hudson del 4 de octubre de 2018: “EEUU no tiene más remedio que prepararse para enfrentarse a China si no quiere perder Asia y para asegurar la defensa de un orden internacional basado en reglas”. Asimismo, el secretario de Estado estadounidense bajo la administración Biden, Antony Blinken, declaró que “China es el único país que tiene tanto la intención de redefinir el orden internacional como el poder económico, diplomático, militar y tecnológico para hacerlo”. Y agregó: “La visión de Beijing nos alejaría de los valores universales que han sostenido gran parte del progreso conseguido por el mundo en los últimos 75 años”.
El lanzamiento del Libro Blanco de defensa de China constituye una respuesta a las estrategias de defensa y seguridad publicadas por EEUU en 2017 y 2018, respectivamente. Beijing sugiere la moderación frente al belicismo estratégico de Washington. Las autoridades chinas están convencidas de que EEUU, con larga tradición de intervención en los asuntos de esta región como en otras partes del mundo, es promover un despliegue militar y fortalecer a sus aliados militares en la zona.
Si bien China no había disputado el control de los océanos por parte de la armada estadounidense, visualiza como una amenaza directa la presencia de ésta en los denominados mares cercanos[1]. Esto último podría llegar a traducirse, por ejemplo, en un bloqueo al 80% del petróleo importado por China, el cual pasa por el Estrecho de Malaca. Por consiguiente, resultaría totalmente congruente que este país haya desarrollado una estrategia destinada a neutralizar y a expulsar a la armada estadounidense en los mares cercanos.
Esta estrategia se sustenta en la noción de poder asimétrico. China persigue neutralizar la superioridad bélica de ese país mediante el desarrollo de sistemas con un costo menor que el de los estadounidenses. Ello se posibilita gracias a la proximidad de su territorio, opción negada a Estados Unidos quien debe operar al otro extremo del mundo. A ello se le suma, en el Mar del Sur de China, la construcción y equipamiento militar de islas artificiales en los archipiélagos en disputa de Paracel y Spratley. Ello incluye la presencia de dos aeropuertos. Esto da forma a una defensa escalonada y en profundidad, susceptible de bloquear el acceso a la amada estadounidense.
Sin embargo, China ambiciona a desarrollar también una armada capaz de operar en los mares lejanos con miras a proteger sus rutas marítimas estratégicas en los océanos Índico y Pacífico y por razones de proyección de poder. Esto implica, desde luego, disputar a los Estados Unidos el control monopólico de los mares internacionales. Además, se ve obligada a desarrollar una flota de portaaviones, única manera de obtener protección aérea a distancia.
China siempre ha considerado la seguridad nuclear como una importante responsabilidad nacional y la ha integrado en todo el proceso de desarrollo y utilización de la energía nuclear. En los últimos 70 años, la industria nuclear de China se ha desarrollado de manera constante y ha formado un sistema completo, que ha hecho una contribución importante para garantizar la seguridad energética, proteger el medio ambiente, mejorar el nivel de vida del pueblo y promover un desarrollo económico de alta calidad. Ha cumplido con sus obligaciones internacionales y ha promovido la cooperación bilateral y multilateral en materia de seguridad nuclear. A su vez, ha impulsado activamente el uso pacífico de la energía nuclear en beneficio de la humanidad y ha contribuido a la gobernanza mundial sobre la seguridad nuclear.
A nivel de armamento nuclear, sin embargo, Estados Unidos mantiene una ventaja sobre China. Esa superioridad, no obstante, puede resultar más teórica que efectiva. Con su capacidad balística/misilística convencional, China podría afrontar el reto de dicha ventaja, mientras que con su nivel de armamento nuclear estratégico podría disuadir el uso del mayor poder nuclear estratégico estadounidense. Dicho poder es uno de los puntos fuertes de su armamento asimétrico. En número, precisión de tiro, rango de distancia y poder destructivo, el arsenal misilístico convencional chino puede causar inmenso daño a los objetivos militares estadounidenses, haciendo innecesario recurrir a armamento nuclear táctico.
La RPCh busca transformarse en una superpotencia asimétrica, fuera del ámbito del poder militar convencional. De tal manera, en lugar de buscar equipararse a Estados Unidos, persigue simplemente neutralizar la superioridad militar de aquel. En tal sentido, ha dirigido millones de dólares al desarrollo de armamentos capaces de incidir en los puntos débiles de los sistemas de la contraparte. De un lado, los mísiles de alcance largo o intermedio con un alto nivel de precisión, capaces de golpear en puntos neurálgicos. Del otro, los armamentos capaces de degradar o destruir la capacidad de comando, control y comunicación. Esto último, apuntando a la alta dependencia estadounidense en sistemas informáticos y satelitales.
Beijing ha invertido grandes recursos en desarrollar una capacidad de espionaje electrónico de alta sofisticación. En lugar de dedicar años de investigación y desarrollo en armamentos avanzados, ha buscado penetrar los secretos de estos por vía del hacking sistemático. El acceso a los sistemas informáticos del Pentágono y de la industria militar estadounidense, le ha permitido dar saltos amplios en el desarrollo de sus propios armamentos. Entre ellos se señalan sus aviones de guerra de quinta generación F/A-18, V-22, F-35 y F-22, y los misiles Patriot y Aegis.
En el área aeroespacial, en 1970 China se convirtió en el quinto país en llegar al espacio con el lanzamiento del Dong Fang Hong I. Entre 2010 y 2020 se han realizado más de 200 lanzamientos, de los que más de un quinto ha tenido lugar entre 2018 y 2019. La RPCh es también el segundo país con más satélites en órbita, por detrás solo de Estados Unidos. En 2019, se convirtió en el primer país en llegar a la cara oculta de la Luna y, fue uno de tres países que lanzaron una sonda con destino a Marte. Esto ha generado especulación sobre si se trata del inicio de una nueva carrera espacial internacional o si China busca establecerse como principal potencia espacial en Asia, por delante de Japón e India.
A diferencia de otras agencias espaciales nacionales, la Agencia china (CNSA) no trabaja con la Estación Espacial Internacional y, tras la caída a la Tierra de su primera estación espacial, ha comenzado a diseñar una nueva a completarse en 2023. No obstante, China forma parte de iniciativas multilaterales a través de las que coopera con otros países en ámbitos relacionados con el espacio. Ejemplo de ello es su participación en la Carta Internacional ‘Espacio y Grandes Catástrofes’, una iniciativa de la Agencia Espacial Europea (ESA) y el Centro Nacional Francés de Estudios Espaciales (CNES) para facilitar la labor de equipos de rescate y ayuda humanitaria tras grandes desastres por medio de la provisión a los mismos de imágenes de satélite de las zonas afectadas. La CNSA también ha colaborado por medio de acuerdos bilaterales con países como Japón o Rusia y, en los últimos años, los líderes de la CNSA y la NASA han expresado interés en cooperar en ámbitos como la exploración lunar.
Cabe destacar que, de producirse una nueva carrera espacial, tendría lugar en una era en la que el sector privado también participa en la industria espacial. Esta nueva dimensión comercial también está presente en la industria espacial china, que coopera con el sector privado desde 2014. Se estima que el gigante asiático cuenta con más de 80 compañías que participan en la dimensión comercial del desarrollo de tecnología espacial en áreas como la manufactura de satélites, el sector de lanzamientos, la teleobservación, la comunicación o las estaciones terrestres. Más de la mitad de estas empresas se han creado en los últimos cinco años y la mayoría tienen su sede en Beijing. Si bien es cierto que se enfrentan a la ausencia de regulaciones específicas para el sector, a las presiones del mercado laboral debido al aumento de los salarios y a las posibles consecuencias negativas de problemas de imagen corporativa en el extranjero, especialmente en países con relaciones cercanas con Estados Unidos, también cuentan con la ventaja de que ya han presenciado los éxitos y fracasos de otras industrias espaciales nacionales, así como una abundante mano de obra, un fuerte sector de manufacturas y una cultura empresarial que valora el esfuerzo en el trabajo, lo que les ha permitido avanzar a una velocidad mayor.
Referencias bibliográficas:
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- Xinhua (2019). China emite Libro Blanco sobre seguridad nuclear. Disponible en https://politica-china.org/areas/seguridad-y-defensa/china-emite-libro-blanco-sobre-seguridad-nuclear. Consultado el 4 de febrero de 2023.
[1] El Almirante Liu Huaqing, Comandante General de la Armada china en los ochenta, acuñó la distinción hoy clásica entre mares cercanos y mares lejanos. Los primeros comprenden básicamente a los mares Amarillo y del Este y del Sur de China y se encuadran dentro de la llamada primera cadena de islas. Es decir, aquel conjunto de archipiélagos mayores al Este de la costa continental asiática que limitan la proyección naval de China hacia el Pacífico. Esta cadena se caracteriza por la presencia de bases militares y operaciones navales de Estados Unidos. Los segundos, de su lado, se corresponden a los grandes océanos del mundo.
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