Cargando...

Islam

Turquía e islam político: breve historia y actualidad

noviembre 7, 2023   0

Crédito: Foto de Michael Jerrard en Unsplash

El conflicto bélico mundial que se desató en Europa durante el segundo decenio del siglo XX trajo para el entonces Imperio Otomano el fin de una existencia de siglos; para los habitantes de Anatolia ese cataclismo histórico significó un cuestionamiento político-cultural del viejo expansionismo y la falta de centralidad en favor de una reivindicación nacionalista y un ordenamiento republicano. Bajo las influencias de los sistemas políticos modernos que iban emergiendo en Europa Occidental, los años finales del otomanismo se caracterizaron por importantes reformas a lo interno que, con el tiempo, chocaron con obstáculos estructurales que acelerarían la necesidad de un cambio, como el tema de la fe.

La cuestión del islam siempre significó para Constantinopla un reto existencial; la cercanía con un mundo culturalmente diferente y mayormente cristiano se tradujo en observaciones recurrentes sobre la idoneidad o no del tipo de relación llevada entre el Estado y la religión. Hasta la actualidad ha sido un tema constante y ha marcado el devenir político de la República de Turquía desde su fundación; Mustafá Kemal acudirá a él para impulsar su modelo político y el actual presidente de ese país lleva 20 años en el poder bajo una formulación político religiosa que cristaliza dicha dualidad histórica.

Islam político: algunas definiciones

Para comprender desde una perspectiva teórica y consolidar el presente escrito se torna imprescindible un esclarecimiento sobre qué se entiende cuando decimos islam político o islamismo (también islamismo político). Inicialmente puede alegarse que es una ideología política, por su fin implícito de conformación de un Estado donde sea soberana la ley islámica y la moral que defiende la religión, aunque estos principios han ido evolucionando con el tiempo.

Habría que partir de la marcada diferencia que ostenta el islam como cuerpo doctrinario en relación con otras religiones con las cuales ha coexistido, como el cristianismo o el hinduismo, por ejemplo. “El Islam es religión y Estado”, eso es lo que nos dice la frase Islam din wadawla, lo cual estriba en que su libro sagrado (Corán)no es solo un cuerpo de líneas consecutivas para profesar fe y repetir de memoria, sino que recoge en sí pautas a seguir para la vida y la organización en sociedad, para el derecho, sobre el papel del jefe ante la comunidad, sobre la guerra, entre otros aspecto; es decir, a través del Corán y las enseñanzas que dejó en vida Mahoma se conciben principios para la conformación y funcionamiento de un Estado.

Teniendo en cuenta lo anterior, el islam político o islamismo se concibe como aquella postura en la cual se intenta dar respuesta a problemas dentro de la sociedad desde visiones y principios de la religión. Según la analista Airy Domínguez: “abarca un gran espectro de movimientos políticos con unos pilares comunes, entre los que se encuentran la búsqueda de soluciones islámicas a los problemas de la región, la reivindicación de la centralidad de la Sharía ley islámica— para la regulación de la esfera social y el cuestionamiento de la hegemonía en la esfera religiosa de los imanes y ulemas”.[1]

Sobre este tema han disertado varios exponentes. Así, Haizam Amira Fernández concluye que el islamismo o activismo islámico, o islam político, es:

Todo proyecto ideológico que integra al islam como instrumento de acción, movilización o identificación política. Esta visión del islamismo no se limita a movimientos en la oposición o de carácter militante, sino que va mucho más allá. El activismo islámico adquiere en la actualidad formas de expresión modernas, eclécticas e, incluso, iconoclastas. Puede manifestarse en opciones personales que afectan a hábitos de consumo o normas de comportamiento, en formas de identificación cultural y en estilos de hacer negocios. Queda claro que, a pesar de ser una definición amplia, no todos los que se identifican como musulmanes tienen por qué sentirse o actuar siguiendo pautas islamistas (Amirah Fernández, 2014:4).

Igualmente añade que: “los islamistas han abogado por recrear la “verdadera” sociedad islámica por vías políticas que garanticen la construcción de un Estado islámico, lo que incluye aplicar la interpretación de la sharía (ley islámica) que cada cual considera la verdadera. Para ellos, el islam no es sólo un credo, sino un sistema que engloba todos los elementos sociales, políticos, jurídicos y económicos que deben guiar la vida de los musulmanes y de la sociedad” (Amirah Fernández, 2014:4).

Por su parte, la estudiosa Luz Gómez García define al islamismo como: “conjunto de proyectos ideológicos de carácter político cuyo paradigma de legitimación es islámico”, y añade que “el término sirve para caracterizar una panoplia de discursos y tipos de activismo que tienen en común la reivindicación de la sharía como eje jurídico del sistema estatal y la independencia del discurso religioso de sus detentadores tradicionales (ulemas, alfaquíes, imames). El islamismo, los islamismos, recorren el arco que va de las propuestas políticamente pluralistas y teológicamente inclusivas a los modelos autocráticos y excluyentes” (Ver en: Izquierdo Brichs, 2013: 117).

A su vez, Guilain Denoeux apunta que “el islamismo es una forma de instrumentalización del islam por individuos, grupos y organizaciones que persiguen objetivos políticos. Proporciona respuestas políticas a los desafíos de la sociedad actual imaginando un futuro cuyas bases se apoyan en la reapropiación y reinvención de conceptos tomados de la tradición islámica” (Ver en: Izquierdo Brichs, 2013:118).

Maximiliano Prieto, especialista sobre islamismo turco, añade que desde las primeras expansiones y conquistas de los musulmanes en los siglos VII como resultado de constantes guerras, todos los nuevos fieles aceptaban el islam como sistema de ideas dominantes y a Mahoma y los sucesivos califas como los príncipes. El profeta fue a su vez el líder político, lo cual continuó en los períodos de califatos y fue a lo que se enfrentó todo subordinado al Imperio Otomano: no había divisiones entre jurisdicciones temporales y espirituales, quien era representante de Dios era también el César (Prieto, 2012: 236).

Tener en cuenta estas definiciones nos ayuda a explicar el fundamento ideológico de organizaciones como la Hermandad Musulmana, por ejemplo, a la vez que fija la disección que hay que tener a la hora de analizar cada tipología, pues el islamismo se manifiesta de diferentes maneras: unas más violentas, otras por vías pacíficas teniendo como aliados la educación y el trabajo social desde las bases populares, y otras desde el empleo de estructuras e instituciones democráticas y la adaptación a las morfologías del Estado moderno occidental.

Un ejemplo de islam político es el que ahora ostenta el poder en Irán como resultado de la Revolución de 1979, con una estructuración realmente novedosa y única en todo el mundo musulmán y con consecución en el estudio del Corán y las leyes fundamentales, llevados al contexto por el cual transitan y a la exigencia que impone administrar un Estado grande y diverso geográfica y culturalmente.

Mientras, el caso de la Hermandad representa un intento de islam que no busca adaptaciones a los tiempos imperantes, a las transformaciones culturales; persigue una aplicación literal de la letra que ostenta la Sharía o Ley Islámica; esa concepción implica que el Corán pase a ser guía jurídico-civil, código de familia, y manual de conformación del Estado. La racionalidad queda totalmente aparte en una sociedad de ese tipo.

Aunque hay corrientes islamistas que buscan un reajuste sin llevar a una radicalidad y, más bien, una transformación social parcial con modificaciones desde las leyes, esa cofradía, Al Qaeda o el Estado Islámico sí persiguen una idea de control político central y para ello sus líderes han intentado ir actuando desde la confrontación bélica (“guerra santa”) o escalando (como el caso de la Hermandad Musulmana) a órganos con funciones determinantes e insertarse en procesos legislativos y engranajes estatales contemporáneos. El caso del islam político turco ha transcurrido por varias modalidades.

El sunismo, vertiente que prevaleció durante el Imperio Otomano, hacía coincidir la persona y prerrogativas del Sultán con la del Califa; política y fe se encontraron y complementaron en el gobernador, este fungió como autoridad espiritual y terrenal sobre toda la comunidad islámica que alcanzaba la expansión. Teniendo en cuenta lo anterior, era evidente lo irreconciliable entre secularismo y otomanismo para los primeros años de la centuria pasada, lo que llevó a un replanteamiento sociopolítico del nuevo Estado a gestar dada la realidad de la desintegración del Imperio.

El islamismo y su devenir: fin del otomanismo e inicios de la república

   La influencia de los sistemas políticos de occidente había llevado al Imperio Otomano durante el siglo XIX a realizar determinadas transformaciones que favorecieran una modernización, esas fueron las reformas de la llamada era del tanzimat.

Sin embargo, por lo escrito anteriormente, desde las concepciones del islam fueron vista, como herejías, la adopción de determinadas leyes e instituciones de inspiración occidental; desde la filosofía política musulmana no se concebía la posibilidad de un entendimiento con conceptos como nación, Estado-nación o nacionalismo, cuando hasta ese momento se había planteado únicamente la regencia política sobre la comunidad de fe, la umma (que traspasaba toda frontera e identidad étnico-cultural), además de que la lealtad política del entonces musulmán respondía solo a sus compañeros de fe y al Sultán-Califa.

Las reformas del tanzimat no fructificaron en el intento de salvar al sistema mediante una adaptación frente a las influencias externas, por lo cual, unido a las derrotas bélicas durante el primer enfrentamiento mundial y a las constantes crisis políticas internas, devino la desintegración del Imperio. La tarea de conformar un nuevo tipo de Estado persiguió, bajo la figura de Mustafá Kemal, una modernización total, lo cual solo era posible a través de una república y del secularismo. La fuente de soberanía y legitimidad del poder del Estado sería ahora la nación, no la fe.

Se declara la abolición del Califato en 1924 y entre los primeros pasos reformistas que Kemal impulsaría destacan: el desmantelamiento del Ministerio de Asuntos Religiosos, la prohibición de las madrasas (escuelas religiosas), y la sustitución de estas por un sistema educacional laico, así como la declaración en 1937 de la Constitución de la República, donde quedó refrendada la laicidad. Aunque para autores como Laura Fernández (2005), esta característica del nuevo sistema político fue siempre salvada por Atatürk del ateísmo, al verlo como una vía de lucha contra las supersticiones, el fanatismo y la falsa fe, pero no como un enemigo de las religiones que no hacen daño, para otros autores, como Deniz Devrim (2006), la secularización significó una cruzada contra las religiones; así afirma Devrim:

Para establecer el Estado laicista y marginar al islam, en 1925 se prohibieron las órdenes religiosas. En el mismo año se proscribieron el fez, el turbante y el velo o pañuelo islámico como símbolos de hostilidad al progreso. La enseñanza religiosa fue sustituida por un sistema educativo unificado y secular. En 1928 sucumbió la enseñanza de la religión en los colegios; entre 1933 y 1948 las clases de religión quedaron incluso prohibidas. Durante esos años no existió en Turquía posibilidad alguna de cursar estudios universitarios en religión islámica.

En 1934 se prohibió el peregrinaje a la Meca, prohibición que se mantendría hasta 1949. Desde los años treinta, la llamada al rezo en las mezquitas se realizó en turco (en lugar de en árabe). En 1928 se revocó el islam como religión de Estado de la Constitución de 1921. La legislación reconoció en 1926 la equiparación jurídica entre hombres y mujeres, derogando así el Código Civil basado en la ley islámica Sharía (Devrim, 2006: 111).

Lo anterior significaba una separación de la religión con respecto a la gestión política, las funciones del Estado y los asuntos públicos; en vez de la religión sobre el Estado, este pasaría a controlar aquella. Posteriormente, se crearon nuevas instituciones para gestionar, orientar y enseñar el islam (suní) como: la Dirección de Asuntos Religiosos y las escuelas imam- hatip.

Creadas en 1951, las escuelas imam- hatip se subordinaban al Ministerio de Educación y formaban en sus predios a los futuros predicadores de mezquitas, bajo la impartición de materias como la historia del islam y lo referente a sus doctrinas y prácticas (Fernández, 2005: 137). Por su parte, la Dirección se ocupaba de los temas religiosos (peregrinaje a la Meca, impresión y distribución del Corán, organización de eventos, entre otros) sin interferir en asuntos políticos, sus funcionarios tenían carácter civil y estaban impedidos, en ese entonces, de pertenecer a partidos políticos; a su sede nacional en la capital se subordinaban otras en provincias y lugares apartados.

En tal sentido, el proceso de nacionalismo y secularización a través de la fundación y consolidación de la República de Turquía permitió la coexistencia de dos mundos paralelos cuya complementación otorgaba sentido y particularidad a esa realidad: el religioso (subordinado al Estado) y el secular. El desarrollo de estructuras e instituciones propias de la modernidad, la cultura turca y el tener más de un 90 % de la población como practicantes del islam, ha convertido a ese país —fomentado desde entonces— en único de su tipo dentro del entorno político y musulmán con el que colinda en Oriente Medio.

La intención fehaciente de poner los intereses del Estado por delante conllevó a constantes y agresivas disputas en los primeros años de república con fundamentalistas religiosos que no concebían una subordinación de la fe ante las estructuras estatales y que habían perdido privilegios con la caída del otomanismo. Las reformas republicanas de Atatürk no tuvieron el mismo impacto dentro de la población rural y alejada de los grandes centros urbanos, de hecho, a algunos lugares no llegaron, por lo cual las costumbres religiosas no sufrieron cambio repentino. El aislamiento propició una resistencia del islam tradicional, salvándolo del olvido y preparando el terreno para, posteriormente, retomar lentamente un protagonismo.

Así, fueron surgiendo paulatinamente corrientes político-religiosas que, si bien fueron prohibidas y reprimidas en un principio, adquirieron con los años mayor centralidad hasta consolidar un ascenso y materializar el islamismo político dentro de la realidad turca. La plataforma ideal que les permitió un impulso vino en 1946, cuando se aprueba el multipartidismo. Este hecho implicó una apertura del discurso político conservador hacia las comunidades rurales e islámicas, las cuales necesitaban representantes que prometieran restablecer la dignidad perdida tras varios años de censura. Los conservadores ganaron así el respaldo de la población musulmana en los comicios.

Hasta entonces solo había gobernado el Partido Republicano (CHP), fundado por Kemal Atatürk, pero con la nueva oportunidad los islamistas buscaron posibilidades de coalición y, en las elecciones de 1950 apoyaron al Partido Democrático, de centro derecha y bajo el liderazgo de Adnan Menderes (Fernández, 2005: 138). En ese sentido, se empieza a ver dentro de la realidad política turca la capacidad de adaptación y movilidad del islamismo, en este caso ante una inserción progresiva en las instituciones creadas por el nuevo Estado para ascender en la carrera política, se subordinó e integró para no sucumbir ante los resultados de la vorágine reformista.

Con respecto a lo anterior, Hakan Yilmaz experto en temas islámicos y en el estudio del caso turco— aseveraba en 2007 que: “(…) el modernismo islámico de la era colonial, el fundamentalismo islámico del periodo poscolonial y las nuevas corrientes islámicas de la era de la globalización pueden ser vista como fases sucesivas en la evolución del islamismo” (Yilmaz, 2007:485); a lo que Maximiliano Prieto complementa certeramente: “el islamismo fue una respuesta a las circunstancias del momento histórico donde surge, y desde entonces ha ido adaptándose a los cambios en dichas circunstancias. Al igual que el islam, el islamismo es un fenómeno vivo y sujeto a una constante evolución” (Prieto, 2012: 237).

Cabe destacar que la emergencia de organizaciones fundamentalistas en la región de Oriente Medio contra las influencias seculares provenientes de Occidente influyó grandemente en el desarrollo ideológico de estos movimientos islamistas dentro de Turquía, así ocurrió con el ascenso de la Hermandad Musulmana, antes mencionada; esta fue fundada en el año 1928, en Egipto, bajo el liderazgo del Jeque Hassan Al Banna. En un principio ese movimiento no albergaba con tanto compromiso el uso de las tácticas violentas como forma de lucha, mientras su característica más destacable era el fervor con el cual intentaba rescatar el islam tradicional. Todo ello constituyó una pugna simbólica inicialmente; la violencia no se afianzó en aquella cofradía hasta la llegada del liderazgo y las teorizaciones de Sayyid Qutb (1906-1966) luego del asesinato de Al Banna.

También, independientemente de la lucha civilizatoria que se comenzaba a emprender ante los impactos del secularismo, la emergente causa del pueblo palestino, tras la creación del Estado de Israel en 1948, significó una razón de mayor peso, y hasta justificativa, para los discursos fundamentalistas y sus ansias de sensibilizar a la comunidad, en especial la no conversa aún. Dicha causa ejerció poder simbólico sobre los islamistas turcos.

Más tarde, las concepciones políticas y de fe que llevaron al Ayatolá Ruhollah Khomeini al triunfo revolucionario en Irán en 1979, fortalecieron más aun la idea de la posibilidad de acceso al poder por parte de islamistas, teniendo además como referente similar que la monarquía depuesta por los musulmanes chiitas en la otrora Persia había impulsado una modernización total en ese país (parecida a la kemalista), sin estructuras democráticas, pero con alejamiento de los principios religiosos tradicionales.

Islam político dentro del sistema republicano turco: consolidación

Para 1950, con el Partido Democrático en el poder, comienza una apertura desde la política del Estado con respecto a la fe, no solo visto por las alianzas partidistas con islamistas mencionadas previamente, sino mediante medidas que dieron señales elocuentes de un cambio: autorización a los muecines a utilizar el árabe para llamar a la oración desde las mezquitas, apoyo público a las instituciones educativas religiosas y concesión de más libertades a los grupos islámicos.

El Partido Democrático, con Adnan Menderes al frente, llegó a declarar inclinación hacia el islam, lo cual le valió gran número de seguidores. No obstante, condenó el extremismo musulmán que desató furia, luego de años de privaciones, contra el kemalismo y la figura de Atatürk, al tiempo que vetó una propuesta para restablecer el alfabeto árabe. Ello le trajo una disminución en la popularidad a finales de los años cincuenta, por lo que intentó reforzar el discurso islamista para volver a conquistar adeptos, haciendo énfasis en el uso de símbolos religiosos.

Por su parte, el Ejército Nacional siempre ha tenido en Turquía, desde la fundación de la República, un papel central en la preservación de los principios fundacionales y del secularismo, por ello, bajo el temor de que se desatara una ola de extremismo por las acciones proselitistas de Menderes, ese cuerpo armado dirigió un golpe de Estado contra este. Menderes fue ahorcado en 1961.

Ello no significó otra vez una marginalización contra la fe, solo prevención desde las élites laicas; poco a poco el Estado y sus fuerzas aliadas, a través de los gobiernos de turno, fueron entendiendo la necesidad de distender cada vez más las relaciones con los islamistas, debido a que constituían una fuerza popular numerosa que en el campo político no debía fungir como enemigo. Con ello, fueron aumentando las organizaciones y los partidos de corte islamista, aunque siempre se condenó a los que profesaban extremismo.

Para la década de los setenta, plena Guerra Fría internacional, el islam no ocupaba una centralidad en la discusión política dentro de Turquía. Los debates entre derecha e izquierda, como en casi todos los países a nivel mundial, conquistaron protagonismo; aunque, a los islamistas se les fue otorgando mayores libertades. Las élites seculares fomentaron, con el apoyo del Ejército, nuevas medidas en favor de los movimientos religioso moderados para lograr dos intereses: disminuir los extremismos y fundamentalismos dentro de la sociedad turca y desviar la atención para desatar una oleada de represiones contra los movimientos de izquierda, cuyas agendas serían capitalizadas oportunistamente por los islamistas.

En 1970 fue fundado el Partido del Orden Nacional (NOP) por Nectmettin Erbakan, con un impulso atronador del islamismo político. Representó a gran número de habitantes de lugares conservadores que se habían resistido a la modernización kemalista, también a representantes de organizaciones religiosas ilegales como Naksibendis o los Nurcus, que actuaban como fuertes grupos de presión.

En 1971 este partido sufre un golpe de Estado y ya en 1972 reaparece como Partido de la Salvación Nacional (NSP), para llegar al poder en las elecciones de 1973 mediante coalición con el Partido Republicano; durante este segundo momento Erbakan promueve la construcción de escuelas imam-hatipy logra que se apruebe por ley la equiparación de las mismas a la enseñanza secundaria, para permitir a sus egresados acceder a la Universidad. Es por ello que, posteriormente, varios universitarios se introdujeron en la carrera política como islamistas —el caso de Recep Tayyip Erdogan— y fueron actuando paulatinamente como grupos de presión.

Durante ese contexto, fue creado el Movimiento Gülen (Hizmet). Fundado por FetullahGülen —teólogo y erudito musulmán— sus objetivos han perseguido una instrumentalización de la sociedad civil para despertar las creencias religiosas. Se ha apoyado mucho en la educación y ha logrado internacionalizarse; se estima que ha fundado fuera de Turquía más de 300 centros de formación (Devrim, 2006: 113).

Consecuentemente, los años ochenta se posicionaron como los de mayor apertura para los fieles de Alá. Mientras se perseguían y censuraban a los izquierdistas, se tomaron medidas trascendentales, como la obligatoriedad de la enseñanza de religión islámica en el sistema educativo. Fue un decenio en el cual, entre 1983 y 1989, gobernó Turgut Özal, con él se aceleró la construcción de mezquitas[2] y los centros de enseñanza religiosa. Aunque, previamente en 1980 había ocurrido un golpe de Estado donde se materializaron reestructuraciones y se había aprobado una nueva Constitución; esta pasó a prohibir algunas organizaciones islamistas, como el Partido de la Salvación Nacional de Erbakan.

Sobre este período Laura Fernández, de la Universidad Complutense de Madrid, enfatiza que “las migraciones del campo a la ciudad se incrementaron durante estas décadas, contribuyendo a impulsar el resurgimiento del islam. Estos emigrantes rurales eran tradicionalmente musulmanes y la modernidad no había afectado de igual manera en sus pueblos o ciudades de origen, por lo que para ellos el islam suponía además de una religión, una forma de organización social” (Fernández, 2005: 139).

El Partido del Bienestar (Refah) es fundado en 1983 y Erbakan —censurado por el NSP— se lanza a dominarlo, objetivo que logra para 1987, no obstante, a nivel de Parlamento dicho partido no llega a obtener suficientes votos hasta las elecciones de 1991. Ya en 1995 era la agrupación con mayor representación en dicha cámara. La victoria y constante respaldo a este partido islámico se debió a su utilización de ideas de bienestar social provenientes de los decaídos movimientos de izquierda en aquel momento como: la pobreza, la justicia social y el problema del desempleo; igualmente, capitalizó el discurso multicultural, lo cual condujo a un marcado interés e identificación desde comunidades kurdas.

Dentro del espectro político en Turquía, el Partido del Bienestar caló profundamente entre las masas y se convirtió en ejemplo paradigmático del islamismo político. Según describe Deniz Devrim:

En su programa, el Refah prestaba atención prioritaria a la cuestión de la justicia social. Ofrecía a los pobres apoyo económico, financiado fundamentalmente por fundaciones religiosas. A través del apoyo a los necesitados, el partido convirtió la justicia social en el ideal de la política islámica. Su modelo económico giraba en torno a la idea de un “orden justo” (adildüzen), concepto que subsumía las ideas de seguridad social, redistribución de la renta y construcción de obras públicas para mejorar el bienestar de la población, como colegios, hospitales y vías públicas. Ese “orden justo” debía, además, desbancar la corrupción, sustituyéndola por la moral islámica (Devrim, 2006: 114).

No obstante, el temor a que se derivara en un predominio islamista en el entorno político y se afectara el carácter secular de la República empujó nuevamente al Ejército a intervenir. Esta vez lo hizo el 28 de febrero de 1997 bajo el lanzamiento de un memorándum donde instaba al gobierno a poner restricciones, como el freno en la construcción de escuelas imam-hatip y de otros centros de formación. Erbakan termina dimitiendo y en 1998 el partido pasa a ser prohibido bajo acusaciones de querer instaurar un Estado Islámico.

Sin embargo, en ese mismo año ya el Refah tenía sustituto: el Partido de la Virtud. Aquí volvió a destacar Erbakan, dentro de la vertiente tradicionalista, mientras que por su ala renovadora resaltaron dos políticos no muy conocidos: Abdullah Güll y Recep Tayyip Erdogan. Estos fundarían luego el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), que para 2002 lograría formar gobierno tras convertirse en la agrupación más fuerte del Parlamento.

Islamismo político en la actual Turquía: el caso del Partido Justicia y Desarrollo (AKP)

Con un perfil moderado, el Partido Justicia y Desarrollo (AKP) se presentó en el panorama político de Turquía buscando un concilio entre la propuesta democrática proveniente de Occidente y el islamismo político que representa, entre el secularismo y la religión. Su líder, Recep Tayyip Erdogán, ha perseguido desde su triunfo el crecimiento económico del país, la integración en mecanismos internacionales y el acercamiento a Europa, aunque esto último ha transcurrido por momentos de crisis y ha caído en un estancamiento.

Su proyección moderada fue condicionada, además de factores internos, por la ofensiva simbólica desatada contra el mundo musulmán tras los ataques del 11 de septiembre en Estados Unidos y el lanzamiento de la llamada “lucha contra el terrorismo”. Esta guerra político-mediática contra los seguidores de Mahoma trajo muchos perjuicios para los intereses de dichas comunidades, entre ellos las aspiraciones políticas, ya que pasaron a ser estigmatizados.

En Turquía el tipo de sistema político, que ostenta estructuras democráticas al estilo occidental, permitió no poner a este país al mismo nivel —ante los ojos de Washington— de otros existentes en Oriente Medio, como Irak e Irán. Por ello, mientras el islamismo seguía haciendo carrera política en la realidad turca, toda vertiente extremista era eliminada, lo cual trajo la moderación como opción para los nuevos candidatos, quienes además evitaban cuestionamientos desde Europa y América sobre “libertad” y “democracia” y así no perdían la oportunidad futura de establecer lazos diplomáticos sólidos. Ya Erdogán tenía bien planificado su programa.

Entre los principios bases para su agenda política estableció para 2002: mantener la religión separada del poder político; promover la democracia y un sistema multipartidista; y preservar los derechos de la mujer, reforzar el respeto a los derechos humanos y la libertad de pensamiento y expresión. No obstante, a pesar de su supuesta moderación inicial, ha ido promoviendo —con el paso de los años— políticas islamizantes que pueden afectar la laicidad del Estado, por ejemplo: cambios en la ley de educación para permitir a egresados de escuelas religiosas insertarse en la enseñanza superior, los intentos de tipificar el adulterio como delito y de instaurar la poligamia, así como el levantamiento de la prohibición del uso del velo en las mujeres.

Sin embargo, aunque es un interés que ha ido mermando con el paso de los años, “una de las apuestas más fuertes de Erdogan ha sido la de conseguir la adhesión a la Unión Europea y, para ello, ha introducido numerosas reformas en consonancia con los principios contenidos en el Criterio de Copenhague como la abolición de la pena de muerte, mayor protección de los derechos humanos, la consolidación de las instituciones democráticas y reducir la influencia que tiene el ejército en las cuestiones políticas, entre otras muchas reformas” (Fernández, 2005: 114). Aunque se ha dilatado la concreción de este propósito hacia la Unión, Erdogán sí ha logrado afianzar los vínculos con la OTAN, desde una relación no lineal, ni ideal, pero con defensa absoluta del nacionalismo y la independencia del Estado turco.

Igualmente, desde el punto de vista cultural el islam político del Partido Justicia y Desarrollo ha intentado reforzar la identidad turca de la nación y la herencia histórica otomana, lo cual ha ido definiendo los pasos de Erdogán en la política exterior hacia países con los cuales colinda y comparte geografía, en especial los de regiones como Medio Oriente y África del Norte, en las cuales se ha ido involucrando paulatinamente a través de negociaciones o procesos de conflictos que podrían derivar en un fortalecimiento de la influencia política turca sobre los mismos. Mientras, a lo interno el debate multicultural presenta complejidades, ello lo demuestra el conflicto constante con las comunidades kurdas.

Deniz Devrim concluye, sobre los primeros años del partido, que: “la novedad de este partido islamista reside en que ha incluido el kemalismo en su programa político. En su programa económico, el AKP aboga por un papel limitado del Estado y se presenta como un partido favorable a la economía de mercado. El Estado debe atender las necesidades de los ciudadanos, pero sin intervenir demasiado en la economía. El AKP hace especial hincapié en el desarrollo del sector privado.

La incorporación de Turquía al mercado global es, en su opinión, inevitable, por lo cual el partido también aspira a la adhesión completa a la Unión Europea. De ahí que el Gobierno haya hecho del cumplimiento de los criterios de Copenhague, establecidos por las instituciones comunitarias como condición de acceso a la Unión Europea, uno de sus principales objetivos. De este modo, Erdogan declara su voluntad de aumentar la participación de la sociedad civil, mientras rechaza cualquier actitud anti-occidental” (Devrim, 2006: 115).

Sin embargo, con el paso del tiempo Erdogán ha ido girando hacia una radicalidad en la gestión política y ha ido desplazando proyecciones liberales, así como disminuyendo la influencia del secularismo. Por ejemplo, ya para 2007[3] había lanzado ataques contra las Fuerzas Armadas y el Ejército, guardianes del laicismo, por querer intervenir en temas políticos y cuestionar el exceso de islamismo en el sistema. “Para ello, el AKP se alió con la secta islamista del predicador Fethullah Gülen, cuyos seguidores fueron escalando puestos en la Judicatura y la Policía, y escenificó un juicio que llevó a la cárcel a cientos de oficiales acusados falsamente de preparar un golpe de Estado.”[4] Su inclinación cada vez más islamista ha ido aumentando divisiones y polarización en la sociedad turca.

Entre sus decisiones más cuestionadas estuvo el referéndum que lanzó en 2017 con el objetivo de imponer un sistema presidencialista que lo llevaría a convertirse en jefe del Estado; lo ganó con un 51, 4 % de los votos.[5] Pasos como este han condicionado al abandono paulatino del Partido Justicia y Desarrollo por varios de sus miembros, convirtiéndolo en un órgano al servicio de los intereses políticos personales de Erdogán.

Sus intentos de acaparar el poder le han llevado a disputas internas constantes (huelgas populares y traiciones) y a acumular enemigos políticos en gran cuantía, como lo demostró el intento de golpe de Estado en su contra en 2016, de cuyas investigaciones aún siguen emanando vínculos de personas importantes. Si bien sus pasos de moderación tuvieron gran protagonismo a inicios del siglo XXI, Erdogán y el AKP han ido alejándose de dicha nivelación para derivar, con el paso de los años, en una consolidación del islamismo político con centralidad en una sola figura.  En mayo de 2023 volvió a ganar su asiento en la presidencia, el cual no ha abandonado desde 2014.

Esas últimas elecciones presidenciales le llegaron a Erdogán en un contexto difícil, similar al que lo llevó a ser primer ministro en 2003: la destrucción socioeconómica provocada por un terremoto. La falta de gestión y atención oportuna a los damnificados de un fenómeno catastrófico de este tipo ocurrido en 1999, con cerca de 17 000 muertes, lo dibujó para los electores de aquel entonces como una opción ventajosa en relación con figuras desgastadas a vistas de los votantes.[6]

El año 2023 se le figuró parecido, pero un tanto en su contra; un fuerte sismo ocurrido en febrero y una tendente lentitud en la solución a la catastrófica realidad de los damnificados le ensancharon el bloque de los oponentes, que vinieron a inclinarse mayormente hacia el candidato más desafiante que tuvo hasta el final, Kemal Kilicdaroglu, ampliamente anti- Erdogán. Sin embargo, esto no fue tan así, pues ganó en las principales provincias dañadas por la catástrofe, como Gaziantep, Adana y Malatia, al sudeste del país, en la frontera con Siria (Ver mapa electoral).[7]

Con una tasa actual[8] del 98 % del total de la población como fieles musulmanes, Erdogán alcanzó el 52, 8 % de los votos en los últimos comicios presidenciales, en una segunda vuelta que evidenció la fuerte pugna política interna; ciertamente ganó la mayoría de los territorios, los cuales incluyen los principales centros de poder económico y de densidad poblacional,[9] como Ankara, Bursa, Ízmit, Gaziantep y Estambul; no obstante, perdió Esmirna y Edirne (Partido Republicano del Pueblo), así como todos los territorios del extremo sureste, conquistados por los partidos socialdemócratas kurdos. (Ver mapa).[10]

Añadido a lo anterior, el Partido Justicia y Desarrollo se agenció 267 escaños del total de los 600 existentes en el Parlamento turco,[11] en elecciones generales que le permitieron, mediante la Alianza Popular, establecer coalición con los partidos MHP Nacionalista y el Yeniden Refah Islamista, los cuales legarantizaron 55 puestosmás para facilitar la gestión legislativa, además de demostrar el respaldo de representantes del islamismo político a su administración.

No obstante, aunque alcanzó nuevamente la presidencia, el AKP y Erdogán tuvieron una lucha reñida durante la disputa electoral, lo cual da señales de la fragmentación política interna en el país y posibles avances de un escenario futuro en el que su programa islamista abandone un tanto su actual preponderancia, no solo por una prolongada permanencia en el poder —ya molesta para no pocos—, sino por los crecientes problemas económicos internos: inflación, devaluación monetaria, baja tasa de empleo, necesidades sin solución de damnificados por terremoto, situación de los refugiados, entre otros.

A lo anterior habría que añadir el creciente divorcio del islam político propuesto con las influencias culturales e ideológicas que provienen de la fronteriza Europa y el mundo moderno en general, como los relacionados con la igualdad de género, las luchas LGBTIQ+ y mayores libertades civiles, líneas defendidas por Kilicdaroglu y que han venido a figurar como advertencias para una mayor cohesión política dentro de los sectores conservadores musulmanes, principales sostenedores del proyecto de país que defiende Erdogán.

Conclusiones

Las raíces culturales de una nación no pueden ser mutiladas fácilmente por procesos disruptivos y desestructuradores como lo supuso para Turquía la revolución republicana de Kemal Ataturk. Ciertamente, aunque los nuevos impulsos venidos con la década de los años 20 de ese país euroasiático intentaron un silenciamiento paulatino de la religión islámica, en especial la ligada a cualquier proyecto que impactara en el destino político, la fuerza cultural de siglos de tradición otomana se fue abriendo paso discretamente con la sucesión de cada década; por mucho que el republicanismo kemalista intentó empujar al ostracismo a las propuestas desde el islam para una idea de país, el tiempo le fue otorgando un lugar a estas.

El espacio que fue abriendo esta tendencia en el escenario político se debió al excelente y estratégico manejo discursivo de las carencias y necesidades populares que otros partidos no supieron cubrir, en especial una vez los desgastes de las iniciativas de los movimientos de izquierda relacionadas con: la pobreza, la justicia social y el problema del desempleo, así como el multiculturalismo, ganando interés e identificación desde comunidades kurdas. Igualmente, las migraciones crecientes desde los campos a la ciudad y las transformaciones en el sistema de educación, en especial la legitimación cada vez mayor de las escuelas islámicas y su equiparación con las de enseñanza laica, permitieron que cada vez más egresados musulmanes se insertaran en la vida política del Estado.

Mientras, aunque la lealtad del Ejército a la república ha quedado en evidencia desde los primeros años de esta, pues hasta finales de la centuria se reafirmó la capacidad de esta fuerza militar de impedir la consolidación de gobiernos no coherentes con los principios laicistas fundacionales, este patrón de comportamiento del ente castrista fue profundamente entendido y estudiado por las figuras políticas emergentes de inicios del siglo XXI, en especial el Partido Justicia y Desarrollo y la figura del actual presidente de Turquía, al comprender que hacer del Ejército una pieza y no un árbitro traería más ventajas, lo cual ha derivado en una permanencia de lustros en el gobierno.

La tendencia de la consolidación del islam político con la figura de Erdogán al frente parece apuntar hacia un rescate dual constante de los valores históricos, que descansan en la tradición otomana y en el kemalismo, no solo visto desde el blindaje de una figura política que trata de parecer el renacedor de la Turquía de nuevo siglo, sino la imagen nacional de una religión adaptada a nuevos estándares, situando a ese país como un ejemplo de concilio entre islamismo y modernidad, entre tipo de proyecto de Estado que hace coexistir al parlamentarismo con las directrices del Corán; aunque ciertamente parece tornarse cada vez más radical y hacer valer más a estas últimas que al primero, en un escenario político interno cada vez más disputado.

Referencias bibliográficas


[1]Domínguez, Airy (2019): Los Hermanos Musulmanes: islamismo más allá de Egipto. Sitio Web de análisis político El Orden Mundial (EOM). Disponible en: https://elordenmundial.com/los-hermanos-musulmanes-islamismo-mas-alla-de-egipto/.

[2] Anualmente se llegó a fundar cerca de 1500 mezquitas. Se estima que para 1988 existía una mezquita por cada 857 personas. (Devrim, 2006: p. 113).

[3] Ver Tiliç, Dogan (2022): Dos décadas del AKP de Erdogan: del islam liberal al islamismo autoritario”. Disponible en: https://www.swissinfo.ch/spa/turqu%C3%ADa-partidos_dos-d%C3%A9cadas-del-akp-de-erdogan–del-islam-liberal-al-islamismo-autoritario/48024680.

[4]Ídem

[5] Ídem

[6] Hubbard, Ben (2023). “Las elecciones presidenciales de Turquía en cinco puntos clave”. The New York Times, Estados Unidos. Disponible en: https://www.nytimes.com/es/2023/05/30/espanol/erdogan-turquia-elecciones.html.

[7] Gil Lobo, Abel (2023): “Mapa electoral de Turquía”. El Orden Mundial, España. Disponible en: https://elordenmundial.com/mapas-y-graficos/mapa-electoral-turquia/.

[8] Merino, Álvaro (2020): “La geopolítica de Turquía”. El Orden Mundial, España. Disponible en: https://elordenmundial.com/mapas-y-graficos/la-geopolitica-de-turquia/.

[9] Consultar mapa con distribución demográfica y potencial económico dentro del territorio turco en: Gil, Abel (2023): “Ocho mapas para entender las elecciones en Turquía”, El Orden Mundial, España. Disponible en: https://elordenmundial.com/mapas-y-graficos/mapas-elecciones-turquia/.

[10] Gil Lobo, Abel (2023): “Mapa electoral de Turquía”. El Orden Mundial, España. Disponible en: https://elordenmundial.com/mapas-y-graficos/mapa-electoral-turquia/

[11] “Turquía rumbo a una segunda vuelta electoral con Erdogan en ventaja”. La Razón, España. Mayo de 2023, Disponible en: https://www.la-razon.com/mundo/2023/05/15/turquia-rumbo-a-una-segunda-vuelta-electoral-con-erdogan-en-ventaja/.


Déjanos tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *