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Incógnitas y Escenarios sobre una Guerra Fallida

septiembre 2, 2021   0

Leyla Carrillo

 

 

 

Lic Leyla Carrillo Ramírez

leyla@cipi.cu 

Los estrategas y dirigentes de los países imperialistas acostumbran clasificar a un sinnúmero de naciones en desarrollo como Estados fallidos o en crisis, cuyo resultado concreto es injerirse, sancionar, intervenir o desatar conflictos.  En ese contexto, politólogos estadounidenses y británicos han potenciado las teorías sobre las desavenencias entre gobiernos de países desarrollados y subdesarrollados o emergentes, como ocurrió con el “fin de la historia” y el  “choque de las civilizaciones”.

En la medida que avanzaron los proyectos hegemónicos en el Medio Oriente y el Plan para el Medio Oriente Ampliado, fracasó la denominada Alianza de Civilizaciones adoptada durante la 58ª sesión de la Asamblea General de la ONU, a propuesta española y turca,  bajo la premisa de defender una alianza entre occidente y el mundo musulmán  y combatir el terrorismo con métodos diferentes del militar. Otro experimento baldío ha sido el Plan para el Mediterráneo de la Unión Europea, en la medida que los países del grupo han fortalecido su alianza con Estados Unidos, como integrantes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). La presencia europea en Afganistán y sus fragilidades internas también resultan de su involucramiento en una guerra que les ha reportado escasos dividendos, errores tácticos y rechazo popular.

El actual desconcierto expresado por políticos estadounidenses y europeos ante la reciente ocupación de la mayoría de ciudades afganas por los talibanes refleja, en primer lugar, que el mundo occidental desarrollado aparenta no haber estado avisado sobre la debacle que ocurriría, veinte años después de la agresión punitiva contra el aciago país, como represalia por el 11 de septiembre de 2001.

Académicos y periodistas especializados sobre Afganistán, Estados Unidos y la defensa emiten sus valoraciones sobre los antecedentes y el desenlace del conflicto en Afganistán. Por ello se selecciona el análisis sobre dos actores y cuatro factores globales concominantes en el conflicto: la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la Unión Europea (UE), la seguridad, el terrorismo, el Derecho Internacional Humanitario y la migración, sin que sea posible agotar problemáticas tan complejas.

La OTAN  en el escenario afgano.

Con la retirada de Estados Unidos y sus acompañantes de la OTAN se desarticula la invencibilidad propugnada por los defensores de la Organización, que sí pueden ser vencidos cuando se enfrentan a fuerzas irregulares en un terreno desconocido.

Estados Unidos convocó a sus aliados europeos a que lo acompañaran en la cruzada contra el terrorismo en Afganistán, invocando por primera y única vez, el conocido artículo V del Tratado de Washington y los presionó ampliamente, ayudado por el  Reino Unido[1] para aportar la mayor cantidad de tropas posible. Sin embargo, negoció solo la retirada y no modificó su decisión, a pesar de que sus socios le pidieron dilatarla, alegando que las condiciones existentes no eran propicias.

Las consecuencias de la retirada han sido criticadas por varios aliados europeos, incluyendo al alto representante la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, quien plantea la necesidad de garantizar la seguridad europea de manera independiente porque “Estados Unidos no hará más la guerra de otros”. Se trata, probablemente, solo de una declaración más, pues el tema se ha abordado en otras ocasiones y no se ha  materializado debido a los compromisos  europeos con EUA.

Llama la atención la reciente declaración del presidente checo, quien critica “la cobardía de Estados Unidos y la OTAN en Afganistán” y prevé que, como resultado, los talibanes crearán un centro terrorista desde el que realizarán ataques contra el mundo, lo que minará la confianza de algunos de sus socios más pequeños sobre la capacidad de respuesta de la Alianza en caso de una crisis”.

Reacción de la Unión Europea

El estupor expresado por estadounidenses y  europeos comunitarios ante la victoria talibán en Afganistán compite con los intentos para reaccionar ante el descalabro, al parecer, inesperado para algunos, que significa la peor derrota militar sufrida por Estados Unidos y sus principales aliados de países occidentales desde la guerra contra Vietnam. Ello  confirma, que el empleo de la fuerza solo engendra más violencia e incrementa su incapacidad para mitigar las desigualdades económicas, sociales, confesionales o religiosas, nacionales o étnicas.

El acompañamiento militar europeo a Estados Unidos respondió más, a sus compromisos adoptados en el marco de la OTAN, que en su estricto carácter de Estados miembros de la UE, lo que constituye una dicotomía, cuando depositó en la Organización su defensa, según refrenda el Tratado de Lisboa.[2]

En este contexto, los tres aliados europeos preponderantes en la Operación Libertad Duradera fueron Reino Unido[3], Francia y Alemania en una contingencia que, evidentemente. les condujo a una agresiva actuación común, a partir de sus nexos con Estados Unidos y de la resolución emanada del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que había autorizado la participación internacional para “liberar al país del terrorismo”, una vez perpetrado el primer ataque por Washington.

Francia y Alemania han encabezado el compromiso con Estados Unidos en la fallida guerra, cuyas secuencias sería oportuno recordar: en octubre de 2001 el presidente Jacques Chirac se opuso a la participación del ejército francés y solo autorizó el despliegue después de la resolución 1380 del Consejo de Seguridad de la ONU, a partir de lo cual los soldados galos estaban bajo las órdenes de la OTAN en el marco de la Fuerza Internacional de Asistencia y Seguridad (FIAS), teóricamente para la reconstrucción del país, “sin hacer prisioneros y arrestando ocasionalmente a combatientes que entregaban al gobierno afgano”.

El siguiente presidente, Nicolás Sarkozy convirtió a Francia en cómplice de Estados Unidos y, debido a ello, son evacuados los miembros de la “Khost Protection Force (KPF) y de la Dirección Nacional de Seguridad (NDS), con un consiguiente impacto interno.

Ante  los acontecimientos, los presidentes estadounidense y francés explican la participación en Afganistán, planteando como único
 objetivo perseguir a quienes los atacaron el 11 de septiembre y “evitar que Al Qaeda pudiese utilizar el país, como base para perpetrar 
nuevos ataques”. Este pretexto también fracasó, a pesar de las recientes declaraciones sobre la “toma de Kabul por los talibanes, del 
abandono y huída del país por los políticos afganos y del derrumbe del ejército, a veces sin tratar de luchar”. 
Algunas fuentes de la prensa alternativa denuncian que los dirigentes afganos han sido provistos de aviones militares de países 
involucrados en la guerra, cuando ya a inicios de este año Estados Unidos había anticipado la instalación de nuevas bases en países 
aledaños, desplegado unos diez mil mercenarios y movilizado  parte del ejército turco, que reclutó a unos dos mil  yihadistas 
expulsados de Idlib, Siria, provenientes de EIL o Daesh, en su propósito por reforzar Afganistán.
La reticencia gubernamental alemana para su participación se resolvió con la aplicación de una fórmula constitucional del tribunal de 
Karlsruhe en 2004, para autorizar las acciones militares en el extranjero, prohibidas desde la derrota del fascismo.  El mejor rostro 
expuesto por el gobierno alemán fue su asesoría técnico-militar, la capacitación y el entrenamiento del ejército afgano, con el propósito
de que éste sustituyera, en su momento, a las tropas foráneas. Su mayor esfuerzo ha consistido en brindar una imagen neutra y evitar 
su involucramiento directo sobre el terreno de operaciones. 
Entre los países miembros de la Unión Europea, lo más visible ante la toma del poder por los talibanes, es la diversidad de criterios y 
el estupor expresado por uno u otro dirigente, que evidencia inconsistencias en la ejecución de una política común exterior, de 
seguridad y defensa. Un apresurado recuento de las declaraciones emitidas por unos y otros arroja el estado de opinión entre los 
propugnadores de la guerra para combatir el terrorismo en Afganistán y expresa aproximaciones o distanciamiento de las proferidas 
por el presidente estadounidense.
El presidente francés se anticipó en concordar con la versión del mandatario estadounidense, en el sentido de que la toma de Kabul 
había sido una sorpresa y nada se podía hacer después de haber concertado la salida de las tropas foráneas y avaló la decisión de 
su país en la acción internacional “por solidaridad con sus amigos y aliados estadounidenses con un objetivo claro: combatir una 
amenaza terrorista que apuntaba directamente al territorio francés y de sus aliados desde Afganistán, convertido en santuario del 
terrorismo islamista”.

En cambio, la canciller federal de Alemania fue la primera mandataria europea en asumir la “mea culpa” por la caída de Afganistán, en considerarla la peor derrota de occidente y asumir la responsabilidad por haber evaluado erróneamente la situación, para calificar de “amarga” la realidad a la que se enfrentan miles de civiles afganos- en especial las mujeres-. Igualmente sugiere una alianza con Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea para prevenir que Afganistán se convierta en oasis de terroristas. La reciente visita de Ángela Merkel a Moscú priorizó en su agenda la situación actual en el país asiático. Para los países de la UE resulta traumática la frase proferida por el ministro socialdemócrata de defensa alemán, Peter Struck, en 2002 en el sentido de que “la seguridad de su país también se defendía en el Hindu Kush”, que finaliza con una humillación, no solo para Alemania, sino para toda la Unión.

También el  gobierno polaco envió un contingente de 100 militares desde Varsovia para apoyar por vía aérea la evacuación de ciudadanos europeos y afganos.

El primer ministro italiano abordó exclusivamente el compromiso con la protección de sus colaboradores afganos y a que se trabaja “con sus socios europeos para encontrar una solución a la crisis”. Y el presidente de gobierno español es calificado por sus contrarios como el líder europeo más ausente en el caos y por permanecer de vacaciones, limitándose a actualizar la información sobre la trayectoria de las aeronaves españolas encargadas de la evacuación. Las implicaciones hacia lo interno se avistan con la actuación del grupo parlamentario del Partido Popular Español, encargado de registrar en la Cámara Baja una petición de comparecencia de Pedro Sánchez para informar sobre las medidas acometidas por el país; mientras Vox y Ciudadanos reclamaron la comparecencia de los ministros de asuntos exteriores y defensa para informar sobre la situación de los españoles y sus intérpretes afganos.

Llaman la atención las declaraciones del alto representante para asuntos exteriores y política de seguridad de la Unión Europea en el sentido de que «lo que ha ocurrido en Afganistán es una derrota del mundo occidental y eso hay que mirarlo de frente y tener el valor de reconocerlo», añadiendo que «hay que mirar las causas y consecuencias, desde el punto de vista geopolítico, porque es el acontecimiento político más importante desde que Rusia se anexionó Crimea y tendrá repercusión en el mundo”. Igualmente subrayó que “fueron los talibanes los que ganaron la guerra, así que tendremos que hablar con ellos” y propuso abrir un diálogo tan pronto como sea posible para prevenir un desastre humanitario y potencialmente migratorio, aunque no signifique un rápido reconocimiento al nuevo gobierno.

La disposición a negociar contradice en sí misma la tradicional posición eurocomunitaria de emitir documentos –como el listado del Parlamento Europeo- sobre grupos y personas terroristas, que excluyen cualquier posibilidad de diálogo. Josep Borell enfatizó que “el diálogo se centraría en la forma de evitar el retorno de una presencia terrorista extranjera en Afganistán y que sólo cooperará con el grupo insurgente si respeta los derechos humanos de las mujeres y previene el uso del territorio afgano para albergar a los terroristas”. Y añadió que “para los que defienden los valores democráticos y los derechos humanos en el mundo, las imágenes tienen que obligarlos a reflexionar cómo pueden hacerlo mejor».

En el Grupo de los 7 (los países más ricos del orbe) participan Alemania, Francia e Italia. El presidente estadounidense acordó con el primer ministro británico la celebración de una cumbre virtual, con carácter urgente, sobre la situación en Afganistán. En el encuentro se conciliarán posiciones que involucran a los principales actores de la UE y otorga cierto protagonismo al Reino Unido, recién salido de ella.

Lo más evidente de la situación actual es que, al contrario de lo que propugnaron los defensores de la agresión y la prolongada presencia en Afganistán, el mundo no se ha vuelto más seguro y que la guerra no pudo eliminar el terrorismo, sino que lo expandió. En tal sentido habría que cuestionar la política securitaria de la Unión Europea, volcada primordialmente hacia el exterior, considerando las principales amenazas en otros confines del planeta, desde las misiones Petersberg[4], hasta la proliferación de gestiones de riesgo o la formación de coaliciones con Estados Unidos, como ocurre  en  Afganistán, Irak, Libia o Siria.

El 12 de diciembre de 2003 el Consejo de la UE adoptó la Estrategia de Seguridad Europea, que atribuye a Estados Unidos el papel esencial para la integración y la seguridad del continente, en particular por medio de la OTAN. Así indicaba como las “principales amenazas menos visibles y previsibles” el terrorismo, la detección de células de Al Qaeda en Francia y Gran Bretaña, una mayor demanda de armas destructivas, el extremismo religioso violento, el colapso estatal que conduce a la delincuencia organizada o al terrorismo y el tráfico de drogas, armas, diamantes, madera y armas ligeras”.

La Estrategia de Seguridad de la Unión Europea y las de Alemania, Francia, Reino Unido, Países Bajos, España e Italia, con diversas denominaciones, pero igual propósito, subrayan la necesidad de garantizar la seguridad colectiva, aunque algunas de ellas abordan, con inferior intensidad, la seguridad interior de los países. Sin embargo, el involucramiento de los Estados miembros de la UE en conflictos en Asia y Medio Oriente, lejos de eliminar las amenazas internas a su seguridad, la han fragilizado y la guerra fallida en Afganistán tampoco estuvo en capacidad de eliminarlas.

El documento programático de la UE refrenda la alianza entre ésta y la OTAN:

La Unión respetará los acuerdos suscritos por sus Estados miembros con la OTAN y considera que su defensa común se realiza dentro de la Organización, sigue siendo el fundamento de la defensa colectiva de sus miembros y es compatible con la política común de seguridad y defensa…Está convencida de que una mayor afirmación del papel común de seguridad y defensa de la Unión contribuirá a la vitalidad de una Alianza Atlántica renovada, en consonancia con los acuerdos denominados Berlín Plus[5].

El terrorismo

La Unión Europea es el grupo regional de más amplia normativa relacionada con el terrorismo, tanto por su experiencia jurídica, como particularmente debido a los acontecimientos que han marcado a su población desde inicios del siglo XXI,  signado por coincidencias ideológicas y metodológicas con Estados Unidos en el tratamiento a la problemática global.

Los actos terroristas perpetrados en Londres, Madrid, París, Niza, Hamburgo, Utrecht -entre otros- recrean un clima de inseguridad y rechazo; incitaron a los respectivos gobiernos e instituciones de la UE a mezclar el terrorismo con su rechazo hacia costumbres y atributos islámicos de algunos inmigrantes, enardeciendo corrientes xenófobas y antirreligiosas, que (en el caso de Alemania, Reino Unido, Francia y Países Bajos) también abarcan incidentalmente a judíos y creyentes de otras religiones.

Por un lado, la UE adoptó legislaciones semejantes al Acta Patriótica Estadounidense, con su Estrategia de Seguridad y del Acta Única, en las estrategias nacionales de los países protagónicos por su desarrollo industrial y mediante legislaciones antiterroristas internas. Por ejemplo, en el caso de Francia, la ley restringe varios derechos humanos, como el movimiento, el ejercicio de la profesión y de los atributos confesionales. La circulación de listados sobre personas y organizaciones terroristas, por la Comisión y el Parlamento Europeos también se asemeja a los difundidos por el Pentágono y la Secretaría de Estado de EUA.

La normativa comunitaria procura reducir las manifestaciones terroristas, pero se torna endeble debido a la presencia, al protagonismo y a la beligerancia de actores militares o paramilitares europeos y del apoyo subrepticio a los mal denominados grupos opositores islamistas, presentes en los conflictos de Afganistán, Irak, Libia, Siria, y Yemen,  que multiplica las réplicas en territorio europeo de fundamentalistas islamistas, tanto grupales, como individuales.

En ese sentido, la gestión comunitaria europea (legal o militar), en busca de su propia seguridad ha conducido a los países miembros de la UE a una mayor vulnerabilidad interna, conjugada con el incremento del rechazo a los inmigrantes y solicitantes de asilo, ante el temor de una presunción terrorista.

La guerra aparentemente recién concluida lega enseñanzas que no todos son capaces de asimilar, porque pretenden omitir que la violencia solo ha engendrado más violencia en Afganistán y en otras partes del mundo. Desde el país asiático y de las principales organizaciones terroristas se reprodujeron individuos, grupos y contingentes a los que se han sumado mercenarios contratados por éstos y-presumiblemente- por gobiernos interesados en que otros instiguen o destruyan a determinados gobiernos y países.

Circulan opiniones en el sentido de que la versión de que Osama bin Laden se volvió contra sus empleadores de la CIA es que hasta 1999 o sea, aún después de los atentados que le fueron atribuidos contra las embajadas de Estados Unidos en Nairobi, y en Dar-es-‎‎Salam) bin Laden mantenía una oficina de relaciones públicas en Londres. Fue desde esa oficina que lanzó su Llamado a la Yihad contra los judíos y los cruzados.

Un estudioso del mundo islámico y del terrorismo (T. Meyssan) estima que desde que el presidente estadounidense George W. Bush  proclamó la «guerra contra el terrorismo» –una especie de “guerra contra la guerra”– el uso de esa estrategia militar ha crecido sin cesar.

La opinión pública occidental, en reflejo de lo publicado por los grandes medios y defendido por los gobiernos preponderantes, centró la lucha antiterrorista en los atentados ocurridos en las grandes capitales. La instauración del Estado Islámico del Levante (EIL)[6] o Daesh) en Siria impulsó las acciones terroristas en toda la región, que también abarca una parte de Asia y se traslada al continente africano. La reciente toma de Kabul por los talibanes materializa la instauración del Emirato Islámico de Afganistán, ambicionado por los yihadistas.

El terrorismo mediático y el ciberterrorismo occidentales exacerbaron las imágenes sobre los crímenes cometidos por los talibanes. En contraste, durante veinte años ha imperado el silencio, que ocultó los desmanes y delitos perpetrados también por las tropas de ocupación contra la población civil, lo que protege a los agresores.

El Derecho Internacional Humanitario.

El Derecho Internacional Humanitario (más conocido como derecho de la guerra y las catástrofes) experimentó en Afganistán las peores transgresiones durante dos décadas. Esto se traduce en:

– El uso de ilimitados recursos y logística más sofisticados, incluidos los drones, artefactos aéreos no tripulados, que por no haberse codificado son impunes a sanciones contra quienes dirigen o cometen asesinatos desde el aire;

– La pérdida de vidas humanas entre un cuarto de millón y 2,3 millones;

– La dispersión de la familia bajo los eufemísticos “daños colaterales” (en realidad asesinatos impunes de la población civil)

– Las torturas a sospechosos de terrorismo en la base militar de Bagram, convertida en campo de internamiento sin derecho a juicio ni proceso judicial

– Los secuestros (redenominados traslados) de terroristas hacia la cárcel ilegal en la también base ilegal de Guantánamo (amparados bajo el silencio cómplice de países de la Unión Europea para el sobrevuelo y aterrizaje en su territorio)

-El aprovechamiento de las tierras ocupadas (supuestamente para contener a los terroristas) con la finalidad de decuplicar el cultivo de la dormidera o amapola, custodiado por la OTAN, que enriqueció a sus soldados y oficiales con la venta del opio y la heroína. (Se calculan 224 mil hectáreas)

– En el cálculo mínimo estimado de 241 mil personas muertas por la guerra, solo se reconocen 71 344 civiles, cifras excluyentes de las muertes causadas por enfermedades, subalimentación, agua, infraestructura y otras secuelas bélicas.

– El creciente empleo de los denominados contratistas (mercenarios) exime a los gobiernos de reportarlos como militares fallecidos y también los excluye del presupuesto de defensa, porque aquellos no asumen estatalmente la responsabilidad de sus actos ni el resarcimiento a los familiares por muerte o invalidez. La mayoría de los Estados participantes en el conflicto reporta las pérdidas de combatientes cuando están emplantillados en su ejército, pero no se responsabilizan con el personal contratado por compañías privadas. Un cálculo estimado de mercenarios utilizados en Afganistán arroja entre  siete y diez mil “contratistas”, cifra no comprobable oficialmente. Para colmos, si se fuere a juzgar a los mercenarios, ninguna de las potencias militares participantes en los conflictos más recientes, ha suscrito la Convención contra el mercenarismo.

– El empleo de artefactos explosivos improvisados por elementos antigubernamentales, a quienes la propaganda adjudica ser la principal causa de víctimas civiles.

La migración.

La migración se estructura en la finalidad primaria de quien transita de un país, región o continente hacia otro. Por ello, los países miembros de la Unión Europea lo consideran uno de sus mayores retos, con la finalidad de impedir su crecimiento desordenado e indeseado. Sin embargo, el desarrollo europeo ha dependido –desde la Primera Guerra Mundial a la fecha- del ingreso de mano de obra barata para su industria, los servicios y la agricultura. Con la crisis económica de 2008 la pesadilla migratoria ocupa los primeros espacios de la  agenda de la UE, que intenta alcanzar una posición común difícil de lograr, debido a factores diferentes históricos, culturales, religiosos y económicos.

Una de las primeras preocupaciones para los directivos del bloque comunitario es contener un flujo de desplazados a partir de la salida de Estados Unidos y sus principales aliados de Afganistán, que en 2018 oscilaban entre 3 y 5 millones de personas.

Los europeos de países miembros en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y los restantes de la Unión Europea (UE) se han sumado a la decisión de retirada, “para evitar derramamientos de sangre y exponer a sus tropas o asesores a las represalias de los ganadores del conflicto”.

La nueva situación complicará no solo el entorno afgano, sino también a varios países europeos, buena parte de ellos reacios a recibir más desplazados. En tal sentido el alto representante para PESD, Josep Borell fue de los primeros en advertir que “Europa debe estar preparada para una posible oleada de afganos, por el Mediterráneo, lo que significa que deben trabajar con los países de tránsito, con algunos de los cuales no mantienen relaciones fluidas y positivas”. Igualmente destacó el muy importante papel que puede jugar Turquía, país con el que la UE concertó un “paquete de ayuda para el tránsito”, malogrado en el último bienio por disensiones políticas del gobierno de Ankara con  Estados Unidos y la Unión.

Las principales incógnitas.

A pesar del profuso análisis por académicos y expertos militares, abundan las dudas sobre los verdaderos orígenes de la guerra en Afganistán, muchas de las cuales son polémicas, trascienden la actualidad y podrían despejarse a cuando se develen las verdaderas causas que originaron el conflicto. Por tales motivos solo se plantean incógnitas, cuya respuesta depende de factores geopolíticos, improbables de responder a tan breve plazo.

  • ¿Por qué los primeros líderes de Al Qaeda fueron formados y entrenados en Estados Unidos?
  • ¿Traicionaron realmente los talibanes las enseñanzas adquiridas en Langley, Virginia y en otras academias estadounidenses, o los hábiles profesores de la CIA y del Pentágono fueron engañados por sus alumnos, de tendencia fundamentalista islámica?
  • ¿El atentado a las Torres Gemelas de Nueva York fue realmente perpetrado por los islamistas, dirigidos por Osama bin Laden o correspondió a un engendro concebido por los estrategas estadounidenses para hallar un nuevo pretexto bélico después de la desaparición del socialismo?
  • ¿La táctica de la cruzada antiterrorista comandada por Estados Unidos pretendió, además, escindir a los islamistas y enfrentar a países mayoritariamente musulmanes, con la finalidad de debilitar al mundo árabe y persa?
  • Persiste la sombra de la duda sobre  las razones de la reunión de Joseph Biden con uno de los jefes del Estado Islámico en 2014, cuyo resultado inclina a pensar que la subversión programada entre ambas partes derivó en un seguimiento y vigorización de ese engendro terrorista, que no es autóctono, sino que fue preconcebido fuera de las fronteras del Medio Oriente.

Escenarios

Bajo las actuales circunstancias se dificulta ejercer una futurología acertada, pero puede ser oportuno plantear algunos escenarios y dejar a los especialistas el análisis sobre previsibles situaciones en torno a Afganistán.

  • El fracaso de la guerra en Vietnam no sirvió de experiencia para impedir el declive de la hegemonía estadounidense en el mundo.
  • La retirada de Afganistán de los Estados Unidos y sus aliados, intenta redirigir  la responsabilidad de enfrentar un conflicto hacia países más cercanos geográficamente, como China, Rusia e Irán. Ello también repercutirá sobre otros vecinos, con incremento de las amenazas, por ejemplo, en Tayikistán.
  • La toma de Kabul por los talibanes reduce la credibilidad de la población de los países involucrados en sus instituciones y los gastos para costear a sus tropas, con incidencias sobre su seguridad individual y colectiva contra el terrorismo.
  • Cálculos preliminares de la ACNUR vaticinan un éxodo inmediato de medio millón de afganos, que tensarán la situación  en los países más cercanos e incrementará la cifra universal de desplazados, incluidos algunos países europeos.
  • El descrédito de los gobiernos de los citados países por una guerra que no logró sus objetivos repercute, a corto plazo, sobre la votación en las elecciones a mediano término en Estados Unidos, para la elección del canciller federal de Alemania y para la presidencia en Francia. 
  • El fracaso de Occidente en Afganistán marca un punto de inflexión en la
    política exterior y de seguridad alemana. No se descarta que a los futuros gobiernos federales se les dificulte más aún hallar apoyo político y aceptación social de los diversos partidos para las peligrosas misiones exteriores que decida acometer el ejército federal (Bundeswehr).
  • La Unión Europea demuestra su alineación con Washington y la carencia de una política propia en materia de acciones diplomáticas, defensa y seguridad.
  • La declaración del dirigente de la PESC ratifica que la Unión Europea, como parte de su política exterior y de seguridad no renuncia a participar en conflictos allende los mares, sino que debe mejorar la forma de hacerlo para salir victoriosa. Evidentemente, la alusión a la democracia, los derechos humanos y el fiasco por Ucrania no pueden faltar del discurso oficial.
  • La propuesta del alto representante para la política exterior y seguridad de la Unión Europea de negociar con los talibanes “con la finalidad de evitar derramamientos de sangre”, a los que varios contribuyeron durante su prolongada estancia, es tan desacertada como sus alusiones a Cuba.  La UE no plantea iniciativas propias para jugar el rol que pretende en la política internacional.
  • Expertos en política internacional auguran una expansión militar estadounidense- que pudiera sumar a algunos aliados hacia la región Asia-Pacífico, sin haberse repuesto aún de su larga estancia en Afganistán.
  • Indistintos gobiernos estadounidenses acostumbran mantener uno o dos conflictos simultáneos. Al retirarse de Afganistán, todavía permanecen en una zona de Siria y acendran su hostilidad contra Irán. No se descarta que el próximo escenario bélico se incremente en el Medio Oriente.
  • No conviene excluir un escenario de cierta conflictividad en América Latina, región donde Estados Unido incrementa el acoso y su intromisión en los asuntos internos de los países de la región.
  • La concertación entre el presidente estadounidense y el primer ministro británico para la sede de una urgente cumbre del Grupo de los 7 (de los países más ricos) otorga a Reino Unido, ex profeso un papel protagónico entre sus aliados, desde el Brexit.
  • Debatir el caso de Afganistán ocupó un lugar en la agenda de la visita de la canciller federal de Alemania a Rusia, lo que subraya la preocupación del principal país de la UE sobre las implicaciones para la región.
  • Permanecerá impune el delito penal internacional de genocidio cometido, tanto por los talibanes como por fuerzas foráneas en retirada, que asesinaron a grupos y familias, integrantes de la población civil. En el último caso, una vez más, la Corte Penal Internacional muestra su ineficacia para aplicar su normativa a soldados y clases estadounidenses, por no ser firmante ese país del estatuto de Roma. 
  • La guerra fallida contra los talibanes augura una etapa más agresiva del terrorismo en todo el mundo, con la implementación de la sharia que instituye el Estado fundamentalista, al que occidente pretendió eliminar.

 

Referencia bibliográfica:

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http://www.cubadebate.cu/noticias/2021/08/18/mentiras-del-imperio-en-afganistan/

 


[1] Reino Unido: retirado de la UE desde enero de 2021 bajo el denominado Brexit.

[4] Instauradas en 1992, fuera de sus fronteras, con el fin de contribuir a la estabilidad política o al socorro “humanitario” en terceros países y regiones del mundo, bajo tres premisas: garantizar el mantenimiento de la paz,  la prevención de los conflictos y el fortalecimiento de la seguridad internacional.

[5] Berlín Plus. Acuerdo entre Unión Europea y OTAN adoptado en diciembre de 2002. Establece mecanismo conjunto para operaciones de paz. Incluye intercambio de información clasificada, acceso a capacitación planificadora, unidades de comunicación y bases conjuntas, entre otros.

[6] EIL: Estado Islámico del Levante.


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